ROSALÍA MOROS DE BORREGALES | EL UNIVERSAL
sábado 18 de diciembre de 2010 02:37 PM
Son innumerables las enseñanzas que podemos encontrar en la Biblia. Para nosotros los cristianos, la Palabra de Dios; para otros una gran obra de la literatura, y para muchos tan solo un extraño libro que cuenta historias extrañas. De cualquier manera que la valoremos la Biblia está llena de relatos impregnados de la naturaleza del hombre, de su condición alejado de Dios, y de todas sus posibilidades cuando tiene la humildad de saberse limitado ante su creador.
Permítanme llevarlos al contexto del título de esta reflexión. El rey Belsasar, había heredado el reino de su padre, el rey Nabucodonosor de Babilonia. Su padre se había ensoberbecido en el poder de su reino; pero Dios le había revelado en sueños lo que le acontecería (Daniel 4). Entonces Nabocodonosor proclamó el nombre de Dios y fue librado. Es este reino transformado el que heredó Belsasar, pero después de un poco de tiempo, embriagado por el poder de la grandeza de su reino, comienza a vivir de acuerdo a las pasiones de su carne y sus acciones son dirigidas por su soberbia, llegando incluso a profanar los utensilios del templo (Daniel 5:3).
Un buen día, estando Belsasar con sus principales, con sus mujeres y concubinas en una gran fiesta, aparecieron estas palabras escritas en la pared del recinto: "Mene, Mene, Tekel, Uparsin". Turbado, Belsasar busca la interpretación en medio de sus magos, astrólogos y adivinos, quienes no pueden dársela; pero la reina, inspirada por un remanente de cordura, le recuerda de Daniel, quien había interpretado los sueños de su padre Nabucodonosor ( Daniel 5:8-10). Entonces Daniel fue llamado a la corte del rey, y le fueron ofrecidos dones y recompensas a cambio de la interpretación de las palabras escritas en la pared.
Daniel responde en la integridad de su corazón: "Sean tus dones para ti, da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey y le daré su interpretación". (Daniel 5: 14-18). Daniel le habla a Belsasar con la verdad, le recuerda del enaltecimiento de su padre: "A quien le placía mataba…, engrandecía a quien le placía y a quien le placía humillaba. Pero un buen día después de que su corazón se ensoberbeció y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria (Daniel 5: 20-21). Y más aún, Daniel le habla con la verdad sobre su propio enaltecimiento: "Pero tú, su hijo, Belsasar, no has humillado tu corazón…, sino que contra el Señor de los Cielos te has ensoberbecido…tú y tus grandes…Nunca honraste al Dios en cuya mano está tu vida"… (Daniel 5:22-24).
Muchos hombres viven cada vez más una vida llena de apariencias, maquillan su propia verdad con la mentira, tratando de engañar a quienes les rodean, y ciertamente, encontrando receptividad a su discurso. Pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, porque más temprano que tarde las verdades afloran por medio de los cambios de las circunstancias. Hombres a quienes el pueblo les ha dado poder y se sienten demasiado grandes para detenerse a pensar que por más grandes y poderosos que se sientan, nunca han tenido, ni tendrán el poder absoluto, porque siempre, de alguna manera, como todos, podrán ser sorprendidos por lo inesperado.
Creamos o no creamos en Dios, le creamos o no le creamos a Él, le demos en nuestros corazones un lugar, o nos jactemos de nosotros mismos; de cualquier lado que estemos, igual siempre podremos ser sorprendidos por lo inesperado. Belsasar se sintió grande, y vivió la temporalidad de su reino como si fuera lo definitivo. Olvidó que la Tierra gira y que un día podemos estar arriba y reír, y mañana cuando lo inesperado toque nuestras vidas, podríamos estar abajo y llorar.
Vivimos en un país que ha sido sorprendido por lo inesperado en muchos aspectos; en donde la tragedia nos ha tocado sorpresivamente; sin embargo, al contrario de mostrar una actitud humilde y conciliadora nuestros gobernantes mantienen una actitud de soberbia, como si el poder temporal de su autoridad los hubiera hecho olvidar la fragilidad de ellos mismos, de la misma manera que le sucedió a Belsasar.
Podrán pretender ser dueños y amos absolutos, pero no podrán evitar el día, ni controlar la mano que escribe inexorablemente una sentencia sobre la vida de cada hombre, así como la escribió sobre la vida de Belsasar.
Esta fue la interpretación que Dios reveló a Daniel: "MENE, MENE: Contó Dios tu reino y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza y hallado falto. UPARSIN: Tu reino ha sido roto y dado a los medos y a los persas". (Daniel 5: 24-27).
Sorprendidos por lo inesperado…
rosymoros@gmail.com
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