Aníbal Romero
LA
NADA
Por: Aníbal
Romero
Este
artículo fue publicado en el diario "El Nacional" de Caracas el
10OCT12.
No me sumaré al coro de felicitaciones por los reales o presuntos
logros de la oposición el pasado domingo. Hubo un avance en número de votos y reconozco el esfuerzo
realizado por el candidato unitario, su equipo, y los millones de venezolanos
que aportaron sus empeños a la causa democrática. Pero derrota es derrota
y la del 7 de octubre fue contundente. Varias encuestas lo pronosticaban
pero preferimos creer las que generaban buenas noticias, con débil
fundamento.
Me parecen
excesivos los halagos y alabanzas con relación a lo ocurrido. Como sabemos, las
expresiones de civilidad y respeto del Presidente no durarán mucho y no debería
sorprendernos una nueva ofensiva, destinada a radicalizar el proceso y cumplir
lo prometido: hacerlo irreversible.
Me preocuparon el
tono y ausencia de contenidos en las manifestaciones de varios líderes
opositores el pasado domingo, cuando aparecieron por televisión en medio de la
incertidumbre entonces imperante. Cebe preguntarles si creen que están en Suiza
o Dinamarca, en el marco de una democracia normal y mecanismos electorales
creíbles. Todos sabemos que no es así y sin embargo las presentaciones de estos
dirigentes transmitían un airecillo presuntuoso y enrarecido, así como palpable
autocomplacencia.
¿Soy acaso el único
en notar que la dirigencia opositora comienza a creer que lo está haciendo de
maravilla y a adoptar un tono irritantemente pomposo y petulante? Sonrisas y
deleite con el propio discurso se combinan con el más craso populismo en las
alocuciones de algunos de ellos.
Es cierto, hubo un avance, pero por ello se ha pagado un costo. Me
refiero a la continua claudicación ideológica de la oposición, que ha adoptado
con bombos y platillos la agenda de Chávez. No dudo que el candidato de
la unidad tenía que asumir el tema social si deseaba comunicarse con las
mayorías, pero no creo que debió hacerlo pagando el precio de dejar por completo
de lado el carácter trágico que tiene lo vivido por Venezuela estos pasados
años, presentándose como el leal competidor en un torneo equilibrado y
justo.
Venezuela se ha convertido, entre otras cosas, en el principal
soporte de la perdurabilidad del despotismo castrista, pero de ello ni una sola
palabra por parte del candidato unitario. No solamente asumió las dádivas
y subsidios como un programa permanente sino que prometió multiplicarlos y
darles carácter legal, reforzando el camino de dependencia y sumisión abierto
por Chávez a un pueblo cada día más atado al Estado paternalista y depredador.
El miedo a la abstención les llevó también a callar ante los
evidentes abusos, mentiras, desmanes y desequilibrios de un árbitro y un sistema
electoral sencillamente deleznables, que hacen prácticamente imposible una
competencia legítima y balanceada.
Me he enfrentado a
Hugo Chávez y su rumbo destructivo desde el 4 de febrero de 1992 hasta el
presente. Pero siempre le he reconocido al caudillo "bolivariano" que tiene
convicciones firmes, que no anda con rodeos ni medias tintas, y que en su alma
no hay un vacío sino una mezcla de resentimientos y disparates ideológicos que
al final se vuelven creencias, por negativas que sean. No
percibo lo mismo en la oposición. Allí siento un vacío espiritual, un ánimo de
arreglo y contemporización a toda costa, una renuencia a llamar al pan, pan, y
al vino, vino. Además, la negación del pasado en general, y de lo
positivo de la República Civil en particular, es cuestionable. Negar el pasado
es desnudar el futuro. Son actitudes que debilitan; actitudes repudiables que
revelan carencias esenciales.
Este
artículo fue publicado en el diario "El Nacional" de Caracas el
10OCT12.
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