Libertad!

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miércoles, 31 de marzo de 2010

Experiencias vividas

Por: Pompeyo Márquez


Hemos llegado a comprender que lo más difícil para una dirección política es dominar el curso de una crisis política, sus alzas y sus bajas al tomar en cuenta que nunca será una línea recta sino llena de accidentes de la más variada naturaleza

A lo largo de una vida política plena de experiencias, tanto negativas como positivas, vale decir de éxitos y de errores, hemos llegado a comprender que lo más difícil para una dirección política es dominar el curso de una crisis política, sus alzas y sus bajas al tomar en cuenta que nunca será una línea recta sino llena de accidentes de la más variada naturaleza.

Tomar el pulso de la crisis y precisar sus "temperaturas" requiere toda una objetividad en sus incidencias y apreciaciones. Lo fundamental es precisar bien el objetivo. En nuestro caso es derrotar el autoritarismo totalitario y alcanzar un funcionamiento democrático de la sociedad venezolana. Ese es el objetivo. Luego precisar con acierto cuál, o quién, es el obstáculo principal, que debe ser desplazado para poder abrir cauce a la conquista del objetivo democrático.

La teoría indica, además, que entre los tantos peligros que se corren hay que destacar dos de los cuales dependen muchos más. Uno, adelantarse al proceso de la crisis. Dos, quedarse a la zaga de los acontecimientos. Son fatales ambos errores. Aunque cuando la crisis es profunda ella vuelve a aparecer con nuevas modalidades. Pero se retardan las soluciones.

En el caso venezolano vivimos una conmoción de la sociedad. Una minoría con elementos de fanatismo y de dogmatismo trata de imponerle a la inmensa mayoría un nuevo modo de vida. Un 86% rechaza el modelo cubano; el 70% aspira a una democracia social. Un 76% está en contra de las estatizaciones que se traducen en una destrucción del aparato productivo, en mayor desempleo y en altos porcentajes de importaciones. El corazón de la crisis se ubica en el rechazo a una autocracia militarista con tendencia totalitaria al estilo cubano. En consecuencia la crisis no se comenzará a solucionar mientras la sociedad venezolana no inicie su funcionamiento democrático.

Ello implica respeto a la Constitución Nacional que ordena que Venezuela es y será para siempre democrática y en ninguna parte reza que será autoritaria, militarista, "socialista" a lo Chávez. Estamos ante una propuesta atrasada, fracasada donde quiera que se haya aplicado. Hay nuevas modalidades de la lucha de clases, y es la democracia que aporta mecanismos para que ésta se lleve a cabo sin guerra civil, sin violencia.

A la dirección política de este período le atañe una gran responsabilidad. Ni adelantarse, ni atrasarse. Precisar bien los objetivos. Los adversarios, los nuevos actores. Actuar con audacia y amplitud, con una visión de país, tener a Venezuela en primer término, a sus grandes mayorías Preparar las condiciones para una transición pacífica.

Apoyarnos en nuestras tradiciones históricas. A menudo acudimos, con propiedad, a los casos español y chileno, pero existe una historia venezolana que se remonta a 1903. No nos cansaremos de repetirla. Desde 1903 hasta el presente el país no ha vivido una confrontación violenta, sangrienta.

Volvemos a recordar lo sucedido en 1908 con el paso de Castro a Gómez, sin guerra. Después de 27 años de dictadura gomecista llegó la transición de López-Medina. Tras 10 años de dictadura militar con Larrazábal se abre toda una etapa que comienza a cambiar a partir de 1999 con la nueva autocracia militarista.

Ahora debemos organizar y preparar la nueva transición pacífica de la autocracia militarista a la democracia. Esa es la perspectiva que debemos propiciar. Los responsables de la violencia son los que están en el poder, su desalojo de él traerá la paz y la reconciliación democrática de los venezolanos.

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