El 6 de diciembre fue un 11 de abril
El 6-D fue un mandato para la salida de Maduro y desde entonces Maduro también cambió y se salta los disimulos que exhibía antes del 6-D. Ahora es la impudicia pornográfica del terror selectivo. Más que la fuerza bruta –que aplica a placer– es la absoluta obscenidad de las sentencias del TSJ, que ni siquiera camuflan de legalidad. No hay respeto que se simule hacia la Asamblea Nacional nitrato hacia los legisladores que no sea de burla o amenaza. No hay referencia a los políticos opositores, radicales, moderados o blandos, que no sea el insulto.
Con el 6-D, el proceso rojo pasó a otra etapa y tal vez la oposición no haya asumido este cambio de manera cabal. Ésta ha hecho muy bien la tarea electoral en los años recientes; ha conducido a triunfos como el del 6-D. Fue diestra en impedir que régimen consumara su voluntad fraudulenta, en concurrencia con un ambiente internacional más favorable y una actitud más decidida de los militares institucionalistas. Sin embargo, la comprensión de la naturaleza del régimen se ha quedado rezagada. Durante años factores claves de la oposición lo diagnosticaron como una democracia imperfecta, que debía ser despojada de rusticidades. Al fin, después de 2014 se llegó a la comprensión de su carácter dictatorial. Hubo explicaciones acomodaticias para este rezago intelectual: que si el chavismo antes no se había quitado el disfraz; que Chávez no era así, pero Maduro sí y otras hojas de parra conceptuales. Esta incomprensión condujo a estrategias que disminuían políticamente los notables éxitos electorales. Hoy estamos en otra etapa.
Existe hoy un tipo de régimen de terror que ejecuta sus crímenes con el guante judicial y que ya no disimula. Ha decretado en forma suicida que la AN no existe. Sin embargo, al desconocer una institución que tiene la mayor legitimidad entre todas las del Estado, también ha decretado como contrapartida el derecho a que se le desconozca.
La apuesta del régimen de rechazar totalmente el significado y el mandato del 6-D significa para las fuerzas democráticas el reto de cumplirlo. El “qué” está clarísimo. El “cómo” está enredado.
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