Jesús Alfaro
El Protestantismo es la consecuencia del cisma de la iglesia
católica en el siglo XVI siguiendo las ideas de Martin Lutero en Alemania y que
se extendió a los países nórdicos de la vieja Europa. En Inglaterra un rey lo
transformó en anglicanismo y le sirvió como excusa para su cuarto divorcio.
Demás está decir que este Rey llamado Enrique VIII estaba rematadamente loco,
porque eso de casarse 5 veces en menos de 15 años no es nada sensato.
Protestar es hacer público el no estar de acuerdo con alguna
situación y también a la declaración de fe ante un público se le llama
protesta, o sea, los creyentes del protestantismo son doblemente protestones
porque protestan la autoridad de la iglesia de Roma y hacen libre protesta de
su creencia. ¿Está claro?
En los tiempos actuales la PROTESTA está en concordancia con
revuelta y por eso las mismas son un llamado a la presencia de la policía,
quienes ahora llevan rolos electrónicos y se disfrazan de Tortuguitas Ninjas,
para despistar. La protesta es el arma de los sindicatos y de los estudiantes.
Curiosamente en los Estados Unidos las protestas son super tranquilas, se
sitúan enfrente de la sede done trabajan y se limitan a dar vueltas en un
círculo, portando palitos que en una pancarta pegada en su parte superior
muestran este letrero: ON STRIKE. No hablan ni dicen nada, pero este silencio
ha tumbado gobiernos.
Como buenos parejeros los venezolanos nos hemos ido sumando
a esta tendencia de beligerancia civil. La protesta está de moda en Venezuela.
Hay protestas de los bebés en sus cunas contra las madres que se les olvida
darles su ración de cariño y alimento. Hay protestas de los niños contra la maestra
regañona. Protestas de los jóvenes contra el profesor de matemáticas, que raspó
sin miramientos a todo el curso. Protestas en las Universidades pidiendo mayor
presupuesto al gobierno maula y lo último es la protesta de chavistas contra chavistas,
contra los que están alrededor del MICOMANDANTE, porque engañan al pobrecito y
no les pagan sus estipendios “misionales”. Esta protesta tiene una
característica y es la obligatoriedad de usar camisa roja, mostrar fotos del
ausente y una que otra banderita tricolor por aquello de que la policía no los
confunda con escuálidos pagados por el imperio y les entren a rolazo limpio.
En mis tiempos mozos formé parte de las protestas contra los
militares que eran el enemigo común de la época. Había que usar blue jeans,
zapatos de goma para no resbalar y llevar un pañuelo con una botellita de agua
avinagrada, que nos protegía de los estragos de las bombas lacrimógenas.
Piedras y una ocasional china hecha de palo de guayaba, completaban el
armamento de lucha. La posibilidad de regresar a casa con un peinillazo marcado
en el rabo estaba entre los riesgos.
Ahora las cosas han cambiado, la protesta es sinónimo de
echarse en el suelo, ya es usual llevar una colchoneta y desenrrollarla en el
medio de la calle, pelar por el celular y llamar a Globovisión.
Tanto oposición como chavistas usan el mismo método, estos
últimos haciendo hincapié en que llaman a la tele opositora porque la
estaciones del estado no les paran ni bola. Pero la protesta ahí va.
Ver a los estudiantes en la protesta emociona, arriesgan su
seguridad por los principios que sustentan. Reclaman por los derechos
ciudadanos. Ver la protesta chavista es deprimente, porque solo responden a las
peticiones personales no satisfechas. Es una especie de súplica para la dádiva
ofrecida y no cumplida.
Recuerdo en los años sesenta al edificio de la Creole en Los
Chaguaramos, emanaba un aire de seguridad, sus empleados eran los mejores
remunerados del país. Hoy ese edificio alberga a la UniverCidad Bolivariana,
una fábrica de futuros empleados públicos y seguros votantes rojos rojitos.
Cuando se fundó el edificio de PDVSA en la Avenida
Libertador, sus instalaciones eran muestra de arquitectura de avanzada y las
oficinas eran materia de envidia de los demás entes públicos. Son tiempos idos
y muy distantes. Hoy el edificio sirve como escaparate de todo tipo de
propaganda mesiánica, donde se exaltan las supuestas virtudes del centauro de
Sabaneta, hoy convertido en momia petrificada. Al frente de la entrada siempre
hay 2 y 3 manifestaciones de protesta de gentes que encamisados y encachuchados
de rojo carmesí, ruegan por las migajas que le corresponden en el festín del
reparto chavista. El duro suelo es
mitigado con las famosas colchonetas, mientras toman una sopita de pollo
directamente de los envases de plástico traídos desde sus casas. No hay decoro,
no hay espíritu de lucha, simplemente rostros expectantes donde la miseria se
asoma por los agujeros de sus calcetines. Si quieren den una vueltecita por
PDVSA La Campiña y ratificarán lo aquí escrito.
Ya es hora de cambiar esto, es tiempo de buscar los palos de
guayaba para elegir la mejor horqueta, es momento de llenar los bolsillos de
piedras redondas que son las que dejan chichones más grandes.
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