Ramón Piñango
Miércoles, 11 de mayo de 2011
La propuesta debe sonar realista, viable. Que inspire a la gente no implica que sea etérea. Para inspirar en relación con temas concretos es imprescindible que esté referida a necesidades fundamentales
El Gobierno es un caso perdido. Si la situación actual se prolonga después de diciembre de 2012, la devastación del país será terrible. Estamos obligados a trabajar para que se produzca un cambio político dentro de veinte meses.
Insistimos en que es imprescindible que la oposición se convierta en una opción atractiva por sí misma; su esfuerzo electoral no puede fundamentarse en el simple rechazo al régimen. Para ello requiere de una propuesta convincente, no basta con lanzar un buen candidato. Esto lo hemos planteado unas cuantas personas cientos de veces, pero poco se ha logrado. Las reacciones del liderazgo político opositor son del siguiente tipo: "Tengan calma, estamos trabajando"; "entiendan que es muy complicado poner de acuerdo mucha gente, eso toma tiempo pero estamos trabajando"; "no es bueno criticar tanto porque eso le da armas al enemigo"; "ese es el problema de la antipolítica que critica lo que hacemos los políticos". Pero hay que insistir porque el tema de la propuesta merece las más cuidadosa atención. ¿Qué debe caracterizar la propuesta de la oposición? La propuesta ha de ser atractiva, inspiradora, movilizadora. Tanto que el gran electorado y no sólo el antichavismo de los sectores medios y altos comprenda lo que puede obtener si gana la oposición y, por tanto, lo que perdería si el Gobierno gana. Sólo de esta manera se logrará que la gente se sienta parte de una causa común que va mucho más allá del simple desplazamiento de unos políticos por otros. Para lograr lo anterior será preciso que la propuesta electoral sea, usando palabras de Neruda, "clara como una lámpara, simple como un anillo". Que sea una idea que alguien pueda comunicar a otro en tiempo breve, sin mayor explicación. Debe ser como un buen chiste: breves y no requieren explicación. Ya pasaron los tiempos de los programas de gobierno recogidos en uno o dos pesados volúmenes que pocos leían.
La propuesta debe sonar realista, viable. Que inspire a la gente no implica que sea etérea. Para inspirar en relación con temas concretos es imprescindible que esté referida a necesidades fundamentales como la vivienda. Pero que no se desprecien planteamientos más generales como la paz, si son vinculados con asuntos como la seguridad personal. Hay temas como la eficacia en la gestión que podrían enfatizarse si son expuestos como respuesta efectiva a las necesidades cotidianas de la gente. Capacidad para cumplir lo que se promete podría ser un gran motivador. Pero téngase cuidado con la amenaza tecnocrática.
La propuesta ha de ser presentada como compromiso de la oposición, y no nada más del candidato que emergerá en las primarias. Por lo tanto, no puede dejarse para después de las primarias; eso sería perder la oportunidad de presentarla efectivamente al gran electorado. Tres razones para hacerlo así son: permitirá probar la habilidad del precandidato para comunicarla de manera convincente; podrá experimentarse con ella, para afinar su contenido y manera de ofrecerla a los electores; y constituiría una clara demostración de unidad, lo que es clave en las actuales circunstancias.
Finalmente, hay que insistir en que es indispensable hablar con gente de las grandes mayorías antes de lanzar una propuesta. Los sectores populares tienen mucho que decir. Que no cunda la errada idea de que las mayorías se han equivocado.
La historia demuestra que los errores de las élites dirigentes del país han sido numerosos y graves. El mayor de ellos, no haber escuchado a la gente.
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