Libertad!

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domingo, 22 de febrero de 2009

Carlos Blanco // "Nadie atendió el hecho de que la mentira sólo aplaza el desencanto pero no lo elimina"

Tiempo de palabra
¿Y ahora?El país disidente ha experimentado una derrota que no conviene disfrazar; ésta tiene un rostro gris, sin dientes, con ojeras, mirada color naufragio y una mueca espeluznante. La derrota, como todo crimen, tiene sus atenuantes; en la contabilidad menuda se ven claroscuros que permiten evaluar la profundidad de la desdicha.
Unas son mayores y otras menores; pero, lo que no conviene al entendimiento es decir que una derrota es una victoria y que una victoria es una derrota, aunque la una pueda conducir a la otra. Las derrotas son huérfanas, nadie quiere asumirlas porque, al parecer, quebrantan la voluntad. En realidad, pueden abrir caminos.
Los De A Pie. Es mal consejo pretender dorar la amarga píldora. La idea de bailarles el muñeco a los ciudadanos para disminuir su abatimiento es despreciar su inteligencia. Se les dijo que el 15F se definía el destino del país; y ahora es irrespetuoso plantear que no era más que un episodio secundario.
Tampoco es conducente afirmar, mediante complejos ejercicios estadísticos, que, viéndolo bien, el Gobierno fue el que salió derrotado. No se puede esconder con la matemática un hecho político inmenso. Es repetir lo que intentó Chávez el 23N, cuando sacó ese lapicito con que hace cuentas embusteras e intentó mostrar que sus descalabros electorales no eran realidad.
Quiso sumar camaradas con tenientes para mostrar inexistentes victorias requeridas por sus desmoralizadas tropas. Por supuesto que podía reclamar que el revés no era total; pero quiso disimularlo. El revés opositor tampoco es total.
Es posible que poco a poco, a través de sucesivos actos electorales, las fuerzas democráticas ganen espacios; pero también es posible que no ocurra así. A nadie consuela y a muchos, incluidos chavistas, enfurece, la perspectiva de que la recuperación democrática sea un proyecto a 25 años plazo. Por otra parte, cada acto electoral puede no crear precedente con respecto al siguiente porque las condiciones que los rodean son diferentes.
Los ciudadanos que participaron con el No experimentaron una derrota que más que un hecho político es una calamidad existencial. Hay tristeza en casi todos; desesperanza e incertidumbre en muchos. Estos sentimientos de pérdida requieren un duelo y su función es reconocer lo perdido. El duelo en política lleva a encajar el golpe, a reconocer errores, a pensar en lo que se ha debido hacer y no se hizo, y en lo que se hizo y no se ha debido hacer.
Batalla Colosal.
El hecho admirable de este reciente desafío ha sido la desproporción entre los contendores: toda la máquina aplastante del Estado enfrentada a millones de ciudadanos sin más recursos que su voluntad. No es que del lado de Chávez no haya mucha gente; la diferencia radica en que se enfrentan parapetados detrás del dispositivo estatal, manejado de modo implacable, sin ninguna contención moral o legal. En la otra orilla navegaban ciudadanos comunes, sin recursos financieros y apenas con partidos debilitados, empobrecidos y confrontados entre sí. Este combate habla de una proeza ciudadana y se constituye en un capital político y social de cuya conservación depende el destino democrático de Venezuela.
Destacan con singular brillo los estudiantes, encargados de una tarea que otros no asumieron. Fue una pelea entre el Estado y la sociedad civil, sin que ninguna contención fuese posible. Chávez hizo todo lo que quiso; su única vacilación ocurrió después del asalto a la Sinagoga por el escándalo mundial que produjo. Del resto, el poder hizo trizas las condiciones del ejercicio democrático. Su instrumento fue el miedo. Pero, hay más que miedo; Chávez encarna una idea redentora y quienes se le oponen no articulan la suya.
La Oposición.
Para perder no basta que el otro sea fuerte sino que el débil tenga estrategias equivocadas. Convendría un debate descarnado no sometido al chantaje al que Chávez somete a los suyos: si discutes, le das armas al enemigo; cuando, en realidad, lo único que impide meter las extremidades es la discusión abierta. La participación en un referendo que la propia oposición había señalado como inconstitucional envió un mensaje básico contradictorio al electorado que se propuso conquistar; no impidió que varios millones votaran por la propuesta pero, tal vez, no sumó a un sector indispensable.
Por otra parte resulta trágico que la dirección opositora se haya convertido en garante de la legitimidad de un CNE espurio para evitar que la abstención se incrementara; de esta forma se trata como débiles intelectuales a unos ciudadanos que podrían incorporarse a la lucha por condiciones electorales higiénicas, limpias y libres, sin que el reconocimiento del horror que es el CNE necesariamente lo lleve al desaliento.
Una parte de la dirección opositora engañó al electorado al asegurarle que había condiciones aceptables cuando, como se sabe, estas votaciones no fueron libres ni limpias. Los planteamientos de Súmate fueron minusvalorados; los que formula Esdata fueron desconocidos; los alertas del Movimiento 2D, eludidos; los de algunos políticos y analistas, ignorados.
Sus posiciones fueron ahogadas, so pretexto de impedir la desesperanza, sin atender al hecho de que la mentira sólo aplaza el desencanto pero no lo elimina. Cualquier crítica era y es sometida al chantaje porque supuestamente divide a la oposición, cuando la realidad es que la uniformidad y la ausencia de debate son las típicas conductas que el chavismo ha impuesto a los suyos.
El reconocimiento del resultado anunciado por el CNE sin atender a la investigación sobre posible alteración de los resultados es un suicidio.
Henrique Salas Römer, voz poderosa de Carabobo, ha mostrado cómo los resultados presentados por el oficialismo son totalmente falsos. Si se adulteran las cifras de la inflación y de la pobreza, si se disimula el monto de los recursos regalados a otros países, si se oculta el trasiego ilegal del oro y el moro hacia Cuba, si nadie sabe lo que hay en el Fonden, si es un secreto lo que produce Pdvsa, por qué razón no se ha de evaluar el escándalo que significa la manipulación de las cifras. Las encuestadoras forman parte del debate.
En una sociedad equilibrada, las encuestas constituyen un elemento más del escenario y su influencia tiene contrapesos. En esta sociedad autoritaria, algunas empresas se han transformado en actores políticos, propagandistas de la invencibilidad de Chávez, al que ayudan a consolidar su poder. Su papel es más complicado cuando podrían tener contratos con el Estado, directos o no, con claros conflictos de interés.
La unidad necesaria pasa por un debate sano, sin chantajes al modo de Chávez, sobre los caminos que tiene ante sí la disidencia democrática. Aunque hoy haya tristeza, el camino está abierto para un proyecto político alternativo.

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