Libertad!

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miércoles, 22 de octubre de 2008

Si Chávez no fuera así



Aun suponiendo que el proyecto de gobierno de Chávez estuviese encaminado al mejoramiento sustancial de las condiciones de vida de la sociedad venezolana, estaría condenado al fracaso porque el propio Chávez ha dado muestras de esa misma incapacidad
Por: Alexis Márquez Rodríguez

Nadie con un mínimo desensatez puede negar la necesidad de profundas transformaciones en la sociedad venezolana. En los cuarenta años de la democracia hubo, ciertamente, muchas cosas positivas. Pero en el orden social el fracaso de AD y Copei fue de dimensiones colosales. Y ahí está el origen de lo que ahora padecemos.

La crisis que vivía el país en 1998, agravada por los enormes errores políticos de adecos y copeyanos en las elecciones de ese año, condujo al triunfo de Chávez, con el voto entusiasta de amplios sectores de clase media y de extracción popular. Hoy es evidente que aquella crisis general de 1998 no sólo persiste, sino que se ha agravado al máximo, hundiendo al país en una verdadera catástrofe, y a buena parte de aquellos votantes, cada vez más grande, en la mayor decepción.

Si algo es hoy de una flagrancia que no requiere comprobación es el fracaso del gobierno de Chávez, determinado por la palpable incapacidad para gobernar del propio Chávez y de sus colaboradores, incluyendo en este rubro no sólo a los funcionarios del Poder Ejecutivo, sino también a los miembros de la Asamblea Nacional, del Poder Judicial, de la Fiscalía, de la Contraloría, de la sarcásticamente llamada Defensoría del Pueblo, de las empresas e institutos del Estado, de las gobernaciones y alcaldías, con contadísimas excepciones.Aun suponiendo que el proyecto de gobierno de Chávez estuviese sinceramente encaminado al mejoramiento sustancial de las condiciones de vida de la sociedad venezolana, estaría condenado al fracaso, no sólo por la ineptitud de sus colaboradores, sino porque el propio Chávez ha dado muestras de esa misma incapacidad, puesta en evidencia desde el notorio desacierto en la escogencia de sus ministros y demás funcionarios, hasta la carencia de condiciones de estadista y de administrador público, negado, además, a todo asesoramiento, que tampoco podría tener por la penuria intelectual, profesional y técnica de los integrantes de su equipo, cuya señal más notoria es la mediocridad y la ignorancia.

Pero todo ello se agrava por los rasgos más visibles de la personalidad de Chávez, que le impiden actuar con un mínimo de cordura, de sindéresis y de sensatez. Muchos rechazan la calificación de loco que suele atribuirse al Presidente.

Pero no se trata de creerlo loco en el sentido de que haya que tenerlo encerrado en un calabozo, o encadenado para evitar su furia agresora. Se le juzga loco en el sentido de la 2ª acepción que del vocablo registra el DRAE: "2.De poco juicio, disparatado e imprudente".¿Quién puede negar que tal definición cuadra muy bien a las actitudes casi cotidianas de Chávez? Su lenguaje habitual bastaría para justificar tal calificación.

Mal puede un gobernante con esas características dirigir un proceso de transformación del país y de construcción de una sociedad bajo el imperio de la justicia y del buen gobierno. No sólo es seguro su fracaso, sino que sólo logra desprestigiar las ideas en las cuales supuestamente se fundamenta ese proceso.

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