Libertad!

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jueves, 19 de marzo de 2009

Carlos Raúl Hernández // La dictadura

Mientras más arbitrariedad practique el régimen, más hay que aferrarse a la Constitución
Hasta hace poco podía hablarse de una semidictadura o una semidemocracia (medio vacía o medio llena). En las últimas semanas al parecer, tenemos una dictadura sin más. El régimen tomó la decisión de dejar atrás los formalismos de la "democracia burguesa", como diría el padre Arturo Sosa, falsa democracia, pinche "sistema de conciliación de elites", seudolegitimado por "carnavales electorales". Colorín colorado, fuera pamplinas.
Cubierto por su metralla de falsificaciones, simulaciones, calumnias y cinismo, procede a la arbitrariedad real, protagónica, directa. Destruye dos de los fundamentos esenciales del "formalismo", el voto y la propiedad, cuando todos los días se pasa por el bigote el primero, la libertad de expresión. Con la expropiación -en palabras de Ledezma- de alcaldías y gobernaciones, vimos el espectáculo de la marcha de los flagelantes medievales, los "gobernadores" chavistas pidiendo misericordia y azotándose ellos mismos.
Posiblemente no sea una dictadura sanguinaria -buscó rápido donde tocar madera, para apelar en ella, como en la Edad Media, a los espíritus del bosque- pero dictadura al fin. A lo mejor, frente al vértigo que se avecina, el Jeque del Airbus (bendito por los rufianes de Bolivia, Ecuador y Nicaragua) intente sostenerse sobre las bayonetas antes de sentarse sobre ellas. Se "raspaba" los "leguleyismos" representativos pero ahora también la voluntad popular, el voto.
La única Constitución vigente es la viviente: él. Es necesario un plan de acción frente a esta nueva realidad. Mientras más arbitrariedad, violencia, abyección y cinismo practique el régimen, más deben, los que lo cuestionan, aferrarse a la Constitución y las leyes, y poner mayor el énfasis en ser democráticos y electorales. Si alguien se enfrentara a orangutanes con mal de rabia, más le convendría que la controversia fuera pacífica. Aquellos que crean lo contrario, que se desmarquen y actúen.
Wilde cuenta en una de sus comedias que una fea y añosa dama, pontificando en un salón, decía que "cuando sienta que ya no tengo encanto para los hombres, me pongo una pistola sobre el corazón&"-a lo que un dandy pasado de tragos gritó- "¡fuego!". El Gobierno arruinó las empresas de Guayana -vendrá su derrumbe- y quiere evadir la responsabilidad contraída con obreros y empleados. El opulento jeque, consentido de los hoteles más caros del mundo, declara nulo el contrato colectivo del Metro.
Los jerarcas de Pdvsa (carteras hinchadas de millones verdes) se esconden detrás de un inexistente Frente Socialista de Trabajadores Petroleros, para justificar la explotación de los trabajadores de verdad. El magisterio y los empleados públicos se han arruinado por la inflación creada. Ya veremos qué vendrá. carlosraulhernandez@gmail.com

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