Chávez hoy es más minoría que ayer. El reto ahora a la sociedad democrática es reaccionar y defenderse de las tropelías, pero derrotándolo electoral y políticamente, reduciéndolo a una minoría para preparar el postchavismo de una manera pacífica y sin odios
Intuíamos que, al ser derrotado el 26 de septiembre, el autócrata avizoraba un destino incierto para las presidenciales del 2012. Cuando procedió a modificar la Ley Electoral, escoger un Consejo Nacional Electoral con las cuatro damas y elaborar la trampa de los circuitos presentía también la derrota del 26S y así se da la paradoja de que siendo minoría en el país conserva una precaria mayoría en la Asamblea Nacional.
Eran días difíciles los que se iban a vivir a partir del 26S al 5 de enero de 2011, fecha de la instalación de la nueva Asamblea Nacional. Así ha sido. La moribunda Asamblea, que representa apenas el 10 por ciento del electorado de aquel entonces, y nuevamente de espaldas al país, procedió a la radicalización de su involución histórica llamada "proceso".
En la payasada escenificada en el Salón Elíptico llamó a una Asamblea, una fuerza armada y un gobierno de extrema izquierda. Se colocó en un rincón de la sociedad donde moran las extremas derecha e izquierda. Ahora es más minoría que ayer.
Es un reto no a un partido ni a un sector social, es un desafío a la sociedad entera y es a ésta a la que le corresponde reaccionar, defenderse de tantas tropelías y hacerlo de una manera tal que pensando en el postchavismo sea democrática y pacíficamente.
Dicho de otra manera: se debe derrotar electoral y políticamente al autócrata, reducirlo a una minoría política y en consecuencia preparar esa transición.
La cuestión radica en que para llegar al 2012, es elemental, querido Watson, tenemos que pasar por el 2011. Y es en este interregno cuando se tienen que acentuar las luchas en defensa de los derechos ciudadanos, de la libertad, de los derechos humanos.
Es una verdad que se deben combinar las exigencias de respeto a la Constitución con las reivindicaciones más sentidas de una población castigada por la delincuencia, el costo de la vida, el desempleo, la vivienda, la salud y la educación.
No se deben abandonar las denuncias contra la violación a la Constitución, pues es la Carta Magna la que servirá de base a la convivencia democrática después del 2012, la que le otorgará garantías a todos los ciudadanos sin excepción, la que impulsará la reconciliación nacional.
La más amplia unidad debe ser puesta en marcha desde ahora mismo. A partir de la Mesa de Unidad Democrática abrirse al país, ser ordenadora de las grandes y pequeñas luchas, ser estimuladora y organizadora de las diversas voces y con ellas hacer el gran coro nacional por la libertad y la justicia social.
Es unir al país, y en consecuencia la MUD debe ampliarse. Es una hora cuando todos, absolutamente todos, somos necesarios para reconstruir a la patria venezolana en sus más diversos órdenes, reconstruir el aparato productivo, sus instituciones, y hasta el alma nacional, reconciliando al país, desterrando los odios y dándole al debate político, a la lucha política, grandeza en las ideas, en la defensa de los más disímiles intereses pero, por encima de todos ellos, el interés supremo de hacer de Venezuela un gran país, una gran nación, una República civil que se zafe de cualquier bota militar.
Hay fuerzas civiles y militares institucionalistas para avanzar en estas determinantes tareas.
Esas fuerzas, ese músculo democrático, civil y militar institucionalista son garantía de que una victoria en el 2012 obligará al autócrata a entregar. Y la conveniencia del país es que la transición sea pacífica. Y así deberá ser.
Trabajemos en esa dirección con denuedo, perseverancia y coraje.
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