Libertad!

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viernes, 11 de enero de 2013

SOBRE LA FRAGMENTACION DEL CHAVISMO, LEJOS DE SUS TEMPLETES Y BARATIJAS

-Alberto Rodríguez Barrera-



     Generalmente el charlatán intelectual es un hombre impulsivo que es derrotado en su lucha contra el espíritu, resultando en mal mago. Hay quienes comienzan con una idea alta del hombre: ánimo, valor, capacidad de sacrificio, gusto por el riesgo, nobleza, energía vital, amor a la patria, tratamiento indiferente de los bienes económicos... Y luego se subordinan a la astucia calculadora y a la rapacidad sin sentido para la seguridad de la vida, impulsados contra la razón y la sabiduría del hombre; el hombre –portador del espíritu- es considerado entonces un callejón sin salida de la naturaleza. Es la división de esta época.

     Max Scheler –como nuestro tiempo- osciló para un lado y para otro y perdió el suelo bajo sus pies. Más que filósofo y erudito, parecía un hombre de negocios, infatigablemente. Influyó sobre los valores del cristianismo (católico) que se ofrecen hoy, algo imperecedero que luego censuró y manchó. Pero logró una doctrina de los valores –de validez universal- actualmente perdida en el caos de la modernidad.

 Redescubrió que la moral y la ética no pueden depender de un éxito cualquiera de la acción, de una finalidad o un bien que se quiere alcanzar. La ética tiene su valor en sí misma. 


El asesinato es un acto malo, un crimen que de tolerarse llevaría al aniquilamiento de la humanidad; no es lícito cometerlo por más felicidad o bienes que se puedan obtener por él. Es una prescripción absoluta de una ética absoluta que aún se reconoce como correcta; no se puede tolerar, se debe castigar no sólo por motivos político-jurídicos, porque es una verdad evidente.

     Scheler se opuso a que la moralidad sea la autodeterminación del hombre para la ley racional universal; acepta la necesidad de una verdad moral absoluta y combate todo el nominalismo que niegue la autonomía de los valores éticos. Dividiéndolos en superiores o inferiores, positivos y negativos, conoce un cosmos de valor como un gran reino coherente de los valores; “La ética emocional, a diferencia de la ética racional, no es de ninguna manera necesariamente un empirismo en el sentido de un intento de obtener valores éticos por la observación o la inducción. El sentir, el preferir, el amar y odiar del espíritu tienen su propio contenido a priori, el cual es tan independiente de la experiencia inductiva como las leyes puras del pensamiento. Y aquí como allá hay una visión ontológica de los actos y sus materias, sus fundamentos y sus relaciones. Y aquí como allá hay evidencias y la más estricta exactitud de la comprobación fenomenológica”.

     El chavismo muestra hacia el mundo una desconfianza demasiado grande y se acerca a una hostilidad caótica. Y ese odio atraviesa su mentalidad con la idea ilimitada de “organizar” y “limitar” todo; lo que realmente buscan es poner orden en sus instintos; sin límites ni órdenes fijos, tienen efectos nefastos en su evolución; quieren sacar el auto atascado en la cuneta, se agotan y aterrizan en la cuneta opuesta, quedando fijos en la tierra; confunden el valor con la valoración, que es considerablemente más grande que cualquier dominio teórico.  Ningún hombre puede agotar la gran riqueza del reino de los valores, que conocemos sólo en fragmentos, superficialmente. Así, el rompimiento de/con los factores reales/ideales se exteriorizan en el instinto del primitivismo, manchados, altamente unilaterales. Nietzsche se impone.

     Cuando Scheler cambió completamente su orientación, abogó por la desaparición de  la “cerebralización” y “sublimación” del hombre, girando a favor de la “revuelta vital e instintiva” de la naturaleza del hombre, “del niño contra el adulto, de la mujer contra el hombre, de las masas contra las antiguas élites, de los negros contra los blancos, todo lo inconciente contra lo conciente...” Como en el chavismo, es un dramático sube y baja, inquietud, desasosiego, insatisfacción; condicionó lo asistemático, discontinuando su evolución; queriendo aprehender la unidad alma-cuerpo “aunque quizás en ninguna época se ha considerado tan profunda la división en la totalidad del ser humano como hoy en día”. Torturado interiormente, se desgarra adentrándose en la autoliberación.

     El chavismo necesita –por su personalismo- autorredención, apartando lo que antes había “adorado”, en una transformación que quiere salir de la libertad innata del hombre natural para avanzar a la no-sujeción, donde el ímpetu decide las cosas; el impetuoso se siente llamado a redimir el fundamento del mundo; ofrece el campo de batalla para depurar espíritus débiles y derrotados; una divinidad omnipotente para finalizar la historia del mundo...

     La confrontación del joven Scheler con el de los últimos días es un asunto muy triste porque es incautarse de las necesidades de un pobre hombre que se veía preso en su “mácula” y no encontraba ninguna salida de ahí; “sólo un paisaje macabro en las horas nocturnas, desgarrado por relámpagos como en fragmentos de segundos para hundirse de nuevo en la noche más profunda y también en la más profunda miseria humana” (E.F. Sauer).

Dios termina –para Scheler- como imagen del desgarrado hombre actual, donde predomina el instinto, por encima del espíritu que se hace impotente. Scheler toma las doctrinas de Freud (el hombre dividido, la autoliberación buscada) y construyó su/un Dios que deviene, se esencia y que ya no es un Dios sino un ídolo.








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