Tiempo de palabra
EL UNIVERSAL
domingo 31 de octubre de 2010 12:00 AM
Dinero y revolución
El chavismo tiene una relación libidinosa pero muy complicada, llena de silencios y de cachos, con el dinero. Ser rico es horrible -claman- pero cómo gozan con los millones que se difuminan, reconcentran, gastan y buscan con afán. Ese maridaje entre Bolívar, único, y los bolívares, múltiples, es el centro de la perdición del chavismo. Odian la plata tanto como la bucean. Repudian el dólar pero lo huelen con olfato canino a kilómetros. Blasfeman del dios de la riqueza y adoran secretamente a los dioses menores del fasto, las perlas cultivadas y el billete.
Él es el primero. Las revoluciones, en sus momentos inaugurales, se jactan de la ética que las ha hecho posibles. Después degeneran en terror y espuma podrida pero mientras dura el fervor las acompaña una cierta ética porque los líderes creen en las bondades de sus propios crímenes. De la lucha y la revuelta vienen acostumbrados al guarapo en pocillo, a las sardinas con casabe, a la parejería del subordinado, y al deseo de que la realidad tenga una pizca del sueño. A Robespierre y a Lenin, a Fidel y a Mao, los guió una idea de la cual colgaron sus vidas. A Chávez, por el contrario, lo guía el poder para sí, del cual ha colgado las ideas. No sólo carece de una ética revolucionaria que lo obligue sino que carece de cualquier sentido ético que no sea el del poder. Esta carencia es la que hace que se le vean las costuras en relación con el dinero; goza con aquello que censura: el tener. Véanse su acicalamiento y sus trajes, sus relojes y su dicción falsamente cultivada, sus ademanes y el uso de los bienes públicos que le han sido confiados como Presidente (La Casona, el avión, Miraflores, los recursos de Pdvsa), el manirrotismo propio de los que no han ganado un centavo en su vida pero se sacaron la lotería. Obsérvese en internet los bienes de los allegados y las fotos gozosas de la prole en piscinas, ágapes, viajes, naves oficiales...
Lo que Chávez trasunta no es un Fidel Castro sino un Baby Doc arrellanado en la herencia que su padre le ha dejado, lo que explica que en vez de guerrilleros notables la compañía de la que disfruta se parezca más a la de los Tonton Macoutes. Cuando el país buscaba a un jefe revolucionario, como le fue ofrecido, se ha encontrado con un rico excéntrico que regala lo ajeno y acrece lo de la "famiglia". No está en capacidad de pasar la prueba que un jefe político está obligado a pasar, que consiste en saber cuánto tenían sus deudos antes de llegar al Gobierno y cuánto tienen ahora en casas, cuentas bancarias, obras de arte y joyas.
La Élite. Este proceso ha generado una élite que es la masa de gerentes, interventores, directores, generales y coroneles, amantes, primos afortunados, cuñados exitosos, que se han convertido en los beneficiarios del bochinche bolivariano. No hay que buscar a los ministros que deberían ser discretos en sus lujos y excesos, hay que observar más bien a este nivel inferior que no quiere salir en la prensa burguesa pero que se mete un billete sin respirar. No es sólo el caso de los boliburgueses que son los más sinvergüenzas, sino los de la tercera fila, la integrada por los que les encanta irse a un comedero los viernes hacia las 2:00 p.m. y pedir de todo y para todos, impacientes con los mesoneros que no traen "el de 18" que fue requerido. Éstos son los que están en el poder. Visten de rojo; son implacables con los "escuálidos"; no mezquinan sus loas al Comandante y las prodigan con el tono retrechero que quieren imitar; pero chupan como aspiradoras insaciables, como si el mundo se fuese a acabar.
Son las mafias que administran la cotidianidad de los recursos públicos. Cuando oyen hablar de socialismo no protestan, apenas sonríen de medio ganchete mientras saludan marcialmente: "¡Patria, Socialismo o Muerte! ¡Ordene mi Comandante en Jefe!". Son capaces de matar por el socialismo que les permite convertirse en unos marranos que, como alcancías, tienen el vientre lleno de monedas.
Como Chávez sabe esta novela, de cuando en cuando manda su cochinito al matadero; no para corregir nada, no para que dejen de embutirse con el vil metal, sino para que sepan que nada de lo que tienen es suyo; nada es perdurable; nada es nada ni nada es de nadie si el Jefe no lo quiere.
Los Pobres. Podría entenderse que las capas gerenciales mafiosas se entretuvieran enriqueciéndose porque sin ningún complejo las endorfinas les harían persignarse con una mano y afanar con la otra. Sin embargo resulta extraño que a los que se intenta seducir con más temeridad y a fuerza de billete, es a los pobres. No hay nada que se parezca a la mística leninista ni a los estímulos morales que tanto gustaba evocar al Che mientras apretaba el gatillo y a los fusilados ni siquiera les daba tiempo de decir "!Basta! Que esta humanidad ha echado a andar". Lo que hay es promesa de becas, ayudas, casas, viajes, terrenos ajenos, edificios invadidos, empresas confiscadas y piscinas exóticas de algún expropiado. Lo que el régimen da, y cuando no lo ofrece, es dinerillo. Chávez brama contra los ricos y modela su jefatura de acuerdo con los valores que él cree que los ricos tienen.
Desde esta perspectiva, no hay que extrañar que el Aventurero Escarlata suponga que los que visten de rojo le creen porque repiten sus mantras, mientras anotan a toda la familia en misiones, verbenas, milicias, y otros desaguaderos de los reales públicos. Basta oír a los franela-roja reírse de los juramentos bolivarianos mientras se inscriben en la próxima misión, para mascar a dos carrillos.
La Globalización. Cuando el socialismo llega así, de esta manera, uno no se da ni cuenta. Tampoco Chávez. El hombre no es bruto sino inculto y el tema de la globalización sólo ha alcanzado a explicárselo gente que parece no haber tenido nunca oficio honrado. Venezuela produce petróleo; éste le permite a Chávez comprar apoyos adentro y afuera; el petróleo se lo compran países capitalistas o en vías al capitalismo; por lo tanto ni puede prescindir del petróleo ni del capitalismo, del cual el petróleo es combustible esencial desde hace más de un siglo. Dicho más simplemente, el país está en las redes del sistema capitalista y a menos que resuelvan en el aquelarre de Miraflores que los venezolanos lo ingieran en vasitos plásticos, hay que seguirlo exportando para obtener los malditos dólares que alimentan la locura bolivariana. Es lo que comprendió Muammar Gaddafi después de muchos muertos encima. Un país petrolero no sale de la red tejida por el capital. No puede.
Si Chávez quiere tener los mismos trajes y relojes, los mismos pobres y hermanos Castro pegados al corte, que se deje de cosas y siga bombeando petróleo.
Chávez detesta aquello de lo que es esclavo.
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