Libertad!

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viernes, 12 de marzo de 2010

Luego de 50 años...

Rafael Muci-Mendoza
Nadie sabe quién soy, nadie me conoce, a nadie le importa...
¿Fue solo ayer? Decirlo: lugar común. Con mis compañeros, jovencitos y llenos de temores e ilusiones inicié el escabroso camino de la medicina, ese que nunca termina. Largas jornadas aprendiendo las bases de la profesión; noches en vela memorizando y recordando un nuevo código de palabras, nuestro idioma. Lacerante dolor de no poder hacer nada ante la enfermedad y la muerte, mucho más fuerte que nuestras escasas fuerzas.
La muerte, ese incómodo personaje al que deseamos ignorar, siempre rondando las salas hospitalarias. Vemos morir hombres, vale decir, a nosotros mismos, pues en realidad, es a quienes vemos morir. "Si puedes curar, cura; si no puedes, alivia; si no puedes aliviar, consuela". Luego de un concurso de credenciales entré como interno en el Hospital Vargas de Caracas, corría el año 1961. Y desde entonces, allí he fijado mi querencia. La palabra jubilación no existe en mi diccionario. A pesar de la mala vida, jubilarse del hospital porque está viejo y disfuncional, sus pacientes y sus estudiantes, es renunciar a la vida, y la vida sin vida no es vida. Veo doquier el desgaste y la destrucción infligida por sus propios hijos; si no han colaborado para matarlo al menos han contribuido con su indiferencia.
Es duro entrar cada día al hospital que ya no te recibe con afecto; el portero no contesta tus buenos días, puesto allí para entorpecer, no para ayudar al dolido. ¡Dé la vuelta y entre por la otra puerta!, le dicen a una viejita bizcochuda. Dadle poder a un hombre y verás de qué está hecho. El sufriente pregunta por mí. Ese señor no trabaja aquí. Es la respuesta. Nadie sabe quién soy y luego de cincuenta años, nadie me conoce, a nadie le importa...
Es difícil consolar cuando el consuelo no nos alcanza a nosotros mismos.

rafael@muci-com, rafaelmuci@gmail.com

http://www.eluniversal.com/2010/03/11/opi_art_luego-de-50-anos..._1787257.shtml

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