Libertad!

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martes, 19 de mayo de 2009

LA LEALTAD

Gral. de Bgda (Ej.) Eumenes Fuguet Borregales

Lealtad… que palabra tan fácil de pronunciar u ofrecer, pero que difícil es cumplirla. En si misma, tan preciada expresión lleva implícita un verdadero compromiso, por lo demás, asociado a la fidelidad, a la confianza y la rectitud; coloquialmente decimos que la lealtad es como el embarazo, no admite términos medios, por ejemplo, no se está medio embarazado, la lealtad debe significar un ciento por ciento de aceptación y cumplimiento; es aplicada en cualquier actividad y circunstancia del ser humano. En las organizaciones piramidales, debe profesarse en un sentido bidireccional, es decir, de subalterno a superior y viceversa. La lealtad, representa más que un compromiso ineludible, ella constituye una obligación moral, es el cumplimiento de la palabra empeñada sin llegar a la sumisión, ni adoración al superior. La lealtad debe mantenerse con firmeza y constancia, porque su única recompensa es tener el orgullo y satisfacción de profesarla dignamente sin importar las consecuencias inmediatas o futuras. Lealtad es estar al lado del amigo, del jefe del superior o de la familia, sea en las buenas o en las malas. La lealtad no se improvisa, ni se impone con abuso de autoridad, mucho menos con amenazas, ni mediante actos deshonestos; lealtad es ser y no parecer. La persona leal no espera el éxito de primera mano, pero no perdona a quien se aleja por conveniencia, acto conocido como deslealtad. La lealtad representa la conducta responsable y sagrada, por su importancia cotidiana, algunos países del mundo han institucionalizado el “Día de la Lealtad”; en Chihuahua, México, podemos encontrar el Museo de la Lealtad. En otro orden de ideas nos preguntamos, ¿Cuántas personas habrán fallecido en el mundo, defendiendo la lealtad y los sublimes principios en los cuales cree y le motivan, sin esperar más retribución que el deber cumplido y la satisfacción personal?. En el Salmo 101-6 del Antiguo Testamento, se lee:”Mis ojos pondré en los fieles de la tierra para que estén conmigo”. Nuestro Libertador, en carta al Presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada el 10 de julio de 1815, le escribía: “...El que abandona todo por ser útil a su patria, no pierde nada y gana cuanto le consagra...”. Digno ejemplo de lealtad lo encontramos en el egregio general Rafael Urdaneta, quien por su fidelidad a toda prueba al libertador, tuvo que sufrir de persecuciones y destierro, y en su honor, con motivo del regreso a Caracas de los venerados restos del Padre de la Patria, funda el 28 de octubre de 1842, día de San Simón, la Gran Sociedad Boliviana, futura Sociedad Bolivariana de Venezuela. Desempolvando algunos libros, logramos conseguir una valiosa carta, datada en la época de la Revolución Legalista, que dirigiera el general Joaquín Crespo al Presidente Raimundo Andueza Palacios, cuando lo derrocaba; aquella comunicación, por su contenido, viene como anillo al dedo al tema en cuestión:

Puerto Cabello 18 de julio de 1892
Señor general S.L
El Palito

Extraño me ha sido recibir en estos momentos su carta que contesto, y que con el titulo de amigo me dirige, toda vez que entre nosotros no ha habido relaciones de ningún género, ni nos hemos cruzado jamás un saludo, y más extraño me ha sido en el sentido que usted lo hace. A hombres de mi condición, que sirven con absoluta lealtad a una causa, no se le hacen semejantes proposiciones, que llenan de vergüenza a quienes la aceptan, y de infamias a quien la dirige. Usted general, se ha equivocado conmigo, yo no soy de esos pusilánimes, que sin fe en el corazón y criterio en la mente, abdican de sus deberes en los momentos de prueba y de conflictos. Yo no soy como esos hombres que en la política hacen como los jugadores de oficio, jugar con las barajas. Si usted y sus compañeros de armas para mayor triunfo y mayor gloria, les hace falta que un traidor más vaya a engrosar sus filas, no es a mí a quien deben buscar, porque sostenedor de un gobierno que me honra de su confianza, sería mas digno caer con él, vencido, que asistir al festín de sus vencedores lleno de envilecimiento y vergüenza…Guardo su carta para enviársela envuelta en los tacos de un cañón.

Firmado:
Coronel J.C.F

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