-Alberto Rodríguez Barrera-
Sabemos
que el poder intelectual tiene pocos adeptos –y menos en el chavismo-,
pero el futuro está en una sociedad más inteligente, más ilustrada, para
la era postnegocios; es el resultado de una evolución que pasó del
trabajo “con el sudor de la frente” al trabajo industrial y, finalmente,
al trabajo intelectual. De los conocimientos como adorno pasamos al
conocimiento como necesidad. El chavismo aun no ha llegado al trabajo
con el sudor de la frente, y ahí donde el mundo ya rompió con el pasado,
hoy el pasaporte que vale es del conocimiento y la educación para el
mundo de hoy y del mañana, ahí donde los “negocios” ya no son la
principal avenida para progresar, como era antes. Hoy los empleos y las
oportunidades están con el trabajo ilustrado, como nuevo grupo al que se
desplaza la gravedad de la sociedad, con nuevos valores y expectativas.
“Porque la tiranía es una especie de monarquía que sólo tiene en mente el interés del monarca;
la oligarquía el interés de los rico; y la democracia el interés de los necesitados...”
Aristóteles
El dinero y los negocios, así como la economía, tienen en el chavismo un
significado que se acerca mucho a la rapiña, bien lejos de la intención
de crear y mantener las condiciones adecuadas para una economía fuerte y
sana. Es como una rebatiña guiada por vaivenes hormonales, como “kinos”
que uno u otro gana sin el más mínimo esfuerzo, y que se traducen en
la acumulación de lujos materiales. Pareciera que no tienen conciencia
de los cambios modernos que persiguen las políticas económicas.
Con las gríngolas puestas sólo para ver un simple punto rojo bamboleando
ante sus ojos, el chavismo vive ajeno a las esencialidades que hoy
constituyen las estructuras económicas: productividad, competitividad,
perspectivas gerenciales a largo plazo en vez de a corto plazo, mezcla
industrial, el papel y la organización de la investigación, las
relaciones gobierno-negocios, las relaciones industriales correctas,
etc. El chavismo ignora que estas son las determinantes de la realidad
económica; ellas son las las que hoy deciden “la riqueza de las
naciones”; no las inventivas cíclicas a corto plazo que –como la
buhonería, gran obra del chavismo- es un mareo multiplicado de borrosos
punticos rojos.
Para la ciencia económica nacida en los años 70 del siglo 19, la varita
mágica de los economistas fue “los beneficios para el consumidor”,
cuestión que 100 años más tarde generó protestas contra la exacerbación
de “el consumismo”. La realidad de hoy es que debilitar la concentración
en el consumidor fomenta la manipulación de precios, el monopolio y la
ineficiencia, lo que hace el chavismo, perjudicando el empleo en vez de
protegerlo, porque no toman en serio los impactos de la productividad y
de la competitividad, atendiendo sólo a su centralización borracha.
Los países que tienen éxito económico pasan de maximizar beneficios a
corto plazo al consumidor a la política ideal de equilibrar el interés a
largo plazo en la productividad y la competitividad, limitando cada una
a la otra, porque la racionalidad económica indica que son los
consumidores los que crean inversión, capacidad productiva y riqueza.
Todo ello implica complejidades técnicas que no contienen los “cogidos a
lazo” que en el chavismo “juegan” a “controlar” la economía.
Sabemos que el poder intelectual tiene pocos adeptos –y menos en el
chavismo-, pero el futuro está en una sociedad más inteligente, más
ilustrada, para la era postnegocios; es el resultado de una evolución
que pasó del trabajo “con el sudor de la frente” al trabajo industrial
y, finalmente, al trabajo intelectual. De los conocimientos como adorno
pasamos al conocimiento como necesidad. El chavismo aun no ha llegado al
trabajo con el sudor de la frente, y ahí donde el mundo ya rompió con
el pasado, hoy el pasaporte que vale es del conocimiento y la educación
para el mundo de hoy y del mañana, ahí donde los “negocios” ya no son la
principal avenida para progresar, como era antes. Hoy los empleos y las
oportunidades están con el trabajo ilustrado, como nuevo grupo al que
se desplaza la gravedad de la sociedad, con nuevos valores y
expectativas.
Las nuevas formas que evolucionan se basan en la información, en
conocimientos que se han convertido en capital para el desarrollo, por
más que el chavismo lo ignore. En todas las áreas laborales es el
trabajador capacitado el que está fijando los valores y las normas de la
sociedad, afectando lo que entendemos por conocimientos y la forma en
que aprendemos y enseñamos. En esto hay un mar profundo sumamente
diferente a la “escuela del chavismo” que aun cree que con sólo soplar
se hacen botellas, y andan como el lobo feroz soplando para destruir.
No se trata de que los negocios sean un anacronismo que haya sucumbido
ante el comunismo. Por el contrario: sucumbió el comunismo al desviarse
del camino capitalista. Lo que ha sucedido es que hasta en los estudios
universitarios la palabra “negocios” ha sido sustituida por
“administración”. Ahora el acento está en la adopción de sistemas
administrativos eficientes, y la facultad de administración en el mundo
contemporáneo recalca conceptos y habilidades aplicables –y muy
necesarios- para cualquier actividad bien organizada en la sociedad.
Esto fue lo que falló en el derrumbe de la Unión Soviética, donde
Gorbachov fracasó intentando restaurar el impulso económico en el
subdesarrollo singular con que capituló la URSS.
El éxito de la eficiencia administrativa permite darnos el gusto de satisfacer necesidades distintas no económicas:
salud, educación, menos explotación laboral... Es una herramienta, no
una forma de vida. Ya los capitalistas a que se refería Marx
(Rockefeller, Krupp, J.P. Morgan), que eran dueños de los medios de
producción, magnates de 1900, no existen; o mejor dicho, si hoy
desaparecieran los super-ricos del mundo, la economía mundial ni
pestañearía. Más importaría lo que suceda en las organizaciones
sindicales que, como en Estados Unidos, son el bloque más grande de
propietarios de la industria norteamericana.
El conocimiento es lo que hace libre al trabajador, sea secretaria con
un procesador de palabras, geólogo, entrenador de personal, ingeniero
industrial, matemático, contador, enfermera, vendedor; no dependen del
empleador, y lo que saben tiene múltiples aplicaciones.
La ineficiencia administrativa del chavismo es que –más que la
generación de empleos y la capacitación- priorizan el volumen de
buhoneros y de “becarios” para que actúen como “sirvientes” sumisos.
Pero era antes y excepcionalmente que se podía llegar a la cima sin
instrucción, como con Henry Ford (obrero), J.P Morgan (desertor
universitario), Gottlieb Daimler (obrero). Hoy, los “negocios” del
chavismo tienen la cima en un enriquecimiento ajeno a los negocios de
eficiencia administrativa, como corresponde a los “negocios” enraizados
en la falta de talento, de aspiraciones sociales y de perseverancia.
Cuando hay conocimientos genuinos, la única subordinación está en el
desempeño.
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