Libertad!
sábado, 11 de junio de 2011
Unidad
Guillermo A. Zurga
Sábado, 11 de junio de 2011
Para crear unidad en el mundo hay que comenzar por cambiar la conciencia individual. Esto requiere que el intelecto humano se aleje del conflicto y la confusión
La unidad es armonía entre las personas de un grupo. La unidad se mantiene al concentrar energía y dirigir el pensamiento, al aceptar y apreciar el valor de la rica indumentaria de los participantes y la contribución única que cada uno puede hacer y al permanecer leal no sólo el uno al otro sino también a la tarea.
La unidad se construye a partir de una visión compartida, una esperanza anhelada, un fin altruista o una causa para el bien común. La unidad da sustento, fuerza y valor para hacer que lo imposible se haga posible. Junto con la determinación y el compromiso, la unidad hace que la tarea más difícil parezca fácil.
La estabilidad de la unidad proviene del espíritu de igualdad e identidad, de los valores nobles personificados en los principios universales fundamentales. La grandeza de la unidad es que se respeta a todos. La unidad crea la experiencia de cooperación, aumenta el fervor y el entusiasmo por la tarea y hace que el ambiente sea poderoso y facilitador.
En Armonía
Una reunión carece de unidad mientras no haya armonía dentro del propio ser y entre las personas del grupo. Así como un músico necesita ensayar a solas con su instrumento antes de formar parte de una orquesta sinfónica, la persona necesita soledad para estar en contacto con su capacidad, su potencial y su especialidad antes de unirse al grupo. Para que haya eficiencia individual, se necesita que haya claridad y limpieza en las motivaciones e intenciones. Mirar hacia el interior ayuda a armonizar pensamientos, palabras y acciones. La persona puede entonces adaptarse según sea necesario. Esta integración personal mantiene al individuo “sintonizado”.
La orquesta crea consonancias de sonido gracias a la combinación de las distintas cadencias rítmicas de cada uno de sus instrumentos. De la misma manera, un grupo se vuelve dulcemente armonioso cuando cada persona adopta el poder de acomodar las capacidades y especialidades de los demás; las entona con el propio ser, y luego se combina con la orquesta. La unidad se mantiene al concentrar energía para dirigir el pensamiento, al aceptar y apreciar el valor del conjunto de participantes y la contribución única que cada uno puede apuntar, y permanecer leal no sólo uno al otro sino también a la tarea. Este enfoque positivo construye gradualmente un “crescendo” a medida que se experimenta la unidad en la diversidad; y como la unidad inspira un compromiso personal más fuerte y un logro colectivo mayor, ¡se pueden crear tanto la danza como la música!
Causas de la falta de unidad
Una muestra de descortesía puede causar una ruptura en la unidad. Interrumpir a los demás, criticarlos de forma destructiva y prolongada, vigilarles o controlarles son acordes estridentes que golpean duramente los vínculos y las relaciones. El ego y la inferioridad producen sonidos disonantes. Esta disonancia puede escucharse fácilmente o de forma muy sutil, y se puede encontrar desde el dilatarse en las debilidades de los demás y en la sed de ser reconocido hasta en los celos, la inseguridad y las dudas. A veces, por detalles insignificantes, las personas se vuelven agresivas, se disgustan, se enojan o se ponen violentas; entonces se desintegran en pequeños grupos, provocando oposición y conflictos. Después se hace esencial volver a afinarse.
Una necesidad humana básica es el sentimiento de pertenencia, de formar parte de un todo unificado. La gente no quiere permanecer aislada, sin pensar en el mundo que los rodea. También es muy humano interesarse en otras personas y otras culturas así como tener un profundo sentimiento de compasión por el sufrimiento e injusticias que se infringen a los demás. Por tanto, forma parte del instinto humano el querer estar juntos y formar agrupaciones naturales o estructurar reuniones que proporcionen una plataforma común para hablar unos con otros. De esta forma, la gente aprende a conocerse, a comprenderse y a ayudarse mutuamente. Esto es válido tanto para los individuos como para las naciones. Consciente o inconscientemente, elegimos estar juntos para actuar juntos.
Hoy en día, nuestra curiosidad se satisface con la ayuda de la televisión y los medios de comunicación, porque nos traen a las personas y culturas de todo el mundo a la mismísima sala de estar de nuestra casa. Si esto no es suficiente para algunos, ¡viajar puede darnos experiencias directas! La humanidad puede enorgullecerse de sus virtudes y de su ingenuidad. Sin embargo, junto a todo lo bueno, la humanidad es igualmente culpable de sus vicios. Cuando se ven a los hermanos como “enemigos”, la energía vital se dirige de manera equivocada y el hogar de la unidad se estremece constantemente. Como resultado, la humanidad no ha podido sostener la unidad en contra de los enemigos comunes: las guerras civiles, los conflictos étnicos, la pobreza, el hambre y la violación de los derechos humanos..
El foco interno
Para crear unidad en el mundo hay que comenzar por cambiar la conciencia individual. Esto requiere que el intelecto humano se aleje del conflicto y la confusión —de manera progresiva durante un cierto lapso— para concentrarse en direcciones positivas. Tal foco interno no aísla al individuo, al contrario, hace lo opuesto: lo acerca a los demás, y en este acercamiento, en esa humanidad compartida, hay una fuerza colectiva para explorar y sostener una transformación fundamental y constructiva.
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“En el momento en que podamos conseguir una atmósfera en la que los hombres puedan trabajar juntos en armonía mientras mantengan su diversidad, puedan construir codo a codo y producir una variedad unificada, puedan unirse para conseguir la paz y al mismo tiempo promover las múltiples características que intensifican la sociedad, habremos hecho frente a nuestro desafío”.
Angie E. Brooks,
Presidenta de la Sesión Veinticuatro de la Asamblea General de la ONU, Septiembre 1969
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