El que más arriesga
Pedro Sánchez tiene casi todas las papeletas para quedarse en la cuneta, porque sólo tendría una posibilidad, la de ganar mucho
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Pase lo que pase ese día, el 26 de junio dejará algunos dirigentes
políticos en la cuneta. Por suerte, cadáveres sólo políticos, pero
algunos de ellos de imposible reanimación. Pero en este país hay que
afinar el diagnóstico porque en muchos casos el muerto político ha
resultado estar vivo, como en la canción de Peret, y fumándose dos
cajetillas de tabaco al día como Santiago Carrillo.
El hombre que más ha arriesgado los últimos meses en la política española ha sido Pedro Sánchez, y tiene casi todas las papeletas para quedarse en la cuneta, porque sólo tendría una posibilidad, la de ganar mucho. No le vale repetir resultado, tiene que conseguir un porcentaje que le permita volver a ser la segunda fuerza política sin discusión.
Con menos de eso, a Sánchez se lo van a comer en primer lugar sus compañeros de partido. Un PSOE que precisa, para tener el mínimo oxígeno necesario, de un resultado brillante que haga que en sus banderines de enganche se pongan en cola los jóvenes con empleo, los profesionales de cualquier rama, los profesores de universidad, y centenares de miles de parados que se crean su programa económico.
Felipe González y el PSOE hicieron la única revolución moderna en España: educación, fiscalidad, sanidad, costumbres… Hoy haría falta lo mismo para que el país se recompusiera. Y no parece que la cosa vaya por ahí.
Por supuesto, no hay que esperar algo parecido de Mariano Rajoy, que no arriesga nada en la cita electoral. Pero hay otros líderes que juegan con cartas que dan la impunidad. Albert Rivera encabeza una formación emergente que aspira a reunir el voto hastiado del centro y la derecha. Con ganar un poco ya le vale, al haberse convertido en el más decidido hombre de la gobernabilidad.
Y nos queda Podemos, acompañado de los restos del programa de Julio Anguita. A esos no les hunde nadie hasta que no tengan poder y lo malgasten. Tienen que desprestigiar mucho la movilización social para que la gente les dé la espalda.
En unas elecciones todo el mundo apuesta para al menos no perder. Pero Pedro Sánchez se la juega entera.
Y el PSOE, su existencia como partido de Gobierno.
El hombre que más ha arriesgado los últimos meses en la política española ha sido Pedro Sánchez, y tiene casi todas las papeletas para quedarse en la cuneta, porque sólo tendría una posibilidad, la de ganar mucho. No le vale repetir resultado, tiene que conseguir un porcentaje que le permita volver a ser la segunda fuerza política sin discusión.
Con menos de eso, a Sánchez se lo van a comer en primer lugar sus compañeros de partido. Un PSOE que precisa, para tener el mínimo oxígeno necesario, de un resultado brillante que haga que en sus banderines de enganche se pongan en cola los jóvenes con empleo, los profesionales de cualquier rama, los profesores de universidad, y centenares de miles de parados que se crean su programa económico.
Felipe González y el PSOE hicieron la única revolución moderna en España: educación, fiscalidad, sanidad, costumbres… Hoy haría falta lo mismo para que el país se recompusiera. Y no parece que la cosa vaya por ahí.
Por supuesto, no hay que esperar algo parecido de Mariano Rajoy, que no arriesga nada en la cita electoral. Pero hay otros líderes que juegan con cartas que dan la impunidad. Albert Rivera encabeza una formación emergente que aspira a reunir el voto hastiado del centro y la derecha. Con ganar un poco ya le vale, al haberse convertido en el más decidido hombre de la gobernabilidad.
Y nos queda Podemos, acompañado de los restos del programa de Julio Anguita. A esos no les hunde nadie hasta que no tengan poder y lo malgasten. Tienen que desprestigiar mucho la movilización social para que la gente les dé la espalda.
En unas elecciones todo el mundo apuesta para al menos no perder. Pero Pedro Sánchez se la juega entera.
Y el PSOE, su existencia como partido de Gobierno.
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