La actual crisis que impacta a todos los venezolanos despierta dudas acerca de la actuación de los actores políticos del país. Lucy Carrillo Castillo en su interesante ensayo: Thomas Hobbes y el Concepto de Estado Constitucional de Derecho, escribe: “Hobbes —después de Maquiavelo— se constituye en el primer maestro de la sospecha respecto a nuestras portentosas capacidades para la realización ideal y plena de una vida política”. Como es del conocimiento de todos, el hombre por naturaleza es político. Pero este, a pesar de cualquier ingenio maligno u obstáculo natural, crea políticas para garantizar la convivencia y poder compartir el mundo con sus semejantes, sean estos distintos o adversos, en la ineludible diversidad. Quien no busca convivencia y golpea a sus adversarios políticos, además de sospechoso, es perverso. Y pudiera perderse en lo abyecto.
Si nos preguntamos, ¿qué enseñanza recibe el pueblo venezolano si el presidente de la República Nicolás Maduro y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), como un actor político parcial más, violan la Constitución, no respetan a sus propias investiduras ni a las instituciones que representan? ¿Acaso no usurpan y usan la arbitrariedad cuando desconocen y fallan contra el poder originario de la Asamblea Nacional en flagrante traición contra los ideales que Simón Bolívar esgrimió para darnos libertades políticas? Lucy Carrillo Castillo, asevera que: “La razón fundamental de la antipatía por Hobbes ha sido su valerosa denuncia de las atrocidades a las que están expuestas las sociedades donde no hay unas instituciones que garanticen los derechos y deberes de cada uno para con todos los demás.” En Venezuela, las instituciones están bajo el síndrome de parcialidad política gubernamental. Lo peor, sin independencia, estas están forzadas a ejercer fiscalización, contraloría y justicia selectiva. Pues han sido secuestradas y enajenadas por una ideología, que en teoría empieza por ofrecer el paraíso, y en la práctica, termina por llevar a la humanidad al mismísimo infierno. Así lo padece, actualmente, la población en la torturante realidad de inflación, colas, escasez, hambre y excesos del poder.
Lucy Carrillo Castillo, nos dice que a partir de Hobbes: “[…] podremos comprender las razones por las cuales es imposible ya una imagen idílica, de ensueño y reconciliada de una santa convivencia humana”. Aquí nos damos cuenta que Hobbes presenta el principio fundamental del trabajo que ha de realizar el verdadero político, que es por supuesto, el de estudiar e interpretar a esa realidad hasta lograr, en acción, la convivencia y salvar al ser humano sin segregación alguna. Es aquí, cuando Lucy Carrillo reseña que: “Para poder comprender la naturaleza humana Hobbes propone un ingenioso método que llama la hipótesis del mundo aniquilado.
Se trata de que debemos olvidarnos de quiénes somos ahora realmente y como filósofos imaginemos al primer ser humano y la manera como ha empezado a reconocer el mundo. Así, nos damos cuenta de que el ser humano es la suma de todas sus facultades y poderes.” Y más adelante agrega: “Todos estos poderes y facultades son naturales y son lo que tradicionalmente ha permitido definir al ser humano como animal y racional; de acuerdo con esto, Hobbes procede a analizar lo que llama facultades del cuerpo y facultades de la mente.”
Si mantenemos la sospecha de lo que por omisión, quizá nunca han experimentado nuestros ilustres magistrados del TSJ y seguimos la orientación que nos ofrece Lucy Carrillo Castillo, sin caer en el absolutismo del filósofo inglés, nos advierte que: “En relación con el ejercicio de la razón, Hobbes sostiene que ella se pone en movimiento en el momento en que al nacer el ser humano empieza a ejercitar sus cinco sentidos y que a través del trabajo, el ejercicio y el estudio se fomentan las demás facultades de la mente, es decir, la imaginación, la memoria, la facultad de conocer, etc., todas las cuales se derivan de la extraordinaria capacidad de los humanos para inventar nombres para las cosas y sobre todo para emitir juicios.”
En consecuencia, si nuestros políticos, magistrados y funcionarios hicieran introspección real de estos preceptos, redujeran sus carencias para actuar con gestiones más eficaces y eficientes, en reciprocidad con la justicia y las buenas costumbres que exigen las actuales circunstancias y la ciudadanía en general. Porque, para decirlo a la manera del antropólogo Johann Bachofen: “Sin una transformación del propio ser, sin recuperar la antigua sencillez y la salud del alma, es imposible alcanzar el más mínimo vislumbre de grandeza”.
victormvielmam@gmail.com
Por ; VICTOR VIELMA MOLINA
ANALITICA.COM
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