The Symbolic Life, el tomo 18 y último de las Obras reunidas en
inglés del pensador suizo Carl Gustav Jung (Universidad de Princeton),
recoge artículos, conferencias y papeles misceláneos. Ahí se recoge una
entrevista que otorgó en 1945 a Mishmar, periódico de Tel Aviv (pp. 604-605).
Interrogado sobre cómo juzgaría a Hitler como “paciente”, Jung responde:
Desde mi punto de vista Hitler fue sobre todo un histérico.
(Así se le había diagnosticado oficialmente desde la primera guerra
mundial.) Estaba aquejado, más en particular, por una subforma de la
histeria que se llama pseudologia phantastica.
En otras palabras, era un “mentiroso patológico”. Si bien una persona
así no comienza directamente como un
engañador, es el tipo de idealista que está siempre enamorado de sus
propias ideas y anticipa sus fines presentando a sus deseos-fantasiosos
en parte como fáciles de lograr y en parte como ya logrados, y que cree
él mismo en sus propias, obvias mentiras. Para conseguir la realización
de sus deseos-fantasías considera que ningún medio es demasiado malo si
le ayuda a lograr su amado objetivo. De hecho “cree” que actúa en
beneficio de la humanidad, o por lo menos en beneficio de su nación o su
partido, y es incapaz, bajo ninguna circunstancia, de advertir que su
objetivo es de una naturaleza invariablemente egoísta. Como se trata de
un defecto muy común, al lego le resulta difícil
la psicopatía de estos casos. Dado que sólo una persona convencida es
de suyo convincente, por contagio psíquico, la regla es que ejercite una influencia devastadora sobre sus contemporáneos.
--¿Cómo pudo un “psicópata” influir a ese grado sobre toda una nación?
Si
su maniaco sistema deseante es también un sistema sociopolítico, y si
coincide con las ideas caras a la mayoría, se produce una epidemia
psíquica que crece como una avalancha. La mayor parte del pueblo alemán
estaba descontento, acariciaba sentimientos de venganza y resentimiento
nacidos de su complejo de inferioridad nacional y se identificaba con
“los de abajo” (underdogs). De ahí su odio especial y su envidia de los judíos, que se les anticiparon con la idea del pueblo elegido.
--¿Considera usted a los contemporáneos de Hitler, a quienes ejecutaron sus planes, igualmente “psicopáticos”?
La
sugestión opera sólo cuando hay un deseo secreto de cumplirla. De ese
modo Hitler fue capaz de trabajar a todos los que compensaban su
complejo de inferioridad con aspiraciones sociales y sueños secretos de
poder. El resultado fue que logró rodearse de un ejército de inadaptados
sociales, psicópatas y criminales como él. Pero al mismo tiempo cautivó al inconsciente de las personas normales,
que suelen ser ingenuas y se consideran del todo inocentes y justos. La
mayor parte de la gente “normal” es ridículamente inconsciente, ingenua
y dispuesta a colgarse de cualquier sugestión. En la medida en que una
incapacidad de adaptación es una
enfermedad, se puede considerar que una nación completa puede estar
enferma. Pero esta es psicología de masas normal, un fenómeno de rebaño,
como el pánico. Mientras más gente vive amontonada, más estúpido y
sugestionable el individuo.
Y de ser esto así, ¿cómo se cura?
Con
educación para lograr una conciencia plena. Previniendo la organización
social en forma de rebaño, la proletarización y la mentalidad de masas.
Impidiendo los sistemas monopartidarios. Impidiendo las dictaduras.
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