Manuel Malaver
Una factura de más de 10 cifras en millones de dólares, que, si se une a los gastos por expropiaciones, y subsidios a las empresas recién estatizadas, explica por qué después de tener un ingreso de más de UN BILLON DE DOLARES en los últimos 6 años, el país está en la carraplana, con el sistema eléctrico colapsado, sin agua, seguridad, transporte, vivienda, educación, salud y exhibiendo uno de los peores índices de desarrollo humano del mundo.
Dieron la vuelta al mundo las imágenes de Hugo Chávez paneando la mirada desde el “Aló Presidente” del domingo pasado por un conjunto de viejos edificios que rodean la Plaza Bolívar de Caracas, mientras ordenaba impertérrito: “Exprópiese y este también exprópiese, y el de más allá igual, y el de acá y este de más acá… Y anote alcalde… Porque quiero ver mañana el decreto de expropiación en la Gaceta Oficial, con su “Comuníquese y Publíquese”.
Y entraba al audio una voz apagada, pero sin duda diligente, que susurraba: “Si presidente, como usted ordene presidente, ahora mismo presidente” que resultó ser la del alcalde del Municipio Libertador, Jorge Rodríguez, quien sentado y escribiendo apresurado en una libreta, mostraba cara de estar sorprendido por la decisión presidencial.
Pero es posible que el hombre de la orden, úkase, o fatwa (que son términos que se expresan con un cierto regusto en la apocalíptica al uso que impera en Venezuela), fuera el primer sorprendido, pues se conoce que, tocante a expropiaciones, Chávez no planifica ni prevé nada y que éstas surgen como emociones que ilustran sus discursos, tan pronto se lanza a explayar ideas sobre la dogmática oficial.
Así, por ejemplo, si el superlíder está empeñado en explicarnos la plusvalía, cae una fábrica; si pasa a la teoría del valor o de la renta de la tierra, engulle haciendas, fundos y empresas agroindustriales; si habla ahora de la explotación del hombre por el hombre, se embolsilla casas, apartamentos o edificios enteros; pero sin olvidarse de advertirle a tal o cual capitalista que si sigue metiéndose con él, tratándolo mal y haciendo declaraciones inapropiadas sobre su persona, pues entonces perderá su patrimonio y el de sus abuelos, padres e hijos.
A mis lectores del exterior que no pocas veces se restriegan los ojos y dudan cuando cuento estas cosas y creen que las caricaturizo, los conmino a que busquen en Youtube las imágenes del domingo pasado que comencé citando en este artículo, u otras que pueden verse en un “Usted lo vio” de Globovisión, donde Chávez apunta con el dedo y dice frente a las cámaras: “Es contigo, Mendoza, dueño de la Polar y es para decirte que si sigues comportándote como lo haces, te expropio toda, toda la Polar”.
Pero es que antes, con motivo del primer cierre de Radio Caracas Televisión, se le salió decir que la medida, la incautación de la señal abierta de la planta, se debía, entre otras causas, “a que ese señor Granier, el director de la televisora, cuando habla de mi me llama el ‘teniente coronel, Chávez”, y no me da el tratamiento de “Comandante en Jefe de la FAN”, que es el que me corresponde”.
E igual, en una fecha más reciente, en septiembre del año pasado, con motivo de la cumbre de UNASUR-Africa en Margarita, Chávez decidió la expropiación del hotel Margarita-Hilton, porque sus dueños se habían negado a dar facilidades para que el presidente de Libia, Muamar Gaddafi, instalara una carpa en sus alrededores.
Eso, por lo menos, fue lo que dijo Chávez para justificar el decreto que, por cierto, dejó sin trabajo a 150 trabajadores que no llenaban las condiciones ideológicas para integrar las nóminas del neo estado socialista y revolucionario.
En otras palabras, que obvios los comentarios con que los medio internacionales, y en especial los televisivos, acompañaron las imágenes del Hugo “Expropiese” Chávez del domingo y los cuales, casi al unísono, coincidieron de que el dictador bananero, el mismo de las cárceles y los exilios, de las torturas y las bandas de civiles armados, del aislamiento y las violaciones de los derechos humanos, había resucitado en Venezuela.
Percepción que se ve corroborada segundo a segundo, minuto a minutos, hora a hora, y día a día, cuando más y más medios son cerrados u hostigados, cientos de presos se hacinan en las cárceles sin el debido proceso, bandas de civiles armados y cuerpos policiales se lanzan a desalojar las calles de opositores y Chávez discursea en largas cadenas de televisión espada en mano y blandiéndola para amenazar, tanto a los que se le oponen, como a los que se apartan del redil.
Pero, una pregunta pertinente: ¿Y qué pasa con las propiedades estatizadas, con los bienes de propietarios privados que le son confiscados porque nunca se les compensa con el de valor de mercado, sino mediante la fórmula de “lo tomas o le dejas”, y pasan a engrosar las filas de la llamada propiedad social o colectiva, pero que, todo el mundo sabe, es en realidad de Chávez, pues se atribuye la facultad de quedársela, repartirla, dividirla, reasignarla o abandonarla?
Pues que, sencillamente, pasan a formar parte de una suerte de parque industrial de chatarra, donde fábricas, comercios, haciendas, fundos y bienes inmuebles van enmoheciéndose, llenándose de polvo u hollín, trabándose, quedándose sin materias primas para funcionar, sin mantenimiento, ni piezas de repuesto que concluyen haciéndolas, totalmente, inoperativas.
No se crea, sin embargo, que esto ocurre sin meses de demagogia en los que Chávez anuncia la marcha invencible de la revolución, y que cuantiosos recursos líquidos, a veces cifrados en decenas, o cientos de millones de dólares, son asignados a los nuevos bienes públicos “que ahora producirán para el pueblo”, pero en realidad para ser dilapidados, no pocas veces antes de que lleguen a su destino, por la incompetencia y la corrupción.
Cuál es el resultado de semejantes atrocidades en política económica -que si algo tienen de especialmente criminal es que ya se sabía a donde conducen- no lo ha dicho la oposición sino Chávez, el mismísimo teniente coronel, “Exprópiese”, el cual, en una cadena de radio y televisión de diciembre pasado para justificar la decisión de devaluar el bolívar, dijo: “Aquí, en Venezuela, se exporta el cien por ciento de lo que consumimos, aquí, en Venezuela, no se produce nada”.
Y tenemos que admitir que Chávez, por una vez, dijo la verdad, pues el más descuidado observador que eche una ojeada por bodegas, abastos, mercados, supermercados, y centro comerciales en Venezuela se da cuenta que casi no hay productos que no vengan de China, Europa, USA, Centro y Sudamérica.
Y en cuanto a Sudamérica, principalmente de Colombia, país que proveía a Venezuela del 40 por ciento de productos comestibles y del 35 por ciento de sus manufacturas, pero que al prohibir Chávez su ingreso a Venezuela por una presunta que iba a llevar a cabo contra el gobierno de Álvaro Uribe, están llegando de los Estados Unidos.
Gigantescas importaciones, en fin, que inundan los puertos, aeropuertos, fronteras, aduanas, carreteras, y caminos verdes.
Una factura de más de 10 cifras en millones de dólares, que, si se une a los gastos por expropiaciones, y subsidios a las empresas recién estatizadas, explica por qué después de tener un ingreso de más de UN BILLON DE DOLARES en los últimos 6 años, el país está en la carraplana, con el sistema eléctrico colapsado, sin agua, seguridad, transporte, vivienda, educación, salud y exhibiendo uno de los peores índices de desarrollo humano del mundo.
No son, por cierto, datos que preocupen al teniente coronel, “Exprópiese”, para quien adueñarse de lo ajeno no es una política, sino un vicio, una adicción, de igual manera que el afecto a cualquier droga se preocupa por satisfacer su ansiedad momentánea y no de las secuelas con que agrieta a su humanidad.
Está, o puede estar Chávez ahora en una cadena de radio y televisión, seguro que inaugurando una fábrica, una hacienda, un inmueble confiscado hace unos días, y le recomiendo que prenda una vela a su santo patrón porque si el discurso lo lleva a fijarse en un su propiedad, es posible que en segundos usted sea otro ciudadano arruinado.
Para el teniente coronel “Exprópiese”, es cuestión de inspiración.
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