febrero 15, 2011 / Ibsen Martínez / General /
La frase de Teodoro Petkoff – “estamos mal pero vamos bien”– no era más que un diagnóstico situacional; la de Eudomar Santos –“como vaya viniendo, vamos viendo”– , en cambio, encierra una programa de vida. Si algo puede decirse del pensamiento vivo de Eudomar Santos es que es pervasivo y que ha imbuido a todos los sectores nacionales en cualquier época. Y eso incluye al chavismo.
Creo, a estas alturas, conocer lo suficiente a mi compatriota Eudomar Santos como para adivinar que no responderá públicamente los desconsiderados y groseros chascarrillos de que, últimamente, ha sido objeto en la Asamblea Nacional por parte del ex ministro y hoy diputado del PSUV, Héctor Navarro.
Como no conviene dar nada por sabido, resumiré lo dicho por quien hay que tener todavía por autorizado vocero oficial del partido gobernante, aun a sabiendas de que el único probado vocero del gobierno es Hugo Chávez. Conviene, pues, tener cautela porque podría muy bien ocurrir que Hugo Chávez tuviese mejor opinión de Eudomar Santos que la que deja ver el ex ministro Navarro.
No sería ninguna novedad que el Jefe dejase una vez más descolocado a uno de sus más señalados seguidores, enmendándole la plana a Navarro en algún “Aló, Presidente”.
Resumamos lo escuchado en la Asamblea. Navarro se ha hecho un lío al pretender citar una frase, para muchos muy poco feliz, de Teodoro Petkoff. Me refiero a aquello de “estamos mal pero vamos bien” que el antiguo ministro de planificación del segundo gobierno de Rafael Caldera soltara alguna vez en rueda de prensa.
Palabra más, palabra menos, Navarro ha sugerido con sarcasmo que el mentor intelectual de Petkoff, y para el caso,de toda las políticas públicas desplegadas con anterioridad a la resplandeciente “revolución bolivariana”, desde al menos 1958, han sido dictadas por la improvisación. Todo por una simplista interpretación de uno de los proverbios – un dictum, para decirlo en latín, que siempre luce muy bien en un artículo de opinión – de Eudomar Santos.
2.-
Quien esto escribe ha sido, modestamente, un aplicado estudioso del pensamiento, no sólo económico, de Eudomar Santos. En general, de todo el vasto cuerpo de teoría que sobre el desarrollo nacional ha ido construyendo Eudomar Santos en estos últimos veinte años de voluntario apartamiento de la vida pública. Y que ha asegurado dar pronto a conocer.
Llegado aquí, me permitiré una digresión biográfica que espero sirva para explicarme mejor. Santos concita el desdén de la Academia y de los llamados “expertos” por el simple hecho de ser autodidacta. Un autodidacta , por cierto, de mucho vuelo, como suelen serlo los hombres que se han hecho a sí mismos.
De origen sumamente humilde, Santos no ha escatimado esfuerzos para superarse intelectualmente. Y el resultado ha sido que se ha convertido en lo que hoy se conoce como un “polímata”. La mejor definicion de polímata la dio Susan Sontag: “un polímata es alguien interesado profundamente en todo a excepción de nada”.
Un centelleante ejemplo contemporáneo de polímata sería Umberto Eco.
Eudomar Santos es, en mi concepto, un polímata excepcional, y deberíamos los venezolanos felicitarnos de contar con él entre nuestros cada vez más contados hombres de ideas, en vez de hacer chistes fáciles como los que, sin gracia alguna, ha pretendido hacer Héctor Navarro a costa suya.
Impartida ya la noción de polímata, es posible hacer la distinción entre un polímata y un todero. Eudomar Santos es un polímata – un intelectual, silvestre quizá, pero un pensador profundo– mientras que la mitad del gabinete de Chávez está integrado, y no admito discusión sobre esto, por impresentables toderos.
El lector está en el derecho de preguntar en qué momento de su vida pudo Eudomar Santos dedicarse a su propia ilustración. Lo poco que de él se ha difundido, con razón o sin ella, nos los muestra como un mujeriego inveterado y ya se sabe que nada quita más tiempo que la vida galante. ¿Cuándo y dónde pudo hacerse Eudomar Santos, no sólo de una vasta cultura humanistica, sino de profundos conocimientos de economía?
He aquí la respuesta: entre los múltiples oficios que Santos desempeñó en su primera juventud estuvo el de rematador de libros debajo del puente de la avenida Fuerzas Armadas. No se limitó a revender, sino que dando muestras de una asombrosa capacidad intelectual, leyó con criterio crítico todo lo que caía en sus manos.
El legado de Santos es como el del gran Macedonio Fernández; ha escrito poco porque su sabiduría se prodiga verbalmente en aforismos que retan la inteligencia de quien los escucha. En esto, Santos se asemeja a Friedrich Nietzsche y , también, a los maestros del budismo Zen. “Como vaya viniendo vamos viendo” no es una mera frase sonora. Tampoco resume una doctrina de lo provisional, de lo perentorio. No es el lema de los improvidentes. Es compacta filosofía profunda sobre el devenir humano. Tan profunda que Heráclito luce pendejo al lado de Eudomar Santos.
La frase de Petkoff – “estamos mal pero vamos bien”– no era más que un diagnóstico situacional; la de Eudomar Santos –“como vaya viniendo, vamos viendo”– , en cambio, encierra una programa de vida.
Si algo puede decirse del pensamiento vivo de Eudomar Santos es que es pervasivo y que ha imbuido a todos los sectores nacionales en cualquier época. Y eso incluye al chavismo.
No sólo los refugios para damnificados deberían ostentar en la puerta la frase luminosa de Eudomar Santos. Ella merece también figurar como epígrafe en la portada de la memoria y cuenta ndel gabinete de Hugo Chávez.
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Ibsen Martínez
Ibsen Martinez
Soy escritor de profesión. Vivo en Caracas, Venezuela, petroestado populista de la Cuenca del Caribe. Escribo ficciones, ensayos y artículos.
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El Señor Marx
o "Smart, perfectly fluid in tone and content, this is one of the most accomplished novels produced in Latin America in recent years. I read El señor Marx no está en casa after finishing A.S. Byatt's The Children's Book, and it is uncanny how both minutely recreate worlds we thought were gone—world literature at its best". (W. Corral, World Literature Today, may/june 2010.)
o "Una novela inteligente, original y divertidísima. Es la estrategia narrativa y el estilo lo que hacen del libro de Ibsen Martínez, como de cualquier buena novela, un triunfo." (Carlos Franz, Letras Libres, octubre, 2009.)
o Resucitar del polvo de la historia a la querible y malograda Eleanor Marx y a su canalla concubino, Edward Aveling, hacerlos vivir de nuevo ante nuestros ojos, tanto como al esforzado dramaturgo, es la apuesta mayor de Ibsen Martínez, el demiurgo de esta creación. El erudito contexto político, familiar y cultural -esa Londres finisecular, del todo creíble- es también un mérito accesorio del autor". (Luis Fernando Afanador, Revista Semana, Bogotá, julio, 2009.)
o "El señor Marx no está en casa comporta no sólo una formidable investigación de personajes reales y circunstancias del círculo familiar del judío de Tréveris. Apunta también a detalles acuciosos, de reconstrucción de época, que hacen de la pieza un inspirado corpus raras veces visto en nuestra literatura." (Oscar Marcano, Prodavinci, julio,2009.)
Heráclito
Heráclito de Éfeso (en griego: Ἡράκλειτος ὁ Ἐφέσιος Herákleitos ho Ephésios), conocido también como «El Oscuro de Éfeso»,[2] fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C..
Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores.
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[editar] Legado
Heráclito es netamente aforístico. Su estilo remite a las sentencias del Oráculo de Delfos y reproduce la realidad ambigua y confusa que explica, usando el oxímoron y la antítesis para dar idea de la misma. Diógenes Laercio (en Vidas..., IX 1–3, 6–7, 16) le atribuye un libro titulado Sobre la naturaleza (περι φυσεως), que estaba dividido en tres secciones: «Cosmológica», «Política» y «Teológica». No se posee mayor certeza sobre este libro. I. Bywater hizo un reacomodo de los fragmentos conforme a la indicación de Laercio, traducido al español por José Gaos. Agustín García Calvo reconstruye la posible estructura del libro en su edición de los fragmentos del mismo, titulada Razón común. Distingue tres apartados: «Razón general», «Razón política» y «Razón teológica».
Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa.
Es común incluir a Heráclito entre los primeros filósofos físicos (φυσικοι, como los llamó Aristóteles), que pensaban que el mundo procedía de un principio natural (como el agua para Tales, el aire para Anaxímenes), y este error de clasificación se debe a que, para Heráclito, este principio es el fuego, lo cual no debe leerse en un sentido literal, pues es una metáfora como, a su vez, lo eran para Tales y Anaxímenes. El principio del fuego refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas.
Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Λόγος (Logos). Este Logos no sólo rige el devenir del mundo, sino que le habla (indica, da signos, fragmento B93DK) al hombre, aunque la mayoría de las personas «no sabe escuchar ni hablar» (fragmento B73DK). El orden real coincide con el orden de la razón, una «armonía invisible, mejor que la visible» (B54DK), aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no despecha el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia, como afirma en el siguiente fragmento:
Al uso de los sentidos y de la inteligencia, hay que agregarle una actitud crítica e indagadora. La mera acumulación de saberes no forma al verdadero sabio, porque para Heráclito lo sabio es «uno y una sola cosa», esto es, la teoría de los opuestos. Quizás el fragmento más conocido de su obra dice:
ποταμοις τοις αυτοις εμβαινομεν τε και ουκ εμβαινομεν, ειμεν τε και ουκ ειμεν τε. | En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos]. |
El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces en el mismo río, siguiendo a la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia, hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal) que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua. Algunos autores ven en el cauce del río el logos que «todo rige», la medida universal que ordena el cosmos, y en el agua del río, el fuego. A primera vista esto puede parecer contradictorio, pero debe recordarse que Heráclito sostiene que los opuestos no se contradicen sino que forman una unidad armónica (pero no estática). Es razonable, entonces, que la otra cara del agua sea el fuego, como él mismo lo adelanta en sus fragmentos.
A pesar que existen ciertas similitudes entre Heráclito y Parménides, las doctrinas de ambos siempre han sido contrapuestas (con cierto margen de error), ya que la del primero suele ser llamada «del devenir» o (con cierto equívoco) «del todo fluye», mientras que el ser parmenídeo es presentado como una esfera estática e inmóvil.
Era conocido como «el Oscuro», por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: «Panta rei» (πάντα ρει), todo fluye. El devenir está animado por el conflicto: «La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas», una contienda que es al mismo tiempo armonía, no en el sentido de una mera relación numérica, como en los pitagóricos, sino en el de un ajuste de fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco. Para Heráclito el arjé es el fuego, en el que hay que ver la mejor expresión simbólica de los dos pilares de la filosofía de Heráclito. el devenir perpetuo y la lucha de opuestos, pues el fuego sólo se mantiene consumiendo y destruyendo, y constantemente cambia de materia. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el logos, la razón universal, lo rige: «Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue». El hombre puede descubrir este logos en su propio interior, pues el logos es común e inmanente al hombre y a las cosas (la doctrina de Heráclito fue interpretada, olvidando esta afirmación del logos, en la filosofía inmediatamente posterior —sobre todo, en Platón— como una negación de la posibilidad del conocimiento: si nada es estable, se niega la posibilidad de un saber definitivo). De Heráclito es también la doctrina cosmológica del eterno retorno: la transformación universal tiene dos etapas que se suceden cíclicamente: una descendente por contracción o condensación, y otra ascendente por dilatación.
He aquí algunas frases de Heráclito:
- «En un río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos]» (citado erróneamente, debido a una obra de Platón como «Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río»)
- «La armonía invisible es mayor que la armonía visible».
- «Ni aun recorriendo todo camino llegarás a encontrar los límites del alma; tan profundo logos tiene».
- «Siendo el logos común, casi todos viven como si tuvieran un logos particular».
- «Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es discordia».
- Heráclito reprocha al poeta que dijo: «¡Ojalá se extinguiera la discordia de entre los dioses y los hombres! Pues no habría armonía si no hubiese agudo y grave, ni animales si no hubiera hembra y macho, que están en oposición mutua» (fragmento 9a Walzer = A 22 Diels-Kranz)[3]
[editar] Notas y referencias
- ↑ Algunas fuentes dan por segura la atribución; véase por ejemplo esta página de la web Hellenica (enlace consultado el 16 de julio de 2010).
- ↑ Rodolfo Mondolfo: Heráclito. Textos y problemas de su interpretación. Madrid: Siglo Veintiuno (undécima edición), 2000.
- ↑ ídem, p. 31
[editar] Bibliografía
- Carpio, Adolfo P. (2004). Principios de filosofía. Ed. Glauco, Buenos Aires. ISBN 950-9115-01-0.
- Eggers Lan, Conrado y Juliá, Victoria E. (Introducciones, traducciones y notas) (1978 (2ª edición 1986)). Los filósofos presocráticos: Vol. I. Madrid: Editorial Gredos.
- García Calvo, Agustín (1985). Razón común. Edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heráclito. Lecturas presocráticas II. Madrid: Lucina. ISBN 84-85708-23-7.
- Heidegger, Martin & Eugen Fink. Trad. de Jacobo Muñoz y Salvador Mas (1986). Heráclito. (Título original: Heraklit. Seminar Wintersemester 1966–1967, Vittorio Klostermann, Frankfurt a. M., 1970). Ed. Ariel, Barcelona.
- Kirk, G. S. & Raven, J. E. & Schofield, M. (2008). Los Filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-3567-2.
- Ortega y Gasset, José. Edición de Paulino Garagorri (1981). Origen y Epílogo de la Filosofía. Revista de Occidente en Alianza Editorial, Madrid.
- Schöndorf, Harald (2000). «Heráclito, Hipólito y el tornillo batanero. Acerca del Fragmento 59 de Heráclito (m.-K)». Nova Tellus (18 (1)).
[editar] Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Heráclito. Commons
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Heráclito. Wikiquote
- Heraclito.org (en español).
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