Libertad!

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viernes, 30 de julio de 2010

La Academia Nacional de la Historia ante la exhumación de los restos del Libertador

La Academia Nacional de la Historia ante el hecho consumado de la sorpresiva
apertura de la urna que contiene los restos del Libertador Simón Bolívar, realizada en la
media noche del 14 al 15 de los corrientes, con el presunto objetivo de determinar la
causa de su muerte y la identidad de sus restos, expone ante el pueblo venezolano el
siguiente
COMUNICADO
1. El día 17 de Diciembre de 1962 la Academia Nacional de la Historia
conjuntamente con la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina en una sesión
solemne conjunta de ambas instituciones, acordaron realizar una Mesa Redonda para
estudiar la Enfermedad y causa de la muerte del Libertador Simón Bolívar, para la cual
convocaron a historiadores y científicos venezolanos estudiosos del tema y expertos en la
materia. Dicha Mesa Redonda se realizó en los días 25 y 26 de Junio de 1963 y en ella
participaron, además de connotados historiadores venezolanos, numerosos médicos en su
totalidad Profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela,
todos especialistas en diversas áreas tales como tisiólogos, farmacólogos, epidemiólogos,
internistas, patólogos, psiquiatras y psicólogos; igualmente intervinieron odontólogos,
filósofos y críticos de arte. Se leyeron y discutieron exhaustivamente 22 ponencias y se
llegó por unanimidad a la conclusión de que en vista de los antecedentes familiares,
epidemiológicos y personales, así como del resultado de la autopsia, la enfermedad
principal que produjo la muerte del Libertador fue una “tuberculosis de reinfección del
adulto de tipo fibroulcerocavernoso, con diseminación broncógena” y como consecuencia
de ello “posibles lesiones tuberculosas secundarias finales laringotraqueales e
intestinales”. Igualmente se concluyó en que “la terapéutica empleada por el médico
tratante estuvo adaptada a los conceptos científicos admitidos en su tiempo” y también se
determinó que “el estudio y análisis de los Boletines Médicos y del Protocolo de la
autopsia demuestran que el Dr. Alejandro Próspero Reverend poseía conocimientos
científicos acordes con las doctrinas de la época, lo que acredita su carácter de médico
de alto nivel académico”. Las Ponencias y Conclusiones de esta Mesa Redonda fueron
publicadas en 1964 y en una segunda edición en 1976. Sus determinantes conclusiones
se consideraron definitivas y desde entonces el tema nunca más fue tratado, al menos
desde un punto de vista científico.

El 30 de Abril 1842, el Presidente de la República Gral. José Antonio Páez
dictó un Decreto por el cual se ordenaba el traslado de los restos del Libertador, desde
Santa Marta a Caracas; nombró una Comisión constituida por el Doctor José Vargas y
los Generales José María Carreño y Mariano Ustáriz, encargada de realizar dicho
traslado y designó para presidirla al primero mencionado. La Comisión, luego de todos
los preparativos, zarpó de La Guaira el 13 de noviembre siguiente y llegó a Santa
Marta el 16 del mismo mes. Después de numerosos actos protocolares y del amistoso
recibimiento por parte de las autoridades colombianas, el acto de la exhumación de los
restos del Libertador tuvo lugar el domingo 20 de noviembre por la tarde, en una
ceremonia pública y solemne, procedimiento del cual se levantó una detallada Acta
que corre como el Anexo No. 9 del Informe final del Doctor Vargas ante el Ejecutivo
venezolano. En esta Acta consta que:

"los señores doctor Alejandro Próspero Reverend y Manuel Ujueta que asistieron
... a la preparación del cadáver después de la muerte ... el primero como médico que
preparó el cadáver, el segundo como una de las personas que asistieron a esta preparación
y a su sepultura, preguntados por el Señor Gobernador (Joaquín Posada Gutiérrez) acerca
de la identidad de los restos del cadáver que tenían presente, con el del General Bolívar,
contestaron que era el mismo idéntico”. Ante esta afirmación de testigos de excepción,
quedaba así demostrado que los incidentes ocurridos en la Catedral de Santa Marta en el
curso de los 12 años en que permaneció sepultado allí (una inundación y un terremoto)
para nada afectaron la integridad física del cadáver del Libertador.

En un extenso informe del Doctor José Vargas dirigido al Ministro de Estado en
el Despacho de lo Interior, de fecha 18 de diciembre de 1842 (publicado en la Gaceta de
Venezuela No. 624 de 21 de diciembre de 1842 y reproducido en Documentos para los
Anales de Venezuela, Tercer Período, tomo I, págs. 93 y sgts e igualmente reproducido en
la Biografía de José Vargas de Laureano Villanueva y en las dos ediciones de las Obras
Completas del Dr. José Vargas), el cual contiene 22 documentos anexos, se da cuenta
detallada al ejecutivo venezolano de todos los pasos dados por la Comisión desde el
mismo momento de la exhumación en la Catedral de Santa Marta hasta su desembarco en
La Guaira en la mañana del 15 de diciembre de 1842, cuando se realiza una solemne
ceremonia que el Doctor Vargas describe con mucha emoción, especialmente cuando
menciona el incontenible llanto de los Generales Juan Uslar y José María Carreño, y las
expresiones de la numerosa concurrencia que asistió a este desembarco. Igualmente
Fermín Toro dejó una descripción muy detallada de este recibimiento, que significaba el
regreso definitivo de Simón Bolívar a su tierra natal.

En Caracas, en ceremonias nunca vistas hasta entonces, que describe
magistralmente Fermín Toro, la urna fue finalmente colocada en la Iglesia Catedral de
Caracas en el Panteón de la Familia Bolívar el 23 de diciembre de 1842. Allí siguió
actuando la Comisión presidida por el Doctor Vargas y en un informe suscrito por el
mismo Doctor Vargas y el resto de la Comisión y dirigido al Secretario de Estado en el
Despacho de lo Interior de fecha 15 de marzo de 1843 dicen lo siguiente:

“La Comisión encargada por el Gobierno de preservar de la completa destrucción
la parte de los restos venerandos del Libertador, General Simón Bolívar, que todavía
puede ser preservada, ha cumplido su encargo y de él da cuenta de la manera siguiente.

“En medio del montón de polvo y horruras que la urna de plomo contenía,
resultado de la descomposición de todos los tejidos blandos del cuerpo y de los vestidos,
se ha preservado el esqueleto casi completo, aunque algunos huesos pequeños han ya
desaparecido, otros están casi pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en progreso
a la descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva.

“Se procedió, pues, a nombrar dos jóvenes bien instruidos en Anatomía, a saber:
el Doctor Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado, que con el mayor cuidado y
proligidad, entresacasen del montón de horruras todos los huesos, los limpiaran y lavaran
con cloruro de ca1; los secaran bien, y después los cubriesen de barniz preservativo.
Separados los huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido ensamblados,
formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las partes; y así
conexionados, han sido cubiertos de varias capas del dicho barniz preservativo.

“El esqueleto tiene las faltas siguientes:
1º. La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de
las manos; excepto las de los pulgares.
2º. La de algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies.
3º. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la
primera vez que la urna fué abierta en esta ciudad estaba movida pero no faltaba; pero
que después no ha sido hallada.

“Todas las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo y metacarpo,
tarso y metatarso, y de los dedos, así de las manos como de los pies, han sido hechas por
medio de cera de modelar: no siendo posible por su blandura y casi desintegración unirlos
por taladros y alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios
vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos huesecillos, por no
introducir allí parte alguna extraña de los restos.

Se ha construído una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que el pedazo
que quedaba de la que tenía y que fue recortada en una parte considerable en la ciudad de
Santa Marta, para acomodarla en la bella urna de madera donada por el Gobierno de la
Nueva Granada. En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el esqueleto; y
en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están soldados al interior de
aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que contenía la caja con entera separación
del cuerpo o esqueleto.

“Este ha sido envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y con una
cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la
urna de plomo que a presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido
soldada y puesto dentro de la madera, la cual cerraron con sus dos llaves.
Todo este proceso ha sido ejecutado dentro de la misma Iglesia Catedral, en un
aposento de la capilla de San Nicolás, que el M. R. Arzobispo tuvo la bondad de
franquear para el efecto, y desde allí ha vuelto la urna al panteón en que se hallaba.
Dios Guarde a Udes. José Vargas, J. M. Carreño, Mariano Uztáriz.
Del panteón familiar de la Iglesia Catedral la urna fue trasladada al Panteón
Nacional en otra solemne ceremonia presidida por el Gral. Antonio Guzmán Blanco, el
día 28 de octubre de 1876.

Por todo lo anteriormente expuesto la Academia Nacional de la Historia
considera que:

1º. La causa de la muerte del Libertador no fue otra que la señalada en las
Conclusiones de la Mesa Redonda de 1964.

2º. La identidad de los restos mortuorios del Libertador está absolutamente
trazada y documentada fehacientemente, desde el instante mismo de su fallecimiento, el
17 de diciembre de 1830 en Santa Marta hasta su entrada al Panteón Nacional el día 28
de Octubre de 1876.

3º. Estando todo lo anteriormente dicho respaldado en documentos publicados en
órganos oficiales y suscritos por personalidades de la más alta confiabilidad en la Historia
republicana, no había ninguna razón para dudar, ni de la causa de la muerte del
Libertador ni de la identidad de los restos que reposan en el Panteón Nacional.

4º. Por tanto la Academia estima que el acto de exhumación realizado
sorpresivamente, en la medianoche del día 15 al 16 del presente mes, con el pretexto de
averiguar tanto la causa de la muerte del Libertador así como la identidad de sus restos,
fue absolutamente innecesario e injustificado.

5º. Dado que la osamenta mostrada por la televisión se corresponde exactamente
con lo descrito por el Dr. José Vargas y la comisión en pleno, en 1843, cuando sellaron
en la Catedral de Caracas la urna de plomo, como lo dice el documento transcrito antes,
es evidente que en los últimos 167 años los restos mortales se han conservado
satisfactoriamente, lo cual es otra razón para afirmar la falta de justificación de la
exhumación realizada.

6º. La Academia Nacional de la Historia considera que de haberse estudiado la
materia a la luz de una consulta amplia, científica, desprejuiciada de todo carácter
partidista o político, involucrando en tal consulta a las autoridades científicas nacionales
expertas en la materia, el país se hubiera ahorrado de presenciar un espectáculo y retórica
inédito en la historia venezolana y que quedará para siempre inscrito en los Anales de
Venezuela como el irrespeto más grave que se le haya hecho al Libertador Simón Bolívar
y con él al símbolo más genuino de la Patria.

7º. Por último, la Academia Nacional de la Historia ante tan insólito hecho,
desgraciadamente ya consumado, invita y exhorta al país entero, a la Venezuela profunda
y republicana, en todos los estratos de su población, a una reflexión íntima y a una
plegaria que signifiquen y ofrezcan un desagravio al Padre de la Patria, inútilmente
profanado en la tranquilidad de su sepulcro.

Aprobado por unanimidad en Caracas a los veintinueve días del mes de julio de
dos mil diez.

Los asistentes:

Elías Pino Iturrieta, Ildefonso Leal, Manuel Rodríguez Campos, Simón Alberto
Consalvi, Marianela Ponce, Blas Bruni Celli, Ermila de Veracoechea, Tomás Enrique
Carrillo Batalla, José Rafael Lovera, Santos Rodulfo Cortés, Pedro Cunill Grau, Héctor
Bencomo Barrios, Manuel Caballero, Germán Carrera Damas, María Elena González de
Lucca. Correspondientes: Eduardo Hernández Carstens, Ramón Urdaneta.

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