Libertad!

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martes, 31 de mayo de 2011

Venezuela: país de malditos

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JRCH

Por Andres Volpe

Martes, 31 de mayo de 2011

 El venezolano es un personaje incompleto, ansioso de porvenir y atado a un imaginario histórico de héroes ficticios



Vd. sabe que yo he mandado 20 años
 y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos:
 1) La América es ingobernable para nosotros.
2) El que sirve una revolución ara en el mar.
3) La única cosa que se puede hacer en América
es emigrar.
4) Este país caerá infaliblemente en
manos de la multitud desenfrenada.
Carta de Bolivar con fecha de 9 nov. 1830.

Haber sido el país de un Libertador, nos ha condenado a la espera del próximo mesías que nos libere del pasado nostálgico. Es así como la espera infinita por un salvador que encarne el traje del hombre fuerte, vigoroso y decidido nos salve de la desidia del recorrer político que ha surgido después de la “gloriosa” guerra de Independencia.  Venezuela es un país de recurrentes libertadores falsos, que han buscado llenar el vacío que ha dejado el padre Libertador en la madre patria –  la semántica es importante en este sentido, porque explica mucho del complejo de huérfanos con el que nacemos -. Por ello, hemos abandonado la razón política, para hacer un sentimentalismo de lo que es ciencia, porque necesitamos una relación en un padre nuevo que llene las botas – normalmente militares – de el Libertador que hemos perdido, a nuestra mano, pero perdido al fin.
El complejo de huérfanos se extiende a varias áreas de nuestra condición venezolana: carecemos de una real identidad nacional en el esfuerzo de procurar la mezcla del pasado con el futuro, pero quizás lo más importante es que carecemos de una continuidad histórica que nos proporcione un imaginario colectivo fluido y coherente. Esto en razón de que nuestro imaginario colectivo como nación se ve disminuido a la gesta independentista como hecho cierto, para luego entrar en tonalidades grises y de poderes efímeros. Por esto, el venezolano nace con el sentimiento interno de contradicción, de duda y tensión, entre el amor y el desprecio, entre el patriotismo y el desencanto.
El venezolano es, por consecuencia, un personaje incompleto, ansioso de porvenir y atado a un imaginario histórico de héroes ficticios. Irremediablemente, nos encontramos en una lucha constante entre el pasado y el futuro. La confusión nace por la aceptación incompleta de una carga histórica de la que no hemos sido responsables, pero que nos impone una gloria supuesta de pueblo bravo y libertador, pero al mismo tiempo, nos impone la carga de la culpa por el destierro y la muerte del héroe máximo, y su gesta incompleta y fracasada. En eso se resume la falta de concresión, la falta de progeso, la ausencia de fase culminatoria: Bolivar liberó, pero no fundó las repúblicas fuertes y vanguardistas que era el sueño de la Gran Colombia.
La lucha por el futuro es por siempre estar sedientos de porvenir, del mito del Dorado, de encontrar al salvador con la solución absoluta. Nuevamente, la espera  marca el presente y lo anula por lo inocuo del esfuerzo constante y diario que lo construye. No se valora el presente, porque se espera el futuro como solución, sin darnos cuenta que el futuro siempre dependerá de la acción presente.
Es así, como se llega al rasgo más característico del venezolano y donde recae su maldición como individuo y, luego, sociedad: el desprecio por la acción del presente. La concepción parte de asumir toda acción como infructuosa e inútil por dos factores: 1) Ninguna acción presente desarrollada por un individuo será útil, porque no ha llegado el lider mesiánico, es decir, por falta de confianza en los hombres del presente. 2) Por la prolongación del mito de la naturaleza bondadosa, alimentada por las teorías de Rousseau y su influencia en la fundación de la república.
Para efectos de lo que se expone, el punto a desarrollar será el referente a la prolongación del mito de la naturaleza bondadosa. Irremediablemente esto nos lleva a hablar del paisajismo y el petróleo. El paisajismo, como lo explica Pedro Cunill Grau y expuesto por Ana Teresa Torres, es la creencia que trajeron consigo los colonizadores de haber encontrado el Dorado, la fuente de eterna juventud, el Edén y una tierra de clima noble y embriagador, de la tierra fértil e inexplorada, por lo tanto, infinita e inagotable. Así lo quisieron reclamar de las manos, luego, los criollos de “los colonizadores déspotas y aprovechadores de la patria”, lo cual enmarca un discurso político- mítico de la índole que se encuentra a lo largo y ancho de la historia de Venezuela. En consecuencia, este discurso político-místico ha alimentado un imaginario colectivo de que la riqueza y la prosperidad está en la tierra y solo hace falta clavarle las uñas para obtenerla, es decir, siempre estará ahí, paciente y expectante, al alcance.
Luego, la transición entre el paisajismo y el petróleo, aunque su naturaleza devenga de la misma conceptualización, hace aparecer la época del modernismo y de una nueva “invasión” de explotadores, es decir, se reanuda la lucha contra el extranjero que quiere apropiarse de la riqueza natural de la patria. Ahora bien, el desprecio por la acción aquí se ve enmarcada por el hecho de que el petróleo es una riqueza espontánea que va fluyendo casi imperceptiblemente y sin esfuerzo. Se confirma la bondad de la naturaleza al abrirnos su secreto negro, de fluido constante e inagotable que ya no yace en lo verde del paisaje, sino en sus mismas entrañas.
En consecuencia, el desprecio por la acción deviene de una conceptualización de la riqueza infinita que siempre fluirá, porque la naturaleza nos ha protegido y las culpas recaen en la debilidad de los hombres del presente, que no han podido mediar entre la madre patria y el hijo pueblo. Entonces, cuando se cree tal absurdo, se desmonta el concepto de responsabilidad y esfuerzo, se anula el progreso por una transferencia de culpas y reace la maldición del pueblo que confiado en su porvenir yace en la desidia.

andres.volpe@gmail.com

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