Libertad!

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miércoles, 16 de julio de 2008

Roberto Giusti // El odio como sistema

Cada día todos nos jugamos un numerito en la lotería de la muerte
Pese a todas las evidencias en contra, el Gobierno chavista ha puesto un especial cuidado en cultivar su imagen como promotor y defensor de los derechos humanos. La violencia, en este caso retórica, con la que niegan y pretenden rebatir cualquier denuncia que haga responsable a militares o policías de asesinatos, represión o tortura, da fe del remilgo y la hipocresía de un discurso completamente divorciado de la realidad. Una cosa es lo que dicen y otra la que hacen.
La masacre del 11 de abril y el asesinato del fiscal Danilo Anderson constituyen, apenas, dos de los más sonados episodios porque, después de largos años de supuestas investigaciones, falsos testimonios y todo tipo de triquiñuelas para impedir que resplandezca la verdad, los crímenes continúan impunes y mientras los verdaderos culpables andan libres y protegidos por una maciza cortina de impunidad, hay inocentes presos o exculpados, en todo caso, gracias a la perseverante denuncia de los medios y de los periodistas.
En realidad, el odio y la violencia están inscritos en el código genético de este régimen, aparecen en su origen, se desarrollan en su razón de ser, forman parte de un sistema donde los grupos de exterminio, las organizaciones paramilitares, el discurso disolvente, el uso de la fuerza para imponer la razón, la intolerancia para aceptar al otro y la agresividad para taparlo todo y decir "yo no fui", han convertido al país en escenario de un macabro acertijo donde cada día todos nos jugamos un numerito en la lotería de la muerte.Provocación El asesinato del estudiante merideño Douglas Rojas Jiménez no resulta sólo el último crimen de esta rutina ya insoportable, sino la provocación a un movimiento, como el estudiantil, que no parece dispuesto a dejar pasar el hecho y a olvidar. Y no se trata de una postura política para sacar provecho sino de un sentimiento de hastío, que sintetiza la actitud de todos los venezolanos, incluyendo los chavistas, hacia una situación que ya no se puede seguir soportando sin salir a protestar para que se le ponga fin al baño de sangre.
Los estudiantes vuelven a la calle y lo hacen, una vez más, como respuesta indignada ante una injusticia, una muerte, que, en el fondo, es la de los 13 mil que caen cada año en todo el país. Y no se trata de la manifestación sectorial de un grupo de muchachos, sino de una causa nacional, como hace poco más de un año lo fue la lucha por la libertad de expresión, luego del cierre de RCTV, dirigida a provocar cambios ante una situación ya insostenible. Está visto, si eres un asesino no puedes pasar por inocente arcángel. Así que la mejor manera de aparecer como estandarte de los derechos humanos es respetándolos.
rgiusti@eluniversal.com

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