Rafael Muci Mendoza
De acuerdo a la teoría griega de los humores, todos
los líquidos orgánicos estaban compuestos, en variable proporción por
sangre (caliente y húmeda), flema (fría y húmeda), bilis amarilla
(caliente y seca) y bilis negra (fría y seca). Se encontraban en
equilibrio si el sujeto gozaba de salud, pero en cambio, si existía
exceso o defecto de alguno de ellos se producía la enfermedad. En
concierto con la teoría, en toda dolencia existirían tres etapas: Una,
el cambio en las proporciones humorales causada por factores externos o
internos; le seguiría la reacción del organismo ante esa alteración, y
culminaría con la crisis final en la que el organismo acabaría con la
eliminación del humor que estaba en exceso o con la muerte.
El
mandón sufre de humor hostil, ese que pronuncia el insulto, incita a la
burla y está pleno de sarcasmo; él olvida, que si bien perjudica a los
demás, más aún lo quebranta a él al expresar y dejar entrever su baja
autoestima y minusvalía, su ausencia de empatía y su indignidad que
trata de proyectar en los demás.
Pero a la inversa, el sentido
del humor y la risa son benéficos para la salud en sus vertientes
física y psíquica. Hay que aprender a poner límites entre la realidad
que incita al desconsuelo y nuestra propia integridad: La risa sirve de
escape y brinda seguridad a nuestra psiquis. Libera tensiones, aquieta
preocupaciones, es balsámica y nos permite olvidar temporalmente las
angustias.
Bienvenidos
sean los Zapatas, los Claudios, los Laureanos, y los Weils y las Raymas
y otros, y su filoso humor dirigido a delatar las contradicciones de
los gobernantes, a facilitar la risa, con respeto hacia uno mismo y
hacia los demás. Lástima que ese humor fino y penetrante no sea
entendido por la mente simple ni permee a través de pestilentes corazas…
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