Tiempo de palabra
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¡Piratas a babor!
Nadie puede decir que son los únicos piratas que han conducido a Venezuela, pero nunca se había alcanzado tal grado de maestría en la desfachatez, la impericia, la rusticidad y el timo, como ahora cuando los rojos pastan en oficinas públicas. Walter Raleigh, Francis Drake y Henry Morgan son candorosos nenés al lado de la corte de bucaneros que se ha lanzado desde hace 11 años al abordaje del Gobierno, del Tesoro nacional y de los escuálidos bolsillos de sus víctimas.
La piratería es extendida y arranca de una contradicción imposible de resolver. El jefe de esta operación, con parche en el ojo y pata de palo, desea construir una sociedad socialista, en la que sus habitantes no tengan codicias materiales sino espirituales, en la que a los nativos les baste echarse bajo una mata de mango a engullir apetitosos bocados de la fruta, despojados de ganas de ir a los centros comerciales, y con el pensamiento centrado en mantener la dignidad, eso sí, en manos de los cubanos, mientras traquetean unos fusiles Kaláshnikov para derrotar al imperio. El pirata mayor hilvana estas necedades mientras él y su corte viven como los millonarios que nunca antes existieron. Imagínese usted el desquiciamiento psicológico que produce a un aventurero de la pobrecía barinesa, con la carrera militar como una vía de escape a sus carencias y que, por obra de su audacia y de la cobardía cívica de otros, se convierte en el dueño y señor de cientos de miles de millones de dólares. Piénsese en cómo tendrán esa ubre agarrada y desgarrada los miembros del séquito cuando cavilan que la alternativa al boato conquistado es volver a la modestia de las clases medias depauperadas, carrito por puesto y parrillita en la avenida Baralt incluidos.
No es sólo un problema de orden íntimo: amo a los pobres pero cómo disfruto la riqueza; los estímulos deben ser morales pero qué sabroso es tener avión de millonario, y a la familia y relacionados masticando a dos carrillos. El verdadero aprieto deriva de la contradicción entre buscar apoyo con regalos, donaciones y limosnas, y, luego, decir que es deleznable el gusto por bienes materiales con los cuales se ha buscado seducir a las masas.
El caudillo anda pirateando en estos mares y perdió la comprensión del momento; denota desesperación, con aire terminal, con tono de naufragio y nocturnidad, instante en el cual un madero flotando se puede confundir con el espanto de Maisanta.
Paro Nacional. El pirata mayor, en su desorientada conducta, no ha encontrado mejor forma de gobernar que paralizar el país. No es una acción insurreccional de los opositores, sino una proeza bolivariana. Venezuela, como un gigantesco y complejo armatoste, se paraliza. Una ruedecilla se atasca aquí, una pieza oxidada más allá, algún genio introduce una viguita en el fleje, el depósito de aceite se perfora y el motor se recalienta, el agua no fluye por las mangueras, la batería se sulfata, y la maquinaria del país comienza a padecer de artritis institucional para luego detenerse. El régimen ha creado una situación de paro nacional progresivo que incluye no sólo la producción de bienes y servicios, sino la circulación de los ciudadanos y el intercambio social mínimo. Venezuela se paraliza, se oscurece, se seca, y la vida social se evapora. No advierten estos mañosos que si la sociedad desaparece el Gobierno también lo hará&
¡Manos Arriba! La delincuencia, esa parienta cercana de las convulsiones sociales, se ha apoderado del país como su sombra. De su magnitud se sabe; lo que no se tiene muy claro es su función. Se trata de una fuerza de ocupación informal que mantiene el toque de queda que el Gobierno no puede asumir. Esa labor que cumplen ocasionalmente los Círculos del Terror, con pistolas y mandarrias en la mano, la ejecutan diariamente los atracadores y asaltantes, al prohibir la circulación de las personas en determinadas zonas y horas. La ocupación del territorio que desempeña el crimen es una suplencia a la GN y a las policías que, en forma alternada, son las fuerzas que contribuyen al temor ciudadano.
En estos días, a la caravana de los necios no se le ha ocurrido una idea más genial que curar los males del enfermo matándolo. Los cortes de luz (ahora para castigar al interior del país) y de agua son el principal producto de la revolución socialista en marcha, sólo paliados por las obras que hicieron los gobiernos democráticos contra los cuales se rebelaron los piratas a cargo. Éstos no pueden renunciar al pensamiento lineal; no alcanzan a entender que si la luz se va cuatro horas, las neveras se apagan, los alimentos se pueden descomponer, los artefactos dañar, los ascensores detener, y la rabia subir. El pirata mayor que, por cierto, nunca ha trabajado en su vida, no entiende que si una empresa no funciona de 11:00 a.m. a 3:00 p.m. se puede arruinar, que si no coincide con el horario de los bancos puede sufrir percances, que si el centro comercial no abre no tiene clientes. No comprende las interrelaciones de los procesos sociales.
El Alzamiento. En estos días se ha producido una respuesta dramática y espontánea. Los venezolanos se han enfurecido hasta el punto que el jefe de la horda gobernante ha tenido que retroceder. No es por sabio que rectifica sino por despavorido, porque la tierra le tiembla y no sabe cómo actuar.
Las respuestas son conocidas. Una es la del mareo. El tipo se pone chiquito, llama al diálogo, manda unos emisarios por trascorrales y como siempre hay quien le crea, comienza el pasodoble del "entendimiento". Unos empresarios son llamados, algunos se esconden y otros van encantados; uno que otro dirigente se pone trascendental y saluda el espíritu de diálogo, hasta que el personaje se siente guapo y manda al demonio toda la cháchara. La otra respuesta es la de la represión, la de las protestas y la selectiva. De aquella se encargan las brigadas antimotines de la GN, la policía y los grupos paramilitares del régimen; de la selectiva se encargan las Luisas, la Ortega en la Fiscalía y la Morales en el TSJ. Véase la nauseabunda declaración de la Fiscal cuando se permite declarar anormal a Franklin Brito, como hacían en la Unión Soviética con disidentes a los que no se podía matar directa e inmediatamente y, más bien, los internaban en supuestos psiquiátricos que en realidad eran ergástulas infamantes para que allí se pudrieran.
El pirata mayor anda en paños menores. Nadie se engaña y su ilegitimidad crece. La guinda de la torta es la devaluación; nadie le había explicado que si se gasta sin control se produce inflación; si se ataca al empresariado no hay producción; si la tenencia de dólares es la forma de ahorrar de ciudadanos empobrecidos no se puede mantener el tipo de cambio. El Capitán Garfio despacha en Miraflores, ¿no sería oportuno que considerara su renuncia?
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