Libertad!

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sábado, 14 de junio de 2008

Chachachá del siglo XXI



Después del 11 de abril del 2002 Chávez rectificó, por unos días. Con Carter llegó a acuerdos. Ha girado hacia el centro antes de cada elección.


Cuando le conviene, reúne a los empresarios para contarles los mismos chistes y tirarles algo. Perdonó como Pérez las deudas del agro, condonó los 300.000 millones de Fondafa. Derogó la Ley de la Inteligencia y le pidió a las FARC con 40 años de retraso darle la razón al MAS venezolano: cambiar las armas por los votos. Al tomar posesión, en 1999, envió un mensaje conciliador.


Gestionó que lo recibieran en Washington y cuando vio debilitado a Estados Unidos por la invasión a Irak, se declaró antiimperialista a tiempo completo. Al país le gusta desentrañar las razones de este chachachá, olvida que enfrenta a un político audaz, o caradura.


Todavía hay quien lo supone un Che Guevara que a cuenta gotas estuviera imponiendo un régimen cubano; su desfachatez le ha servido para que lo tomen por un torpe ganapán a pesar de llevar 10 años en Miraflores. Nos lleva al abismo con un canto de sirenas que ha seducido a los pobres.


Este vendedor de carros usados en ruinas repite el truco: un pasito adelante y un pasito atrás, puro cha cha cha revolucionario. Hace un gesto de paz y a continuación golpea con un martillo a la oposición. Un día su socialismo es puro amor, otro lucha de clases a muerte. Ahora descubrió que sin los empresarios capitalistas no habrá ni empleo ni producción. Siquiatras, politólogos, analistas analizan si el Presidente no se medicó la noche anterior, la verruga le aumentó, padece una enfermedad incurable, o lo dominan resentimientos, complejos. Más conveniente parecería precisar las metas que persigue que indagar en su psique. Este año Chávez, con la elección interna del PSUV y las primarias y el postular en lo posible candidatos mejores, busca sencillamente ganar las elecciones de noviembre, y por si las pierde les ha quitado atribuciones a alcaldías y gobernadores, como pasar la PM al gobierno central.


¿Cuál es la respuesta inteligente frente al undécimo viraje de Chávez? ¿Comportarse como Rosario, la mujer de Trucutú, que tenía miedo a bailar en público? O, ¿prepararse para ganar las elecciones de noviembre?, lo cual no es pan comido. Escoger candidatos que no sean dinosaurios, chicos chéveres, o peor, la hermana, la madre, la esposa.


Una versión confiable atribuye a los cuerpos militares la derogación de la Ley de Inteligencia: ni soldados, ni marinos, ni guardias nacionales, ni aviadores, no quieren el control de sus departamentos de inteligencia.


Los militares no presionaron para evitar el totalitarismo o salvar la democracia, sino para defender sus instrumentos particulares, los servicios de inteligencia de cada rama del ejército que tanto poder les representa.


Como todo político, Chávez tropieza con una pared y retrocede, acepta las realidades del poder. Insultará a Uribe, pero no disparará un tiro en la frontera. En América Latina lo suyo es petróleo, poder, votos y pragmatismo. No lo tomen por pendejo, loco o suicida. Aquí quien tenía la costumbre de lanzarse por un barranco era la oposición, hasta que en 2006 Borges, Petkoff y Rosales firmaron un pacto y lo cumplieron.

El Nacional

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