Libertad!

Libertad!

lunes, 21 de junio de 2010

La vuvuzela

EDGARDO MONDOLFI GUDAT
A turden como una colonia de abejorros. Son despiadados como el trompeteo de un elefante en celo. Y, en caso de que los símiles zoológicos no convenzan, ocurre que el sonido de una sola es capaz de generar más decibeles de lo que puede hacerlo una sierra mecánica. Me refiero a la vuvuzelas, las trompetas de plástico derivadas del cuerno de guerra zulú que nadie, que no sea sordo, habrá podido dejar de percibir al fondo del televisor, aunque nos separen miles de kilómetros de los estadios surafricanos. De hecho, si en las transmisiones del Mundial se les siente como un ulular sin tregua que emerge más allá de la cancha, habrá que imaginarse lo que debe ser el efecto en vivo de cientos de vuvuzelas sonando al mismo tiempo en manos de aficionados enardecidos o, en todo caso, dispuestos a hipotecar los pulmones, desde el saque inicial hasta pasado el pitazo de cierre.

Para decirlo claramente, la vuvuzela ha sido la pesadilla particular del Mundial 2010. Y no exagero, puesto que las crónicas así lo confirman. No sólo se ha convertido en una tortura para la otra mitad de los espectadores que no maneja el instrumento, sino que ha planteado serios problemas de comunicación dentro de la cancha. Pongo el ejemplo de un jugador a quien le pitaron fuera de juego, pero que al no poder oír por la algarabía de las vuvuzelas siguió de largo y terminó con una tarjeta amarilla.

Un caso similar le tocó a México en su juego inaugural: según la agencia de noticias DPA, ocurrió que frente una clara posición de gol, uno de los mexicanos pidió el balón a un compañero que nunca lo oyó. Los jugadores no escuchan al árbitro, ni tampoco oyen a sus directores cuando, a voz en cuello, intentan plantear alguna variante estratégica. Nadie escucha a nadie, en realidad. El único que parecía preparado para sortear tal situación era el técnico danés Morten Olsen, quien por ser tan sordo como una tapia, tiene a su equipo acostumbrado a moverse al son de señas.

Pero eso tampoco lo salvó de la derrota ante Holanda. Los serbios, que a mi juicio tuvieron problemas para controlar la pelota, no mostraron empacho en acreditarle la suya ante Ghana al rugido de las vuvuzelas. En algún momento, antes del Mundial, se intentó prohibirlas durante el torneo. Pero, como declaró un aficionado surafricano: nadie me quita mi vuvuzela. Hay que tomarlo pues como un problema cultural. Sería como despojar a los hinchas europeos de sus cantos de guerra.

napellido@el-nacional.com

No hay comentarios: