Libertad!

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jueves, 15 de julio de 2010

Entrevista a las juez Afiuni

María Lourdes Afiuni, ex juez penal
"No me arrepiento de haber puesto en libertad a Cedeño"
"Sabía que me podían suspender, pero nunca imaginé que ordenarían mi detención", dijo Afiuni. Además aseguró que "en el Palacio de Justicia hay un grupo de jueces que acatan órdenes, pero nunca formé parte de él".

La juez Afiuni dice que actuó ajustada a Derecho (Cortesía)

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Una sentencia de muerte

Claro y preciso, el tono de voz revela seguridad en alguien que, sin embargo, permanece encerrado, desde hace siete meses, en un calabozo de seis metros cuadrados. La jueza Afiuni vive aislada y en constante peligro de muerte (14 presas del INOF, donde se encuentra, fueron sentenciadas por ella) y si bien ha superado el miedo y la claustrofobia, lamenta, más que su propia suerte, el haberle cambiado la vida a su hija, sus padres y sus hermanos, "quienes están presos conmigo porque viven en función de mi cautiverio".

-¿Cree usted que la exhortación del Parlamento Europeo sobre su caso influirá en el Presidente para ordenar su libertad, si consideramos que liberaron a los periodistas García y Ramírez y se le levantó la inhabilitación a Gustavo Azócar?

-Es una pregunta muy difícil de contestar con el Presidente que tenemos. Si hubiese un Gobierno normal lo lógico sería que se acatara la exhortación, pero tampoco estaría yo detenida. El Presidente es impredecible. A lo mejor considera que mi libertad podría limpiar un poquito su imagen o quizás siga con su soberbia y me mantenga detenida.

-¿Lo ocurrido con los periodistas no pone de manifiesto un cambio de actitud?

-No creo que esas liberaciones, de la noche a la mañana, sean casuales. Suelta un caramelito y luego toma el garrote.

-En Cuba van a liberar más de 50 presos políticos por gestiones del canciller español y hay una exhortación de parlamentarios para que Moratinos actúe de manera similar ante el Gobierno venezolano acerca de su caso.

-Esos pronunciamientos ayudan. También los hubo en Uruguay y Paraguay. El problema es que ellos no saben cómo resolver el entuerto de mi expediente. Después de que él (Chávez) se pronunció en una cadena por el fusilamiento, luego de acusarme de favorecer una fuga y de reconocer la Fiscalía que no hubo corrupción, no saben cómo enderezar todas esas contradicciones sin que el Presidente quede mal. Pero, a pesar de todo, creo que tarde o temprano vendrá mi libertad.

-Después de siete meses de prisión, ¿no se arrepiente de liberar a Eligio Cedeño?

-Para nada. Por el contrario, me siento convencida, cada vez más, que ese era el deber ser. No soy tonta, sabía que eso podía provocar mi suspensión y tuvo un costo mayor del que esperaba. Pero era mi deber. Para eso estudié y por eso me juramenté. La medida le correspondía a ese señor como a cualquier otro ciudadano. Era su derecho.

-¿Qué responde a la acusación de que fue sobornada?

-Que lo prueben, que lo prueben. No hay manera de demostrar algo que nunca ocurrió.

-¿Por qué, entonces, no se procedió a darle la libertad a Cedeño antes?

-El expediente estuvo mucho tiempo en los tribunales y pasó por muchos jueces. Cuando me llegó tenía 278 piezas y demoré dos semanas, 12 horas diarias, revisando acta por acta. Ahí detecté una serie de graves irregularidades y yo no me iba a ser cómplice de las anomalías de otros jueces, de fiscales y de magistrados de las cortes de apelaciones, de las salas de Casación Penal y Constitucional. A ese señor no hubo un derecho que no se le violara a pesar de no estar involucrado en ningún ilícito. El expediente me llegó por causas que desconozco, le puse orden y le otorgué la medida que le correspondía de pleno derecho. Y lo hice sin que la ONU me lo pidiera.

-Dice usted que no se imaginó la magnitud de la consecuencia que su decisión le iba a producir.

-Jamás imaginé que ordenarían mi detención 15 minutos después de dictar la decisión.No pensé que la violación al Estado de Derecho llegara a tal extremo. Supuse que me separarían del cargo, investigarían y determinarían que no hubo corrupción o abuso de poder. Ahora, si ese es el costo político, asumo las consecuencias con la conciencia tranquila.

-¿Justifica usted la fuga de Cedeño?

-Hoy por hoy lo entiendo porque sé que si yo no hubiese conocido el caso, ese señor estaría preso todavía.

-¿No se burló de su buena fe al escaparse?

-No lo siento así. ¿Qué habría pasado si no me detienen? No sé si se hubiera ido del país. Pero mi detención se produjo 15 minutos después de su liberación y seguramente se enteró. Entonces yo también habría buscado la manera de irme. No olvide que tenía tres años detenido sin ningún elemento en su contra. Yo cumplo mañana siete meses de prisión, pero no sé qué pensaré dentro de tres años si continúo aquí.

-¿Fue el caso de Cedeño la primera vez que se interfirió en una decisión suya?

-Nunca, ni el Cicpc, como consultora jurídica, ni como jueza, sufrí ningún tipo de presión. En este caso nadie me dijo que debía hacer o dejar de hacer, pero no era un secreto en el medio judicial que quien recibiera ese expediente debía mantener detenido a Cedeño. En el Palacio de Justicia hay un grupo de jueces que acata las órdenes y conoce los expedientes políticos. Yo no formaba parte de ese grupo y para mí fue una sorpresa recibir un expediente que no me tocaba (no estaba de guardia) luego de un sorteo manual. Era extraño porque nunca me llegó un caso político y no era de la confianza de la presidenta del Circuito, ni de la presidenta del TSJ.

-¿Por qué, si usted no era del grupo complaciente, le asignaron el caso?

-Lo desconozco. Pero ellos sí sabían que actuaría ajustada a derecho.

-Quizás hay jueces que no necesitan recibir órdenes para actuar según los intereses del Gobierno porque adivinan lo que se quiere de ellos. O simplemente se le montó a usted una trampa.

-Yo no estaba para complacer los deseos del Poder Ejecutivo, del Legislativo o del moral, que es el que manda más ahora. No sé qué trampa me podían montar. A menos que supieran que cerraría el caso en la audiencia preliminar o que revisaría la resolución de la ONU, que pasó por muchas manos sin que nadie la tomara en cuenta.

-Por lo que ha dicho, no forma parte usted del grupo de jueces que corearon "uh..ah..Chávez no se va..."

-En otra época, cuando se iniciaba el año judicial, todos los jueces éramos invitados. Luego ese acto se volvió elitesco y nos mandaban a decir que si no estábamos invitados no fuésemos. De manera que no participé en ese episodio. Pero en otra oportunidad asistí a una actividad electoral en el TSJ y también se coreó el uh..ah. Allí cuatro o cinco jueces no lo hicimos y ahora ninguno de nosotros está en el Poder Judicial.

-¿A qué atribuye los atentados contra su vida ocurridos en la cárcel?

-Si usted me pregunta qué siento por la jueza que dictó la medida privativa de libertad en mi contra, le puedo decir que cariño no es. Me invade la rabia y la impotencia por la injusticia. Así que aquí nadie puede sentir afecto por mi persona porque yo represento la medida privativa de libertad de muchas internas, incluso las condenatorias. Cuando llegué había más de 24 procesadas y condenadas por mí. Quedan 14 todavía y no soy de su agrado. En los penales las personas se dividen en población y gobierno. Gobierno son las autoridades del penal y población las internas.Yo no pertenezco a ninguno de los dos y eso genera incomodidad en ambas partes. Constantemente me insultan y si las personas que intentaron agredirme fueron trasladadas, siempre hay una nueva.

-Está usted aislada.

-Estoy en una de 7 celdas a lo largo de un pasillo cerrado con candado. Aquí hay 23 internas por comisión de diversos delitos.Y la única que no puede salir soy yo. Así que permanezco en mi celda, de dos por tres metros, las 24 horas del día.

-¿Cómo está su ánimo? ¿No siente opresión, claustrofobia, depresión?

-Es como un electrocardiograma. A veces tengo el pico alto y a veces bajo. Es difícil. Los primeros días me sentí afectada por el encierro permanente y quería salir corriendo. Pero ya lo superé. Es increíble a lo que se puede acostumbrar el ser humano. A veces me visitan dos o tres internas. Tengo televisor pero no hay señal. Por eso mi vida es el BlackBerry. Es mi contacto con el mundo exterior.

-Si lo esconde es porque se lo prohíben.

-Aquí todas tienen celular, pero a mí me lo quitan. Este, por el que estoy hablando, es el quinto que ingreso al penal. Y sí, soy una molestia por el Twitter. Cuando hay noticias que no agradan al Ejecutivo arrecian las requisas. Ayer ocurrió con lo del Parlamento Europeo. Pero yo les digo: "quítamelo que mañana ingreso otro".



Roberto Giusti
EL UNIVERSAL

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