Libertad!

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Antonio Cova Maduro // Vientos de proa

La vacuna contra el chavismo será la más eficaz de cuantas hemos conocido
Si, como saben los marineros y lo confirma nuestro infaltable DRAE, un viento de proa es "el que sopla en dirección contraria a la que lleva el buque", entonces parece que es este viento y no el de popa el que sin cesar encuentra el buque del "proceso", (como gusta llamar la secta chavista a su arroz con mango) ese que, sin saber muy bien de qué se trata, pretenden imponerle al país. Para comprender mejor este asunto, hemos de conectarlo con otro elemento muy importante en los tiempos que vivimos: el fuego.
Como los noticiarios nos hacen ver cada verano -en California y en la perenne Grecia, por no hablar de Australia, España y Portugal- los fuegos voraces se han convertido en una plaga casi peor que los huracanes. Aparecen, devoran todo lo que encuentran a su paso y se extinguen sin darnos sus razones. Pero cada vez que hay un fuego, la tierra exhausta sirve de escenario a incontables historias de dolor, al tiempo que nos habla de tragedias futuras. Nos grita, incluso, algo terrible: las cuitas de aquellos que encuentran un morboso y trágico placer en iniciarlos, sin tener poder alguno para extinguirlos. Cuántas veces no hemos oído en las noticias que, cuando no queda nada por achicharrar, tras el humo aparecen señales de algún ser a quien el fuego agarró desprevenido.
Sólo quedan, mudas, sus cenizas. Las noticias casi siempre concluyen con la afirmación de que ese cuerpo, del que sólo quedan huellas, muy posiblemente era del pirómano que lo inició. Un viento contrario -un viento de proa, diríamos- dio cuenta de él. No le permitió escapar, no le dio tiempo a salvarse de su Frankestein. Fue más rápido que él y allí yace la prueba.
Y esto del pirómano atrapado por el mismo horror que creó y que no le dio tiempo a huir viene a cuento por algo que no logro erradicar de mi memoria. A lo mejor se lo debo a la habilidad narrativa de Francisco Faraco, quien lo supo de primera mano, de boca de su autor. Contaba Faraco en una entrevista radial, a los pocos días de su fallido nombramiento como presidente del Banco Central -buen ángel de la guarda tenía, que lo protegió de tal desventura- que en su conversación con el presidente Chávez, éste le había comentado que, "a Venezuela, doctor, hay que pegarle candela por los cuatro costados". Nunca supe si llegó a añadirle: "Y al pirómano, usted lo tiene delante&".
Años después, nadie que tenga sesos y algo de perspicacia pondría en duda que aquella candela es mucho lo que ya ha quemado; pero tampoco tendrían dudas de que los vientos que soplan (y que tan decisivos son para imponer al fuego direcciones que nadie previó) bien podrían ir directo a los pirómanos. Tantas veces la historia ha contemplado ese giro perverso, que una vez más no sería sorpresa alguna.
Quien cada día que pasa, con su inextinguible antorcha se asoma por cualquier rincón de la comarca a encender un nuevo pajonal, no tiene garantía alguna de que el viento le siga siendo favorable. Ese viento, cualquier día de estos, puede girar en redondo y rodearles, sin darles chance de escape alguno. El pirómano y sus cómplices ya llegaron a los rincones de las industrias, ya encendieron barcazas en el mar, ya no hay campo de cultivo que no haya caído víctima del pasto de las llamas; ni hay corral de aves, cerdos y ganado al que no llegue ya su aterrador ardor. Y mientras, esparcidos por este campo achicharrado, los casi treinta millones de venezolanos esperan a ver en qué concluye todo.
Ya el fuego arrasó Guayana y la Costa Oriental del Lago, mientras avanza por Anzoátegui. Su último target: los inmensos depósitos de gas que le hacen la boca agua al infeliz presidente de la española Repsol ¿Cree él, sinceramente, que los buitres de Pdvsa le dejarán un hueso sano? Para estos tontos europeos es una desgracia no ver el fuego desde su origen, sino desde el otro lado del océano. Lo peor de este fuego arrasador es que acabó con los depósitos de agua que podrían ahogarlo antes de que llegue a su objetivo final: los pirómanos.
Y si la hubiera, nada ayudan los bomberos de la secta gobernante: no dejan de confundir el agua salvadora con gasolina, (la misma que piensan donar a Irán) con la ilusión de apagar el fuego que ya les quema. El carácter purificador que los pirómanos creyeron tendría ese fuego, terminará por purificarlo todo.
Y lo hará profundamente; tanto que una vez que haya concluido su obra devastadora, la vacuna contra el chavismo será la más eficaz de cuantas hemos conocido. Ya lo verán, hombres de poca fe. antave38@yahoo.com

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