Libertad!

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martes, 17 de febrero de 2009

Asdrúbal Aguiar // Hay razones serias para el optimismo

Son los estudiantes el seguro con el que cuenta Venezuela para afirmar su porvenir
Acerca de la razón o de las sinrazones que animaran a la enmienda constitucional, una se hizo evidente antes de su "plebiscito" el pasado domingo.
El dictador cubano que manda en Miraflores dijo, sin que se inmutara la presidenta del Poder Electoral, Tibisay Lucena, que la revolución suya depende de la permanencia de su delfín, Hugo Chávez, en el poder. Así de claro. De modo que, tratándose de las condiciones de libertad y justicia que deben rodear a todo acto electoral y que las pide toda democracia verdadera, cabe observar que, en contrapartida, el eurodiputado español, Luis Herrero, por discrepante fue secuestrado por la policía política venezolana y echado a patadas del país.
Pero al margen de cuanto haya dicho el insepulto cadáver de este "chulo" mayor parido por nuestro siglo XX, Chávez también avanzó en su enmienda, como lo creo, por una suerte de lance o estirón de arrugas. Necesitaba sortear el despeñadero de impopularidad que cada día más lo tiene por presa. Luego de haber sido el dueño casi total de la voluntad electoral a partir de 1999, perdió la reforma constitucional de 2007 cuando el país le dijo NO a su modelo comunista disfrazado de Socialismo del Siglo XXI.
Seguidamente, si acaso ganó numéricamente en los comicios de 2008 para elegir gobernadores y alcaldes, la oposición le arrancó las tajadas más codiciadas de su poder y en las zonas electorales emblemáticas de nuestra geografía. De modo que, uno y otros hechos, marcan y son el síntoma veraz del frenazo y de la fatal reversión que ha lugar en la curva ascendente de la manida popularidad de Chávez. La oposición, a su turno, viene del foso. A fuerza de una amarga experiencia y afectada por una grosera desigualdad en las armas de la lucha política, muestra una curva de crecimiento sostenida que no pudieron ocultar el resultado de la enmienda aprobada, ni siquiera la parcialidad grosera del Tribunal Supremo o el CNE, como tampoco la práctica de la intimidación o el uso grosero de los dineros públicos que aún apalancan al ahora candidato oficial eterno. El año 2009, pues, se inaugura con este cuadro político.
Al mismo se sumará otra realidad más gravosa para el régimen. Los reales de la industria petrolera -fuente del poder y de la corrupción gubernamentales- se agotaron. Pdvsa, que fuera una de las transnacionales más importantes del mundo, es un antro de maulas al que persiguen cobradores de toda laya. De modo que, sin perjuicio de lo ocurrido, no hay un solo hecho que pueda abonar a favor de un cambio en las tendencias electorales señaladas. Antes bien, en los dos lustros de mayor bonanza económica que hayamos conocido, al término de las cuentas sólo nos queda como obra de la revolución una realidad donde la cultura de la muerte se entronizó.
Y ante ella no cabe la justificación de la explosión demográfica, menos habiendo sido el mismo Chávez quien, desde 1999, atribuye la violencia a la pobreza; ésa que dice haber doblegado. Y el "techo propio", sueño de todo hombre y mujer materialmente necesitados y urgidos de inclusión, brilló por su ausencia, salvo en los predios de La Habana. En el país, además, aún dividido como se encuentra y dominado por los resentimientos -que se cocinan desde el Palacio de Miraflores y por sus asesores cubanos- entre revolucionarios y los tachados por contrarrevolucionarios, no se ha dado el cambio cultural que permita se nos reconstruya desde cero y como huérfanos de historia patria. Ya es tarde.
Más allá del resultado electoral, repito, observo a dos países distintos y diferentes a la simple bicefalía mencionada de chavistas o antichavistas, socialistas y capitalistas, patriotas o antipatriotas. Veo uno menguante, encarnado en Hugo Chávez y, qué duda cabe, en determinados actores de la oposición, quienes de conjunto rumian fracasos o las traiciones habidas a lo largo de nuestra existencia republicana; pero veo otro, opuesto, hecho de porvenir, negado a la amargura y sin facturas por cobrar, que toma cuerpo acelerado en la generación "Nintendo" de los estudiantes. El siglo XX está por concluir entre nosotros, fatalmente. Con retardo -ojalá que en el 2012 o quizás antes, con la elección parlamentaria- y por un sino de nuestra historia; pero ello ocurrirá una vez como dejemos en la trastienda a los desechos de la última estirpe política, cuyo peor residuo es el bufón de Sabaneta.
El siglo XXI ya se hace presente, con nombre de estudiante. Su aire renovado mueve al pánico de los cultores del pasado y de las víctimas de la ignorancia o de la utilitaria indiferencia. Son los estudiantes el seguro con el que cuenta Venezuela para afirmar su porvenir, no lo olvidemos, más allá de nuestra enojosa circunstancia. correoaustral@gmail.com

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