GUILLEM MARTÍNEZ
. .El pasado 31 de mayo el consejero de Interior de la Generalitat, Felip Puig, anunciaba la necesidad de incorporar cámaras en los cascos de los polis, para que pudieran grabar imágenes desde su punto de vista. Reconocía, vamos, que no disponía del punto de vista del resto de cámaras. En nuestra cultura un Gobierno no acostumbra a tener problemas para comunicar lo que quiera y cuando quiera. El anuncio de Puig, ¿indica que se está muriendo la CT?
La existencia del 15-M y la necesidad de informar sobre él provocan turbulencias en el espíritu post-76
La CT -o cultura de la transición- es la descripción de la cultura post-76 en la Península. Básicamente, es un modelo cultural creado en la incipiente Transición. Consiste en eliminar de la cultura cualquier posibilidad desestabilizadora y problemática. A cambio de a) no construir objetos problemáticos, b) no meterse en política, o en el trance de hacerlo, darle c) la razón al Estado; el Estado subvenciona la cultura, da honores, premios y construye el canon cultural. La cultura, así, es un elemento propagandístico de un sistema -el sistema democrático español, el mejor del mundo, etcétera-. Esta tendencia se estrena con los Pactos de la Moncloa, cuando la izquierda renuncia a otras lecturas de la democracia, y alcanza su do de pecho el 11-M, cuando el Estado consiguió imponer, durante varios días, su punto de vista, y la cultura participa en la fiesta callando o escribiendo a favor, las dos modalidades que ofrece la CT si no quieres salirte de una cultura y caer en la marginalidad. En el 11-M no fue necesario, en fin, instalar ninguna cámara en el casco de nadie.
El concepto CT empezó a formularse hace 10 años, apoyado en nociones de los Culture Studies, de las teorías de la recepción y de la comunicación, y en el ejercicio del periodismo. El periodismo consiste en controlar el poder. Y que el poder subvencione un diccionario biográfico puede ser un abuso tan grande como que subvencione / decida el teatro, el cine, o que delimite qué es información o, glups, qué es cultura.
La teoría CT es una construcción muy colectiva. Ha crecido en la red. Es un gran revulsivo. Pero también, un gran repulsivo. Los catedráticos le dan la espalda, no así el profesorado contratado. Algunos periodistas lo desprecian, otros lo usan. Los agentes y libreros no la ven. Los corresponsales extranjeros, sí. El staff de escritores y piensas de la Transición jura en arameo cuando lo mientas. Los nuevos autores y lectores no-CT, pues no.
En estos momentos, es una herramienta con la que se hace crítica a cualquier objeto cultural -pelis, libros, programas, juegos, diarios, leyes, arte-. Las generaciones nacidas en los 70 y 80 lo usan con absoluta frescura. En la Red, de hecho, ha nacido una nueva cultura, un esfuerzo colectivo contra la cultura oficial como los realizados en los años 20 o desde finales de los 50. Y que con el 15-M ha salido del ciberarmario. El pasado 4 de junio, en ese sentido, apareció en EL PAÍS una crítica, firmada por Víctor Lenore, en la que aparece por primera vez en el diario la herramienta CT.
En los días en los que Puig añoraba la CT / una cámara única, pasaron otras cosas raras, que daban la razón a Puig. Los medios no dieron un mensaje unívoco del 15-M. No fueron CT estrictos. En algunos diarios, mientras el staff de opinión hacía CT -callaba o atacaba el movimiento desde el mismo criterio que el Estado-, las redacciones informaban alejadas del poder. Una tele retransmitió una carga policial y se posicionó contra un gobierno. Un autor firmó un artículo choteándose de las maneras CT de otro -algo exótico: la CT penaliza las críticas con nombres propios-. La patología informativa generalizada no fue España. Fue, curiosamente, la ausencia de noticias de Grecia.
La CT no puede describir el movimiento 15-M con su verticalismo y su dinámica de eliminar problemáticas, marginándolas y calificándolas de no democráticas. La sola existencia del movimiento, y la necesidad de informar sobre él, está provocando turbulencias en la CT. ¿Se muere la CT? Si eso fuera así, el 15-M ya sería, por eso solo, un éxito.
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