Libertad!

Libertad!

miércoles, 4 de marzo de 2009

Son legitimas nuestras elecciones?????

Este articulo presenta una posicion distinta a la mayoría de nuestros colaboradores ,y como yo no resido en Venezuela no puedo emitir un juicio.Lo dejo a su consideracion estimados lectores
Joaquin

EL TONTO DE LA COLINA
Quiere hacernos creer que todo ese aparataje del CNE, el control de la CANTV, la reserva, el Plan República, la configuración de las mesas electorales, del REP, la fiscalía de cedulación, SMARTMATIC, las capta huellas, el sistema de transmisión de datos, la sala de totalización, los cuadernos electrónicos, en fin, toda la parafernalia electoral, está allí para garantizar su voto, mi voto, el de la oposición, para que no se pierda ni uno solo, nadie vote dos veces y lograr la tan anhelada meta “un hombre, un voto”, con imparcialidad, transparencia y confianza.
Todos los retardos exasperantes a que fue sometido el referéndum revocatorio presidencial de 2004, que contrastan de una manera insultante con la precipitación con que el CNE organizó el plebiscito del 15F 2009, tenían por objeto implementar las misiones, comprar conciencias o cualquier otra cosa; pero nunca jamás (nadie puede siquiera pensarlo), para montar ese aplastante aparato fraudulento que ha permitido que desde entonces nunca más en Venezuela se haya contado un voto.
Es un hecho incuestionable que cuando toda la oposición se retiró de los comicios parlamentarios en 2005 la abstención alcanzó al 75% del electorado; pero nadie quiere percatarse del espectro real que exhibió la oposición y qué movilizó el gobierno, en su justa dimensión, o sea, poco más del 20%, que es lo que siempre ha tenido a ojos vista.
En comicios pasados, el CNE mostraba un universo electoral dividido entre una mitad que no participaba y la otra mitad compartida fifty-fifty entre el gobierno y su oposición complementaria; para deslizarse ahora a un escenario partido en tercios casi iguales, por lo que cantan victoria por haber derrotado a la “abstención”, su verdadero real enemigo.
Llama la atención que, con todo y el aparataje, el gobierno no logre exhibir en su mundo virtual sino un 33% y que la oposición complementaria también tenga su equivalente premio de consolación, señuelo que les anima a seguir jugando. Con idéntica mentalidad aniquiladora, siguen repitiendo que ellos son todo el país; el resto de los venezolanos (un tercio, según el CNE) para los propagandistas oficiales no existe, no tienen derecho a reclamar, a expresarse, a ser escuchados.
Pero sin embargo estos venezolanos inexistentes son los culpables de todo lo que pasa en el país. Las elecciones legislativas del 4D 2005 se presentan como la más estruendosa derrota de la oposición, cuando en realidad, si la sociedad quería verse retratada en sus reales proporciones, le bastaría comparar esa fecha con el 15A 2004, en que se desbordó a los centros de votación y ver luego el desierto en que se convirtieron cuando se retiró de ellos.
En cambio, la cuenta que sacan es que si la Asamblea Nacional es “roja-rojita”, es por culpa de la abstención. Las morochas, la desigualdad de condiciones, el abuso y toda la política hegemónica del gobierno no tuvieron nada que ver en el asunto.
Es realmente conmovedor que todavía haya gente que crea que la Asamblea Nacional hace algo. Y eso a pesar de los esfuerzos del Ejecutivo por demostrar que no son nadie, ni representan nada, como cuando la cierra para mandar a los “diputados” a hacer campaña por el SI. No obstante repiten: “La AN nombró a los magistrados de la CSJ, por culpa de la abstención”; “La CSJ nombró a los directivos del CNE, por culpa de la abstención”; “Ese Contralor fue nombrado por la AN, por culpa de la abstención”. El comandante en jefe no ha hecho sino lo que tiene que hacer, no tiene la culpa de nada (es la lectura obligada) la única culpable de todo es la abstención.
En este punto es inevitable darse cuenta que estas tonterías que repite gente desprevenida en todas partes no pueden ser casuales. Son elaboradas y luego sembradas en la opinión pública de una manera completamente artificial y deliberada. En verdad, son “cientos de voces hablando muy alto”, el viejo truco de construir la conversación cotidiana con una visión aparentemente plausible, pero en realidad completamente radio o teledirigida.
La integración del CNE en el dispositivo totalitario no requiere demostración; su parcialidad, opacidad y la desconfianza que ha sembrado no las niega nadie; el fraude continuado ha sido percibido por la colectividad y denunciado por expertos con sólida documentación; pero los ideólogos de la oposición oficial decidieron declarar el tema tabú, “no hablar de eso”, incluso prohibieron la utilización de la palabra “fraude”, como si con esto no aumentaran su poder deletéreo, Tal Cual como ocurriría si se adopta la misma actitud con el SIDA.
Pero el tonto de la colina no escucha a nadie: está convencido de que los tontos son los demás.
ESTIGMA. ¿Qué diferencia hay entre esa campaña del régimen que muestra a unos supuestos deportistas exhibiendo el dedo meñique pintado y las campañas de Ciudadanía Activa con el mismo contenido? Más fácil sería responder en qué se parecen: Ninguna de las dos se toma la molestia de explicarle a los electores porqué ni para qué hay que pintarse el dedo con la supuesta tinta indeleble.
Esa práctica es un resabio de un sistema rudimentario, diseñado para analfabetas, en que se votaba por colores; pero es discordante con este dispendioso sistema electrónico y automatizado. De hecho, la única justificación que se ha dado para la incorporación de máquinas capta huellas en el dispositivo electoral es que nadie vote dos veces. ¿Para qué será entonces la pinta de dedos?
Más allá del negocio de compra y venta de tinta inútil, lo que se sospecha por igual de las máquinas capta huellas, el punto importante es que tratándose de una señal ostensible, permite distinguir a la vista quien votó de quien no lo ha hecho. Eso facilita arrastrar electores, ejercer presión durante los comicios y chequear, después que todo haya sido consumado, quienes cumplieron con el sagrado deber y quiénes son los culpables del resultado, cualquiera que sea el resultado.
El régimen defiende esa marca por razones obvias, porque facilita el control, la amenaza y el chantaje; lo grave es que la “oposición” también lo hace, porque aunque votar es “un derecho”, se ha criminalizado a quienes no votan, de quienes ellos también dicen que son traidores a la patria.
Hemos visto funcionarios pintarse el dedo con tinta china para pasar la inspección de los jefes y quienes lo hacen sólo para que sus vecinos los dejen en paz.
En algo más se parece la oposición al gobierno: no es responsable, en el sentido de sentirse obligada a dar respuesta a las peticiones que se le dirigen. Es idénticamente arrogante y de mentalidad aniquiladora: quienes no son ellos, no existen. Comparten el criterio de que quien no vota no tiene derecho a reclamar.
Hay que repetirles, aunque tampoco escuchen: votar es un derecho, no es el prerrequisito o condición para la existencia de los demás derechos humanos, civiles y políticos.
SERRAT. Alguien debería decirle al pobre Joan Manuel, que en Venezuela hace años que no se vota a través de urnas, como él parece creer, sino con sofisticadas máquinas Olivetti, que en Italia se usan para jugar lotería.
Decir que Chávez ha impuesto todo a través de las urnas es cuando menos un anacronismo o es una macabra ironía, referida a los cientos de ellas que desfilan cada fin de semana en Caracas y el resto del país, en esta guerra de baja intensidad que el hampa ha desatado contra todos, con la anuencia del régimen, que la interpreta como una merecida venganza social.
Joan Manuel no sabe (no necesita saber) que las imágenes de funcionarios depositando una papeleta en una aparente urna electoral es una fachada hacia el exterior. Si el voto fuera manual, ¿para qué sirve la máquina? Si el voto ahora es electrónico ¿para qué sirve la urna?
En verdad, las papeletas no tienen valor alguno, ni demuestran nada e incluso se ha obligado a votantes a depositarlas aunque no tuvieran impresa ninguna opción, como ocurrió innumerables veces y por lo que ciertos funcionarios votaron dos veces, ante las cámaras de TV, porque sus papeletas salieron en blanco.
Pero además, si por ventura llegaran a contarse y se encontrara una discrepancia con lo que transmite la máquina de votación, según la normativa del CNE, lo que vale es lo que diga la máquina. La urna es inútil, estéril y su uso, una farsa. Luego el ejército las quema al descampado.
Algunos admiradores de JMS se han mostrado sorprendidos y decepcionados porque lo tenían por persona honrada, de buen corazón, identificada con causas nobles. ¿Cómo puede apoyar ahora a “la bota militar”, cuando antes se oponía a ella en España, en Chile?
Se les olvidó el componente ideológico. Para ellos no toda dictadura es mala, lo que es malo es que sea de derecha; las dictaduras de izquierda son buenísimas. Olvidaron que JMS tiene medio siglo apoyando la tiranía de los hermanos Castro, más de un cuarto de siglo a la de los hermanos Ortega y ¿por qué no habría de apoyar la de los hermanos Chávez?
No cabe la sorpresa. Esta clase de sujetos, como Joan Manuel Serrat, siempre fueron así y siempre han promovido lo mismo. Lo que pasa es que cuando apoyaba a Castro le miraban de lejos ¡y le aplaudían! Nunca hubo compasión para el pueblo cubano. Ahora, cuando la tiranía se sufre en carne propia, la cosa luce muy diferente para el espectador, pero Joan Manuel es el mismo: irresponsable, cómodo y distante. No sabe de fusilamientos, de cárcel, de exilios, de crimen ninguno, si los comete un régimen que él considera de “izquierda”.
Sigue oponiéndose a Franco en España sin enterarse de que el generalísimo murió hace décadas y ahora su gobierno es socialista. Lo mismo le pasa en Chile, donde sigue despotricando contra Pinochet, sin advertir que el general murió hace añares y allí también tiene un gobierno suyo, socialista. Nadie le pregunta: ¿Cuándo, Joan Manuel, habrá un gobierno liberal en Cuba?
En medio de un escenario extraordinariamente lujoso, ante un auditorio bien alimentado y mejor vestido, que puede permitirse el lujo de las mejores locaciones VIP, Joan Manuel no se da cuenta de que su voz es gangosa, su mensaje desteñido y su público compuesto por nostálgicos buscadores de una juventud perdida. No en balde su canción bandera en Viña del Mar es la que sirve de fondo a la película de esos simpáticos viejitos “Elsa & Fred”, que buscan lo mismo que él rememorando una película todavía más vieja de Federico Fellini: “La dolce vita”.
Para quien se autodefine catador de buenos vinos, como Joan Manuel Serrat, La Dolce Vita es el epílogo que mejor le calza.
Luis Marín
04-03-09

No hay comentarios: