Antonio Pasquali
El fenómeno Chávez pareciera acercarse a su "llegadero", y los chavistas –mayoritariamente acríticos, dicen las encuestadoras (pero, ¿cómo explicar entonces el 2D?)– serán otra vez factor esencial de cambio. Es el momento de la pausa por inventario, en el entendido de que la hora de debatir teorías ya pasó.
Para decidir por más avales o por mandar a parar, sólo nos cabe a todos ponderar lo realizado, faena que el país agradecerá a ustedes muy especialmente.
Un cúmulo de hechos, y una última fuga hacia adelante desesperada y alevosa, indigna de un jefe de Estado, indican la cercanía de ese “llegadero”, mezcla de ingobernabilidad terminal, bancarrota y amagos de guerra civil. Los tiempos de las cortesías, como el beneficio de la duda o los primeros 100 días de gracia, pasaron. Su Presidente (nunca quiso serlo de los disidentes también) lleva 10 años gobernando; casi 40 veces le otorgamos 100 días de gracia.
Sólo nos queda, a nosotros y a ustedes, reducirnos al enjuiciamiento fáctico, aquel en que las intenciones ya valen 0 y la praxis 100.
Descartemos en un balance del chavismo su cuota-parte de robo y nepotismo, no por irrelevante sino por ser componentes intrínsecos del sistema-país; rancios y difusos vicios practicados por los mantuanos primero y la clase media después, el chavismo se limitó a invitar al festín a los de abajo; una manera sui generis de ejercer “justicia distributiva”.
Se les invita pues, sin saña, a juzgar la especificidad de la praxis chavista. En 10 años, nuestro militar-presidente, pasó año y medio viajando y otro año y medio predicando por radiotelevisión; de ánimo cuartelero, violento y escatológico, ha llegado a insultar hasta a esa honesta izquierda histórica que le regala un barniz de pluralismo; profeta de una “moral nueva”, ha escogido de púlpito oficial La Hojilla; presa de delirios de grandeza (una “Venecuba” poscastrista, una neo- Gran Colombia en alianza con la narcoguerrilla, oleoductos y ferrocarriles transcontinentales, etcétera), también ha protagonizado virajes de 180 grados que le han restado credibilidad internacional; ha militarizado el país en una inútil carrera armamentista, substituido relaciones cercanas y naturales con peligrosas y esotéricas alianzas e inventado un ALBA cuyos 4 miembros encabezan los índices de inflación en la región; ha manejado como una fortuna personal inmensos ingresos petroleros y regalado riquezas públicas a aliados foráneos (algún día comparecerá como Pérez Jiménez ante los tribunales, a responder de las decenas de millardos que faltan en el Tesoro); dejó que la pacífica Venezuela se convirtiera en el país más inseguro y mortífero de la región; aumentó la deuda, ahuyentó a inversionistas y, pese a Cadivi, se le fugaron 2 veces más capitales que en el decenio anterior; contra la voluntad mayoritaria del país puso en manos de una potencia extranjera, Cuba, actividades ultrasensibles de inteligencia, fuerzas armadas y telecomunicaciones, insiste en conducirnos hacia aquel socialismo hoy archivado por el género humano tras haber fracasado en 46 naciones, y viene creando manu militari una economía centralizada; su “amor al pueblo”, inorgánico, caritativo y compraconciencias ha mantenido en vida la pobreza material y moral, la escasez de alimentos y una infraestructura derruida. Montañas de datos y hechos respaldan cada una de estas afirmaciones.
Tras años de democracia confiscada y degenerada ¿se merecía el país un revulsivo tan ineficaz? ¿No representa el chavismo un decenio perdido en nuestro camino al desarrollo socio-político-económico? Imaginemos una Venezuela que en lugar de perseguir una vaporosa y cataléptica ideología se hubiese encaminado a ser, esta vez de veras y gracias al petróleo, la Suecia de América Latina; que con lo gastado en los efímeros ranchos de Barrio Adentro (valga este solo ejemplo), entre médicos atrasados y remedios paquistaníes reciclados en Cuba y no certificados, hubiese levantado a lo largo y ancho del país 2 docenas de hospitales upto- date de 1.000 camas… ¿No creen ustedes realmente que la hora ha llegado de despolarizarnos y dar por concluido este grotesco entremés? .
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