Libertad!

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viernes, 26 de septiembre de 2008

Un receso en la revolución

Paulina GamusJueves,
Como la horda invasora bautizó nuestro inolvidable amigo Manuel Alfredo Rodríguez, a los gobernantes de la Causa R en el Estado Bolívar durante la gestión de Andrés Velásquez. Y, por extensión, aplicó esa misma calificación a sus parlamentarios en el Congreso de la República. Pasarían unos años antes de que ese partido se dividiera; en el grupo escindido que se llamó Patria para Todos (PPT) quedaron muchos de quienes luego serían seguidores del proyecto chavista. Aquella “horda”, como correspondía a militantes de una izquierda radical y combativa, se comportaba de forma grosera, desinhibida y retadora. Su poco respeto por los modales se extendía a la moda porque vestían de la manera más desaliñada, se negaban a usar corbata para asistir a las sesiones de las Cámaras y en algunos casos hasta saco.
En medio de aquellos mal vestidos y peor encarados parlamentarios desentonaba por su elegancia, realzada con un fino bastón, el senador Alí Rodríguez Araque a quien no hace falta presentar. Jamás abandonaría su porte ni siquiera forzado por los distintos cargos que ha desempeñado en el gobierno de Hugo Chávez. No sé si en alguna oportunidad se habrá uniformado de rojo como lo hace toda la corte del faraón, soy alérgica a las cadenas y peroratas del susodicho y apenas las veo de reojo cuando salto a otros canales.
Ya consumada la victoria electoral del teniente coronel Chávez Frías, se instaló el efímero Congreso en enero de 1999. Muchos de los desconocidos senadores chavistas nos miraban a los bipartidistas, puntofijistas o como quisieran llamarnos, como gallina que mira sal. Pero había uno en el que la mirada no era de desconfianza o antipatía sino de odio: chorros de hiel le salían por los ojos. Si uno decidía examinar el resto de su anatomía se encontraba con un atildado personaje que -poco despegado del suelo- parecía compensar su escasa estatura con unos trajes, camisas y corbatas de primera calidad y mejor gusto. Indagué un poco y aquel incendiario soldado de la revolución se llamaba William Izarra, era un teniente coronel de la aviación pero en situación de retiro y siempre había sido afecto al golpismo. Sus desvelos revolucionarios eran más parecidos al nacional-socialismo de Norberto Ceresole que a cualquier otra ideología de izquierda.
Pasó el tiempo, ocupó cargos en el gobierno de los primeros días, se salió o lo salieron, formó tienda aparte, se postuló para algo que ya ni recuerdo como opositor a Chávez y al final -como un Arias Cárdenas cualquiera- volvió al redil del Proceso porque de algo hay que vivir y vestirse bien cuesta cada vez más dinero.
Una amiga me sorprende enviándome por e-mail un video Youtube en el que se reseña desde el principio hasta el final, el enlace matrimonial del comandante en situación de retiro William Izarra con una joven en avanzado estado de gravidez. Ese no es el tema ya que cada vez se hace más común y a nadie debe importarle. El tema es el lugar donde se realizaron la ceremonia y el festejo: la Quinta Anauco Arriba, una mansión del siglo XVII llena de historia. Es la edificación más antigua de Caracas y fue construida en 1632 por el Capitán Juan Sánchez Morgado, primer alcalde ordinario de la ciudad.
El oficiante de la boda civil fue otro alcalde mucho más ordinario, Freddy Bernal, quien con su dicción atropellada hizo saber a los invitados que esa era la primera vez en cuatrocientos años que se celebraba una boda en el histórico lugar. Todo lo demás: las promesas de amor eterno del novio, las lágrimas de la novia, los buenos augurios y deseos de los invitados entrevistados uno por uno, son cosas del común.
Lo que si se salió de todos los marcos fue ver -en el mismo imperdible video- a novios e invitados meneando el esqueleto al compás de un merengue dominicano, nada menos que en el patio donde los esclavos del alcalde capitán Sánchez Morgado echaban el lomo puliendo los mosaicos y donde les servían refrigerios al funcionario colonial y a sus huéspedes. Y uno se pregunta ¿Acaso el alcalde y capitán español Sánchez Morgado era socialista? ¿Aceptaría el susodicho alcalde capitán español que se le expropiara esa casa por uno de los 26 decretos de la Ley Habilitante? ¿No era el mencionado funcionario un exponente del Imperio español que arrasó con las tierras colonizadas y masacró a los aborígenes? Caramba, uno se devana los sesos tratando de comprender para qué las turbas chavistas (con el beneplácito del alto gobierno y ayuda del ordinario alcalde Bernal) tumbaron la estatua de Colón y la volvieron trizas. Difícil entender unsocialismo al que le encanta hacer saraos en sitios de tanto abolengo colonial, pero que cambió el 12 de octubre Día de la Raza por el Día de la Resistencia Indígena. Y no se comprende tanta inquina contra los conquistadores y colonizadores españoles para terminar cepillando el piso de aquella aristocracia, con un merengue apambichao.
Si la boda del comandante Izarra es como dijo el ordinarísimo alcalde Bernal, la primera que se celebra en la Quinta Anauco Arriba en los últimos cuatrocientos años ¿Tendremos todos los caraqueños acceso a esa nueva agencia de festejos? ¿Me la alquilarían para el matrimonio de uno de mis nietos o para un cumpleaños? ¿Cuánto le cobraron al ideólogo del socialismo del siglo XXI, comandante William Izarra, por el alquiler del local? ¿Habrá que ser revolucionario, maoísta, fidelista, estalinista, indigenista, putinista o simplemente bernalista mientras dure Bernal? ¿Existirá alguna junta de conservación -no de los derechos de Fernando VII, Rey de España- sino del Patrimonio Histórico de la ciudad al que la Quinta Anauco Arriba pertenece desde 1970? Son preguntas que jamás serán respondidas. Pero desde ya puedo augurar que donde aún salen fantasmas de funcionarios del cruel Imperio español, se celebrará el babyshower del nuevo vástago del revolucionario comandante Izarra.

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