Libertad!

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jueves, 15 de abril de 2010

SALVAR LA REPÚBLICA

ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

La Academia Nacional de la Historia, como institución encargada de
preservar los principios históricos fundamentales que sustentan la
nación, se dirige a los venezolanos para llamar la atención sobre
los peligros que amenazan a la República. La intensidad de las
urgencias que agobian a la sociedad, pero también la conmemoración
del Bicentenario de la Independencia, se conjugan para orientar las
reflexiones siguientes.

En el cumplimiento de este deber patriótico estamos comprometidos
todos, desde el ciudadano Presidente de la República hasta el más
humilde de los venezolanos, porque todos somos ciudadanos y sólo
podemos seguir siéndolo en la República.

La Academia Nacional de la Historia nació con el encargo primordial
de trabajar para fundar la legitimidad histórica de la República,
promover la conciencia histórica y fortalecer la ciudadanía, tarea
que debía dar sentido al sacrificio de gran parte de la población,
consumida en las guerras de Independencia y en su secuela de otras
guerras civiles.

Nos ha llevado doscientos años sustraernos de la condición de
súbditos para elevarnos a la condición de ciudadanos, a un
altísimo costo de vidas y de toda suerte de sacrificios.

En dos siglos, sin embargo, persistió la tradición cimentada en
los principios irreductibles de libertad, de democracia, de convivencia
y de respeto a los derechos ciudadanos, con miras al progreso social, la
paz y el respeto a las demás naciones del mundo. Ese sueño de los
fundadores de la República y de todos lo venezolanos ha contribuido a
crear y a fortalecer nuestras instituciones, nuestra identidad cultural
y la estructura de la nación venezolana.

Desde los inicios, la República ha sido concebida como la más
genuina expresión de la Soberanía Popular, que es concreta
manifestación de la Soberanía Nacional, llamada a erigir un
ordenamiento sociopolítico fundado en los valores esenciales de la
libertad, la seguridad, la igualdad y la propiedad.

La salvaguarda de tan preciados valores quedó confiada desde entonces
a los dos principios constitutivos de Estado republicano: la
representación ciudadana mediante el sufragio libre y la división
de los poderes públicos, incorporados a nuestra tradición
constitucional como una barrera infranqueable ante la recurrencia del
despotismo. El primer principio permitiría a la voluntad popular
expresarse de manera soberana, como única fuente de legitimación
del poder público. El segundo principio habría de impedir que
retornase el despotismo mediante la concentración de Poder en unas
solas manos, remedando la detestada monarquía.

Como ámbito propicio al ejercicio de la ciudadanía así
concebida, se fijó la meta, desde los inicios de la nacionalidad, de
la instauración de la República Federal, en correspondencia
también con nuestra conformación histórica provincial. La
República descentralizada es hoy la resultante del esfuerzo colectivo
de las generaciones de venezolanos que hemos sucedido a quienes
proclamaron nuestra Independencia el 5 de julio de 1811. Desde entonces
hemos seguido un camino sembrado de dificultades, representadas por
caudillos y por salvadores de la Patria que apenas lograban disimular,
algunos, su vocación autocrática, si no abiertamente despótica.

Con legítimo orgullo ciudadano proclamamos nuestra admiración por
la ejemplar lucha de pueblo democrático por la preservación de su
confianza en la República, demostrada en los retos cívicos
enfrentados, equiparables con los que encararon los fundadores de la
República, civiles y militares, en el campo bélico.

En consecuencia, la Academia Nacional de la Historia, movida por su
conciencia de responsabilidad social y por una profunda preocupación
ante el destino de la República, alerta a la sociedad, a sus
instituciones, a los representantes de todos los estratos sociales y
entes regionales; en suma, al país entero, ante el inminente peligro
en que se encuentra la colectividad venezolana. Peligro éste que no
sólo amenaza su institucionalidad republicana, sino que también,
al romperse el pacto social, se extiende a la existencia misma del
Estado. Con la demolición de la República no sólo se debilita
sino que también se pone en trance de muerte la Libertad del
ciudadano, al ser abolidas las libertades individuales e instaurarse la
inseguridad social y jurídica, al vulnerarse y desconocerse el
derecho de propiedad, y al substituirse la coexistencia ciudadana por un
clima de encono social y de desorientación espiritual.

El intento de instaurar un sistema anti republicano fomenta un clima de
ofuscación, en el cual la Historia se confunde con una memoria que
tiene en la desmemoria una herramienta útil a los intereses del poder
político autocrático. De esta manera se socavan las bases de la
conciencia histórica, es decir, la conexión con el pasado como una
estructura de experiencias que lleva a la sociedad a entender lo que es
hoy, a tomar conciencia de dónde viene, a comprender el proceso de
formación de sus valores troncales, como la Libertad y la Democracia,
y de todos los referentes del pasado sobre los que descansa la identidad
venezolana.

Ahora, cuando comienza la conmemoración del Bicentenario de la
Independencia, cuando se hace obligante la valoración de los
esfuerzos realizados desde entonces por los venezolanos, la Academia
Nacional de la Historia somete a la consideración de los venezolanos
su criterio sobre las urgencias de la actualidad. Así mismo, anuncia
la celebración de unas Jornadas de Reflexión en cuyo desarrollo se
debatirá con mayor pausa sobre la suerte del republicanismo que
cumple doscientos años de andadura.

(Documento aprobado por mayoría de votos, en la Junta General de 8 de
abril de 2010)

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