Libertad!

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domingo, 24 de octubre de 2010

El pasado vuelve, y viene con todo

El venezolano tiene avidez por encontrarse con su historia, y quizás la situación actual tenga mucho que ver en eso Tres folletos editados por la Fundación Rómulo Betancourt hablan de autocracia: tampoco es casualidad

Por: Sebastián de La Nuez


Hace ya varias semanas Virginia Betancourt me envió, de lo más amable, tres publicaciones que no alcanzan la categoría de libro (pues tienen un promedio de cien páginas) pero sí de folletos muy bien editados por la Fundación Rómulo Betancourt. Llevan la autoría de tres historiadores de lujo y vale la pena promoverlos ahora que la Historia está de moda en Venezuela. Se titulan De la abolición de la monarquía hacia la instauración de la república (Germán Carrera Damas), Instauración de la república liberal autocrática (Tomás Straka) e Instauración del Estado moderno y auge de la república liberal autocrática (Manuel Caballero).

Escarbar el pasado debe parecerse a la sensación que experimenta María Schneider al colocarse en el asiento trasero del automóvil conducido por David Locke (Jack Nicholson) en El pasajero, película de 1975 dirigida por Michelangelo Antonioni: desde el automóvil en marcha, descubierto, la Schneider se arrodilla en el asiento para mirar cómo se aleja la carretera a medida que el carro avanza. El paisaje va quedando atrás, como la vida misma a medida que pasan los días, produciendo en el espectador una sensación de déjà vu. La carretera se desliza en dirección opuesta y en ella permanecerán, aunque desaparezcan de la vista, los hitos de lo que hemos sido y seguimos siendo. No hay trechos vacíos porque el pavimento es un continuo: los acontecimientos que lo componen se hallan encadenados unos a otros.

Puede que la carretera tenga puentes y túneles, pero jamás un vacío. Los automóviles no vuelan.

Así es la Historia, y desde luego, está de moda en Venezuela porque la gente ha sentido la necesidad de reconocerse en su pasado, quizás con la curiosidad un tanto morbosa de saber cómo demonios hemos llegado hasta este punto de degradación. De allí que las editoriales, que no tienen un pelo de tontas pero sí una frondosa cabellera de mercadeo, editan o reeditan continuamente cosas de Caballero, Carrera Damas y Straka pero también de Elías Pino Iturrieta, Inés Quintero y Simón Alberto Consalvi, quien por cierto acaba de sacar con Los Libros de El Nacional el título Auge y caída de Rómulo Gallegos, interesante aporte para entender al Gallegos que fue político y Presidente en aquellos años entre el 46 y el 48 que definieron en buena medida la democracia criolla pero que evidenciaron, también, sus limitaciones.

Todos estos libros pueden conseguirse, seguramente, en la feria que la Alcaldía de Baruta ha montado en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes hasta este domingo 24. Según se promociona, habrá más de cuarenta editoriales venezolanas e internacionales en pugna por el lector.

Ahora las alcaldías compiten por ver quién monta el ágape editorial más atractivo y estimulante. Y la gente va y compra. Es probable que la situación política y social haya impulsado los niveles de lectura en Venezuela.

UNA COLETILLA Como quiera que dos de los folletos mencionados llevan, implícita en su título, la idea de autocracia, no puedo pasar por alto recomendar aquí la obra de teatro La ola, que bajo la dirección de Armando Álvarez se presenta en el Espacio Plural del Trasnocho.

Es la misma historia, basada en hechos reales, que la película que hace un año o poco más llegó a Caracas.

Pero la versión de Basilio Álvarez, quien también protagoniza, demuestra su talento. No venezolaniza el relato (no hacía falta, tiene suficiente fuerza por sí mismo) pero sí logra acercarlo más al espectador local.

CAMPAÑA EN BALDE

Las cuñas testimoniales que está poniendo al aire Empresas Polar son bonitas. Aparece gente diciendo lo que significan los productos de Polar en la dieta familiar, o cuán tradicional resulta la marca en este país. Etcétera.

Se supone que esa campaña tiene por finalidad ablandar el corazón del Gobierno y hacer que recapacite sobre una eventual acción de tipo confiscatorio. En verdad, la campaña de Polar me recuerda la mañana en que tres malandros me quitaron el carro a punta de pistola en la Cota Mil. Es como si, al bajarme, les hubiese advertido: "Pero es que yo soy un honesto padre de familia". ¿De qué hubiera servido? Quizás para disparar su ira, literalmente hablando.

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