Libertad!

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domingo, 1 de febrero de 2009

Sin aire

Alberto Barrera Tyszka
¿Qué es lo que estamos votando exactamente el próximo 15 de febrero? La pregunta formulada por la Asamblea es un crucigrama en tailandés. Las propagandas políticas hablan de otra cosa, ya son parte de una rockola donde repetimos las mismas canciones desde 1998. Ni modo. Hemos descubierto que las campañas electorales también pueden ser una forma de vida.
Al parecer, el Presidente y la oposición tienen un único tema: siempre hablan de Chávez. Hace mucho que los venezolanos no escuchamos nada en estéreo. Pero la realidad, por suerte, tiene más nombres, más ideas, más voces, más problemas.
¿Qué es lo que estamos votando exactamente el próximo 15 de febrero? La respuesta podría sintetizarse en una frase pronunciada por el ministro Héctor Soto esta semana: "No puede ser que un grupo privado usufructúe indefinidamente un espacio público".
Por supuesto, que el ministro Soto no se refería a la enmienda sino al Ateneo de Caracas.
Él es capaz de contradecirse sin darse cuenta. Porque la frase funciona puntualmente para criticar la manera en que el chavismo ha ejercido el poder durante estos años. Son los barbarazos de la política nacional. Quieren apropiarse de todos los espacios públicos, usarlos a su antojo y discreción, mantenerse en ellos de manera permanente, hasta que el infinito los separe.
De eso se trata justamente la enmienda.
Por eso, también, no se puede pensar mucho. Aunque diga lo contrario, Chávez sabe que no necesita ideas sino emoción. Su campaña le huye al debate, busca más bien sensibilizar a la audiencia, moverlos afectivamente a su alrededor. Es una telenovela continua: crea suspenso, miedo, devoción, ternura... Por ahora, prefiere sostener su poder sobre suspiros y no sobre balas. El rating puede ser una forma eficaz de tiranía.
Chávez es una celebridad más cercana a una película de Hollywood que a la realidad social y política de los pobres. Oliver Stone es su mejor alternativa épica.
Ocurren cosas así: en el Metro de Caracas, durante varios días, circuló más propaganda que vagones, sonaba a cada rato la música a favor del Sí.
Según varias denuncias, a algunos empleados públicos los obligan a participar en las marchas y a colaborar de diversas formas con la campaña oficial.
El general González González sufrió un repentino contagio del virus Nolia, y arremetió, con más insultos que argumentos en contra de Teodoro Petkoff, afirmando que la FAN sólo está al servicio de la revolución y sólo sigue las órdenes de Chávez... La lista podría ser mucho más extensa, profusa. Las maneras en que este grupo privado, esencialmente militar, ha invadido y controlado las instancias públicas, para su propio provecho, debería ser ya una primera señal de alarma ante la reelección indefinida. A nadie le conviene fundar una República sin límites.
Incluso, aquellos que apoyan al gobierno, o tal vez no lo cuestionan, también están obligados a reflexionar en otros términos, con otras variables.
Cierra los ojos un segundo. Concéntrate. Piensa en tu peor adversario, en el personaje público al que no le darías ni siquiera las llaves del zoológico del parque El Pinar ¿Lo tienes? Recuerda entonces que la historia es impredecible, que la popularidad es móvil, voluble; que mañana o pasado, cualquier cosa puede ocurrir. Abre los ojos: ¿en quién pensaste? ¿En Diosdado, en Cilia Flores, tal vez en Mario Silva? ¿O en Ledezma, en Ravell, quizás en Oscar Pérez? ¿Te gustaría que esa persona fuera presidente y tuviera la posibilidad a reelegirse de manera indefinida? Hugo Chávez lanza un alarido y entona otra vez su descarga. Me tienen miedo.
Vienen por mí. Si perdemos, asegura, vendrá una batalla campal. Si yo no estoy, les quitarán todo. Los dejarán sin nada. Si yo pierdo, repite, habrá "una guerra civil".
Pero hace apenas dos meses, cuando salieron derrotados en las alcaldías en Caracas o la gobernación de Miranda, sin embargo, no pasó nada de eso. Hubo saqueos, eso sí. Se llevaron hasta el agua de los floreros. Pero no hubo Apocalipsis, no hubo guerra, no se suspendieron tampoco los programas sociales. Sólo un grupo pequeño acudió a la violencia.
Algunos no soportan perder sus privilegios.
El Presidente canta de nuevo su amenaza. O gano yo o habrá guerra, insiste.
El tiempo, en embargo, no pasa en vano. Ya vivimos este referéndum. La memoria tiene otra música: al final de la tarde del 2 de diciembre de 2007, frente al Palacio de Miraflores, sólo se escuchaba el suave silbido de un enorme muñeco de plástico, desinflándose.
Chávez se quedó sin aire. Nada más.

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