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miércoles, 9 de febrero de 2011

ANTONIO COVA MADURO |Lecciones egipcias

Lecciones egipcias

Incorporarse "a la normalidad" puede garantizar que el régimen pase agachadito
EL UNIVERSAL
miércoles 9 de febrero de 2011 12:00 AM

En cualquier "otra" Venezuela los impactantes acontecimientos egipcios no hubiesen pasado de ser una "curiosidad" en un país lejano. En la Venezuela de Chávez, no. Eso, sin duda alguna, estuvo tras la invitación a hablar de ello el viernes pasado en el muy oído programa radial que por la 99.9 FM de Caracas conduce César Miguel Rondón; y también está detrás del súbito y atento interés que los acontecimientos en aquel país, más conocido por ser árabe que por ser africano, han despertado en muchos venezolanos. Estoy de acuerdo con este interés, pero es bueno escudriñar en lo que de ellos nos seduce e interesa.

El primer asunto que atrapa la atención de los venezolanos es la renuencia de Hosni Mubarak a abandonar el poder, cuando todo le grita que de él ya queda bien poco. Para nosotros es un bis del agotador paro petrolero del cual asombrosamente salió indemne Hugo Chávez, pero la lección egipcia puede sernos de gran utilidad en la medida en que desnuda algunos factores que o fueron distintos de los nuestros o no pudimos descifrarlos convenientemente en aquel momento.

Un primer asunto es idéntico: la voluntad de no abandonar el poder que se dio entonces y se ve ahora muy claramente. Un segundo asunto, saber sugerirle a los beneficiarios (sobre todo a quienes nunca lo habían sido) lo que esa pérdida significaría para ellos. Los mamandini de toda laya deben sentirse con fuerza suficiente para activarse y respaldar -en la calle- al poder que se desmorona ante sus ojos. Esa fue la significación del miércoles pasado en la plaza Tahrir de El Cairo; pero aquí es donde aparece una importante diferencia.

Frente a las cámaras y micrófonos de todo el mundo, los "partidarios" de Mubarak dejaron ver que no eran tales. Era la siniestra y omnipresente policía política del régimen que se "disfrazó" de manifestantes; pero los pobres no logran entender al mundo mediático de hoy: al agredir a los pacíficos manifestantes que pedían el fin del régimen, y atacar a los periodistas extranjeros, la reacción del mundo fue un grito de horror que puso en una situación muy comprometida al régimen.

Aquí hay una importante diferencia con los opositores venezolanos. Para aquel momento no había Twitter ni Facebook y todavía era extendida la simpatía por un líder que en un país petrolero "representaba" a los pobres que, con adoración "le seguían". Nada de eso es ni siquiera pensable de Mubarak: él es el "orden" y, de paso, amigo de Israel al que condenan sus 30 años de poder férreo.

Es aquí, justamente, donde las lecciones adquieren un carácter futurista: en una confrontación que de algún modo se asimile a la del 2002-2003, Chávez ya no gozaría, ni remotamente, de la misma simpatía fuera de nuestras fronteras. Ya hartó hasta a los ilusos, y no está invitado al convite de la izquierda divina.

Más grave aún: ya no es capaz de convocar a la calle masas de fervientes seguidores ¡si hasta la convocatoria de los sindicalistas en Caracas tuvo más gente y más fervor que los "traídos y llevados" para la escena valenciana que conmemoraría un nuevo aniversario del 4F!

En efecto, a las palabras que Hugo Chávez inflamó de fervor épico, los asistentes respondían con "peticiones" que, sin darse cuenta de la paradoja, Chávez no dejaba de reseñar; de paso, imponiéndole a su agotado vicepresidente Jaua que fuese de un lado a otro para complacerlas, aunque fuera "de boquilla". No hay ya "marchas a la batalla", sino un atareado recoger los restos que quedan después del jolgorio y la parranda.

Justo aquí relumbra otra lección: con rapidez obscena, los vecinos de Mubarak ahora ofrecen empleo, beneficios, corte de precios en los alimentos y juran y perjuran que después de los añitos que les quedan -Mubarak clama por un taima hasta septiembre- recogerán sus macundales. Nada de esto harían si no fuera por la determinación de las masas egipcias en Cairo y Alejandría.

Los venezolanos podemos probarles que estas apresuradas complacencias al malestar de las masas, nada significan; que lo que esos regímenes están haciendo es "comprando tiempo" y que la decisión de no moverse hasta lograr la remoción de Mubarak es la correcta. Pero, de nuevo, el tiempo, y el cansancio que él trae aparejado, podría jugarles una mala pasada a los demócratas: incorporarse "a la normalidad" puede garantizar que el régimen pase agachadito.

Al final, empero, allá y aquí la sentencia de muerte a estos regímenes ya está dictada: su tiempo se agotó y no hay vuelta atrás. Ya el amanecer despunta.

antave38@yahoo.com

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