Venezuela, entre la negación y la desesperación
La desesperación se desborda por la negativa del Gobierno frente a una oposición que tiende puentes
Hace pocos días regresé de Venezuela, dónde no había estado en casi
dos décadas. Mi visita fue de apenas dos muy intensos días. Es obvio que
el torrente de información e imágenes que recibimos instantáneamente en
la llamada “sociedad de la información” en que vivimos, ya
prácticamente volvió obsoleta aquella vieja sabiduría de “ver para
creer”.
En términos informativos y analíticos no es necesario viajar a Venezuela para conocer la explosiva realidad del país, pero la información y las imágenes no pueden sustituir el impacto emocional que provoca ser testigo de las escenas, y conocer a los personajes -relevantes algunos, anónimos la mayoría-, así como el contacto con sus circunstancias.
Llegué justo el día que la oposición inició la recolección de firmas amparando la solicitud de autorización para convocar al revocatorio de mandato del Presidente Maduro. El día antes, la autorización había sido dada a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en que se agrupa la oposición. El primer impacto fue ver las inmensas colas de ciudadanos firmando. En dos días la MUD recolectó casi 10 veces más firmas de las que se necesitaban para este primer paso, y la mitad de las que se necesitan para convocar al revocatorio.
Esas colas solamente fueron comparables a las que también vi en farmacias y centros de venta de alimentos básicos, y no cabe duda que unas y otras colas se alimentan de los mismos ciudadanos.
Sin duda, también, que con esas colas los ciudadanos están votando para que vaya Maduro y su gobierno, como lo hicieron en las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre cuando la oposición ganó mayoría calificada en la Asamblea Nacional.
Pregunté cómo se explicaba que dos días antes la Corte Suprema de Justicia, controlada por el gobierno, haya decidido declarar inconstitucional la opción para que la oposición usara su mayoría calificada para acortar el período de Maduro, y un día después el Tribunal Electoral, igualmente controlado, haya decidido entregar las planillas para recoger las firmas del revocatorio del mismo Maduro. Todos mis interlocutores contestaron lo mismo: el temor de los militares a enfrentarse a la necesidad de un enorme derramamiento de sangre ya que la oposición había anunciado para el día en que llegué una gigantesca movilización para exigir la entrega de las planillas. Algo semejante a lo que habría ocurrido el 6 de diciembre, como se especuló, en que ante la evidencia del aplastante triunfo de la oposición, los militares habrían presionado para que se aceptaran los resultados, por el riesgo que el potencial fraude desencadenara una masiva protesta y tuviesen que disparar masacrando compatriotas.
Es decir, las fuerzas armadas, pese a su partidismo político, conservan cierta autonomía para arbitrar en el conflicto, por el riesgo de dividirse, ya que la masiva votación de la oposición no se explica sin apoyo de muchos militares y sus familias, como ocurrió en 1989 en Panamá donde la mayoría en los cuarteles votó contra el régimen militar, y en Nicaragua entre las fuerzas armadas y milicias sandinistas en 1990.
En los mismos días, las noticias recogieron otras formas de desahogo de la desesperación ciudadana frente a la escasez, la hiperinflación, el desempleo, las privaciones y el ahogo de libertades: los saqueos de almacenes de alimentos y camiones de distribución, incluyéndose en ese inventario de la desesperación a militares enjuiciados por robar cabros del vecindario de su cuartel, pues en el mismo no tenían alimentos.
Mientras tanto el gobierno de Maduro continúa en una obstinada negación de la realidad. Ha rechazado los constantes llamados de la oposición a un diálogo institucional, entre los poderes del Estado, y Maduro, desde su control del Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia, niega sistemáticamente la facultad legislativa de la Asamblea Nacional, lo que significa desconocer los votos de la inmensa mayoría de ciudadanos.
Dejé Venezuela con la impresión que la dinámica social de la desesperación, en el contexto de un país con los más altos niveles de criminalidad del mundo y donde la población ha empezado a hacer justicia por su mano, desbordará al proceso político por esa negativa del gobierno frente a una oposición que, buscando salidas, tiende puentes para afirmar al país en la otra orilla, sin encontrarla.
El día que salí se conoció que el Papa Francisco había enviado una carta personal a Maduro, y después el anuncio que un Secretario del Vaticano visitará Venezuela.
Ojalá esta gestión la atienda Maduro, y llegue a tiempo. .
En términos informativos y analíticos no es necesario viajar a Venezuela para conocer la explosiva realidad del país, pero la información y las imágenes no pueden sustituir el impacto emocional que provoca ser testigo de las escenas, y conocer a los personajes -relevantes algunos, anónimos la mayoría-, así como el contacto con sus circunstancias.
Llegué justo el día que la oposición inició la recolección de firmas amparando la solicitud de autorización para convocar al revocatorio de mandato del Presidente Maduro. El día antes, la autorización había sido dada a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en que se agrupa la oposición. El primer impacto fue ver las inmensas colas de ciudadanos firmando. En dos días la MUD recolectó casi 10 veces más firmas de las que se necesitaban para este primer paso, y la mitad de las que se necesitan para convocar al revocatorio.
Esas colas solamente fueron comparables a las que también vi en farmacias y centros de venta de alimentos básicos, y no cabe duda que unas y otras colas se alimentan de los mismos ciudadanos.
Sin duda, también, que con esas colas los ciudadanos están votando para que vaya Maduro y su gobierno, como lo hicieron en las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre cuando la oposición ganó mayoría calificada en la Asamblea Nacional.
Pregunté cómo se explicaba que dos días antes la Corte Suprema de Justicia, controlada por el gobierno, haya decidido declarar inconstitucional la opción para que la oposición usara su mayoría calificada para acortar el período de Maduro, y un día después el Tribunal Electoral, igualmente controlado, haya decidido entregar las planillas para recoger las firmas del revocatorio del mismo Maduro. Todos mis interlocutores contestaron lo mismo: el temor de los militares a enfrentarse a la necesidad de un enorme derramamiento de sangre ya que la oposición había anunciado para el día en que llegué una gigantesca movilización para exigir la entrega de las planillas. Algo semejante a lo que habría ocurrido el 6 de diciembre, como se especuló, en que ante la evidencia del aplastante triunfo de la oposición, los militares habrían presionado para que se aceptaran los resultados, por el riesgo que el potencial fraude desencadenara una masiva protesta y tuviesen que disparar masacrando compatriotas.
Es decir, las fuerzas armadas, pese a su partidismo político, conservan cierta autonomía para arbitrar en el conflicto, por el riesgo de dividirse, ya que la masiva votación de la oposición no se explica sin apoyo de muchos militares y sus familias, como ocurrió en 1989 en Panamá donde la mayoría en los cuarteles votó contra el régimen militar, y en Nicaragua entre las fuerzas armadas y milicias sandinistas en 1990.
En los mismos días, las noticias recogieron otras formas de desahogo de la desesperación ciudadana frente a la escasez, la hiperinflación, el desempleo, las privaciones y el ahogo de libertades: los saqueos de almacenes de alimentos y camiones de distribución, incluyéndose en ese inventario de la desesperación a militares enjuiciados por robar cabros del vecindario de su cuartel, pues en el mismo no tenían alimentos.
Mientras tanto el gobierno de Maduro continúa en una obstinada negación de la realidad. Ha rechazado los constantes llamados de la oposición a un diálogo institucional, entre los poderes del Estado, y Maduro, desde su control del Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia, niega sistemáticamente la facultad legislativa de la Asamblea Nacional, lo que significa desconocer los votos de la inmensa mayoría de ciudadanos.
Dejé Venezuela con la impresión que la dinámica social de la desesperación, en el contexto de un país con los más altos niveles de criminalidad del mundo y donde la población ha empezado a hacer justicia por su mano, desbordará al proceso político por esa negativa del gobierno frente a una oposición que, buscando salidas, tiende puentes para afirmar al país en la otra orilla, sin encontrarla.
El día que salí se conoció que el Papa Francisco había enviado una carta personal a Maduro, y después el anuncio que un Secretario del Vaticano visitará Venezuela.
Ojalá esta gestión la atienda Maduro, y llegue a tiempo. .
Edmundo Jarquín fue embajador de Nicaragua en España durante el gobierno sandinista de los años 80.
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