Fracasó estrepitosamente la apuesta “revolucionaria” de llevar a Venezuela a su felicidad con una economía sin empresa privada productiva, gracias a la infinita renta petrolera, en manos de un gobierno repartidor. No solo se pudrió Abastos Bicentenario; está podrido todo y el gobierno va a la deriva sin brújula. Ante la rotunda y definitiva derrota del modelo, lo único sensato es reconocer la realidad y abrirse a la transición: desde la actual catástrofe hacia una nueva base sólida para reconstruir. Lo malo es que los mesianismos llevan a perder todo realismo y cordura y apuestan por milagros de última hora.
Luego del decisivo avance soviético y de los exitosos desembarcos aliados en Sicilia y Normandía, Alemania estaba agotada y el nazismo en agonía terminal. En 1944 Hitler estaba derrotado y así lo entendieron muchos de sus generales y ministros y buscaron alguna forma de negociación y rendición con una transición menos costosa, y un final menos terrible para los pueblos, salvando lo salvable. Hitler los tachó de cobardes y traidores, y siguió delirando con secretas bombas prodigiosas de última hora y divisiones militares salvadoras, que no existían, e intentó la absurda defensa de Berlín con niños de 15 años. Cuando la toma por las tropas rusas era inevitable e inminente, el dilema de Hitler era triunfo o muerte. Como el triunfo era imposible, la muerte era segura, para él y para millones más.
En Venezuela hoy muchos generales, ministros y ex ministros ven que este modelo “revolucionario” ha fracasado y que es suicida aferrarse a él. Frente a esta actitud temeraria, a nosotros nos queda la transición organizada para disminuir la destrucción y poner las bases nacionales para la reconstrucción. Pero en el gobierno hay hitleritos –salvando las distancias– que prefieren la ruina total del país, antes de reconocer su fracaso y abrirse a las reformas necesarias para que tengamos comida, medicinas y seguridad con una democracia plural y sin presos políticos, abierta a sí misma y al mundo. Esa obstinación lleva al cogollo a anunciar fórmulas salvadoras sin salirse de la revolución. Toman decisiones que dan más bolívares al gobierno, pero agravan la escasez y la inflación y no cambian las dos condiciones indispensables y conectadas: 1) estimular de verdad la confianza, la productividad y la producción nacional y 2) promover el ingreso al país de dólares por préstamos y renegociación de la deuda, y crear condiciones atractivas y estimulantes para la inversión y producción, solo se podrán dar desde la aceptación del fracaso del modelo y el impulso decidido a una alianza de las políticas de Estado con el renacer de las empresas privadas y la movilización de una sociedad plural, impulsando la transición desde la ruina actual hacia el terreno firme para reconstruir entre todos.
Serían funestos una megaexplosión social, o un golpe militar (ya estamos en gobierno militar). Necesitamos una transición promovida desde la oposición y desde el gobierno para hacer realidad el cambio con el menor costo y condiciones para unirnos en la reconstrucción eficaz. Sería insensato pensar que la reedificación se puede dar con solo medio país, o aferrados al fracasado modelo “revolucionario”.
Se entiende que el cogollo del poder se resista a la transición. Para su ideología (y la de 15% de seguidores) es imposible reconocer que los empresarios demonizados y los “imperialistas” deban ser parte de la solución y que estos tienen lo que más le falta al gobierno actual. Los “revolucionarios” temen que, sin fanatismo y fundamentalismo ideológico, se queden sin seguidores. La otra resistencia viene de la desesperación de aquellos que están corrompidos en el poder y han cometido sistemáticas violaciones de la Constitución; su problema es adónde ir como refugio cuando esto cambie. Hay delitos que no prescriben y cuyo juicio y castigo trascienden las fronteras.
Transición o muerte. Hitler ya derrotado escogió la muerte para sí y la destrucción y muerte para lo que quedaba de Alemania. En Venezuela los que todavía están en el poder –militares y civiles– y no han cometido delitos tienen que escoger la transición hacia la vida y la reconstrucción. Lo más sensato parece ser la pronta renuncia de Maduro –voluntaria o inducida–, para caminar juntos con bases políticas y constitucionales hacia el éxito: del actual empobrecimiento masivo y corrupción a la superación de la pobreza en democracia social y con economía de mercado, dentro del bien común y la Constitución.
Luis María Ugalde Olalde, s.j.
Sacerdote jesuita, nació en Bergara, País Vasco-España, el 2 de diciembre de 1938. Licenciado en Filosofía y Letras, Teología y Sociología. Especialista en Historia Económica y Social de Venezuela, Magister Scientiarum en Historia y Doctor en Historia. Dichos estudios los realizó en universidades en Colombia, Alemania y Venezuela.
Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela (1979-1985). Director de la revista SIC (1976-1979). Desempeñó la Presidencia de la Conferencia de Religiosos de Venezuela (1982-1986). Vicerrector Académico de la Universidad Católica Andrés Bello (1986-1990). Rector de la Universidad Católica Andrés Bello (1990-2010). Entre 1999 y 2009 fue Presidente de la Asociación de Universidades de la Compañía de Jesús de América Latina (AUSJAL). Fue miembro del Consejo Presidencial para la Reforma del Estado, miembro de la Comisión Presidencial para la Reforma de la Seguridad Social y Prestaciones Sociales, y miembro del Social Equity Forum del Banco Interamericano de Desarrollo en Washington. Desde 2008 es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela. Delegado de Educación del Equipo Central de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina (Cpal), responsabilidad que comprende diversas actividades educativas de los jesuitas en colegios de Fe y Alegría y universidades.
Desde 2009 es Director del Centro de Reflexión y de Planificación Educativa de los Jesuitas, responsable de coordinar los equipos y comisiones de las diversas modalidades y niveles de la educación ignaciana en Venezuela.
Ha sido profesor universitario en la Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela, Instituto de Teología para Religiosos (ITER) y la Universidad del Zulia.
Columnista en diversos periódicos, siendo el más destacado El Nacional. Articulista del Diario de Caracas (1991-1993).
Premios
Premio Nacional de Periodismo, mención opinión (1997).
Coautor de las obras
Evolución histórica del sector agropecuario y su crisis actual (1973). ¿A dónde van los millones? (1976). El Productor agrícola (1977). La Agricultura en la economía venezolana (1977).La violencia en Venezuela (1994). Venezuela el país que imaginamos (1998). Detrás de la pobreza: percepciones, creencias, apreciaciones (2005). Una mirada sobre Venezuela: reflexiones para construir una visión compartida (2006). Globalización: visiones y desafíos (2007). Universidad, política y democracia: escritos polémicos (2011). La universidad venezolana en el siglo XXI (2011). Universidad, política y democracia: escritos polémicos (2011). Seminario Educación para transformar el país (2012).
Autor de las obras
Venezuela republicana, siglo XIX (1978).Nacionalización del hierro (1980). Análisis socio económico de Venezuela(1982). Educación católica y sociedad venezolana: líneas para una definición (1984). Tres versiones de los cristianos sobre la esclavitud (1988). Cambio y sociedad en Venezuela: artículos aparecidos en la prensa (1993). El pensamiento teológico-político de Juan Germán Roscio (1992). Mentalidad económica y proyectos de colonización en Guayana en los Siglos XVIII y XIX: el caso de la Compañía Manoa en el Delta del Orinoco (1992). Educación y producción de la Venezuela necesaria (1997). El Tesoro de los indios: cómo hacerlos más útiles a la economía española? (2000).Un hombre, una historia: el general Rafael Alfonzo Ravaro (2004). Responsabilidad social y cinco casos (2004). El gomecismo y la política panamericana de Estados Unidos (2005). Cristianismo y sociedad (2006). Utopía política: entre la esperanza y la opresión (2010).
Revista SIC
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