Libertad!

Libertad!

jueves, 12 de junio de 2008

Carlos Raúl Hernández // ¡Soy un perro rabioso!

Ni brujas ni contrarrevolucionarios nunca fueron declarados inocentes
Para frenar el autoritarismo y la violencia, defectos inseparables de la naturaleza humana, una larga cadena de pensadores inventó las instituciones democráticas. No la cambian, al deseo de "pajosos y peligrudos" predicadores morales, pero la controlan y meten en hormas constitucionales. Como decía Holderlin "los que quieren convertir el mundo en un paraíso son los que lo hacen un infierno". Y la mentalidad inquisitorial, uno de sus componentes aberrantes, tan viejo como ella, cree que la sociedad está inficionada de grupos adictos a prácticas abominables y debe crear mecanismos para la persecución, que con frecuencia se hace masiva.
Desde el siglo II comenzó la lucha por exterminar a peligrosos grupos cristianos y se les señalaba practicar ritos y buscar objetivos que negaban la existencia colectiva. Luego los cristianos en el poder hicieron exactamente lo mismo, primero con los herejes, luego con las brujas y después con otras religiones.
La Revolución Francesa inició la institucionalización democrática y secular, pero en su degeneración replanteó el asunto, esta vez dirigido a los contrarrevolucionarios. Y en el siglo XX los bolcheviques, nazis, maoístas, fidelistas, pinochetistas y demás, hicieron su propio muñeco maniqueo. El mundo seguía dividido entre los buenos y los agentes del demonio, judíos o imperialistas.
Desde la antigüedad hasta Castro, los métodos para combatirlos aspiran convertir "todo el pueblo" en agente de la destrucción del mal. Y en el juicio inquisitorial todo el mundo estaba obligado (lo estableció el Concilio de Letrán de 1215) a acusar a los "sospechosos" de conexiones con el diablo. A cualquiera se le interrogaba sobre si conocía "conspiradores". Si respondía que no, él mismo pasaba a ser sospechoso de encubrimiento, hasta tanto ofreciera "nombres". Se partía de la culpabilidad. Para salvarse del sufrimiento, el desventurado cantaba lo que quisieran, y si se le apretaba, involucraba a su propia familia. Todo era confidencial para la red infinita de espías.
En los juicios de Moscú, Kamenev y Zinoviev, entre otros, reconocieron ser "perros rabiosos del imperialismo", y en China los guardias rojos se autoacusaban de "desviaciones pequeño-burguesas". En Cuba, el poeta Heberto Padilla, para vivir, se declaró al servicio de la CIA. Ni brujas ni contrarrevolucionarios procesados fueron nunca declarados inocentes.
Así en el Estado de Derecho surgió el juicio acusatorio. En él los señalamientos anónimos no originan procesos, y éstos sólo tienen lugar si alguien levanta cargos formales. El acusador tiene que demostrar públicamente la culpabilidad del procesado y éste tiene todas las posibilidades de defenderse.
carlosraulhernandez@gmail.com

No hay comentarios: