Libertad!

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miércoles, 28 de enero de 2009

PROLEGÓMENOS PARA UNA ESTÉTICA DEL QUEHACER


Palabras leidas el 26/01/09. En la primera reunión de la Comisión del CIPOST por su director Jonatan Alzuru.
Los escépticos no luchan y en rigor deberían matarse o dejarse morir en medio de una absoluta indiferencia. Y sin embargo, la enorme mayoría de los seres humanos no se dejan morir ni se matan y siguen trabajando, enérgicamente, como hormigas que por delante tuvieran la eternidad.Eso sí que es grande. ¿Qué valor tendría que trabajásemos y viviéramos entusiasmados si supiéramos que nos espera la eternidad? Lo maravilloso es lo que hagamos, a pesar de que nuestra razón nos desilusione permanentemente.

Como es digno de maravilla que las sinfonías y los cuadros y las teorías no estén hechos por hombres perfectos sino por pobres seres de carne y hueso.(Sabato, 1951/2007)Las palabras de Ernesto Sabato enmarcan el espíritu por el que abogo, palabras con las cuales me identifico; son el manjar del que me nutro y serán el norte de esta gestión que se inaugura.

En un país cuya ineficiencia institucional es la tradición, donde el debate de las ideas es un asunto siempre postergado, donde el quehacer universitario yace en un rincón oxidado, nutrido de telarañas y de olvido, donde la noción de estado a lo más que barrunta es a “un estado de ánimo”, como diría Miguel Ron Pedrique…

En este país, no obstante, en esta universidad, en esta Facultad existió una apuesta cuyo boceto fue perfilado hace veinte años, cargado de ideas, de ilusiones, de sueños, expresados en el lenguaje de la racionalidad burocrática, pero con un horizonte de sentido que motivaba a unos seres de carne y hueso, a un grupo de mujeres y hombres con deseos, con virtudes, con potencialidades, con planes, con proyectos, con ideas, con pasiones, con contradicciones, con errores, con torpezas, atributos todos de la exquisita condición humana.

Era un sueño por crear y configurar, de unos profesores, de unos amigos, una institución con una condición transdisciplinaria y una vocación internacional para realizar investigaciones de frontera, de punta, al calor de los debates de la agenda contemporánea, donde su espacio se transformara en un escenario para interactuar, donde la policromía de las diferencias convivieran y se transformaran en un impulso institucional para cooperar y así intentar transformar la vida académica universitaria, quizás haciendo suya aquella expresión de T. S. Eliot, De nosotros está el intentar. Lo demás no es asunto nuestro. Esa ilusión de hace veinte años se hizo obra.

El nombre de la obra de arte es CIPOST, una obra sin artista, en permanente gestación. No es obra de arte en el sentido restringido de las bellas artes, como se empezó a utilizar en los umbrales del siglo XIX, sino como fue retomado por Nietzsche del mundo grecorromano del siglo I de nuestra era. La obra de arte –dice el pensador alemán- allí donde aparece, sin artista, por ejemplo como cuerpo, como organización… (Nietzsche, VP, 796) Este sentido estético del quehacer institucional, ésta comprensión estética de la política y, específicamente, de la gestión académica es el suelo, el lugar, desde la cual la dirección asumirá la conducción de nuestro centro.

Lo creado, la obra inacabada, que nos ocupa, nuestro CIPOST, tiene una historia, difusamente compartida por todos nosotros; desde su fundación formal a finales del año 90, cuando Rigoberto Lanz, uno de los motores de aquel sueño, era director de Postgrado hasta el año pasado, cuando Xiomara Martínez, una intelectual formada en el seno de esa voluntad colectiva, nos hace entrega de la conducción de esta obra. Lo difuso de nuestra historia es propio de la opacidad constitutiva de todo diálogo, por la multiplicidad de miradas, interpretaciones, prejuicios, en el sentido dado por Hans George Gadamer a la expresión de Husserl, precompresión del mundo de la vida, los juicios previos frente al acontecer.

Lo compartido ha sido los múltiples, diversos y diferentes contextos, contingentes o planificados, donde hemos interactuado en el devenir de la creación de la obra.

Tales vivencias colectivas nos marcan, nos dejan huellas, de alguna manera nos constituyen, como sujetos y como comunidad, para bien y para mal. La reapropiación estética de nuestra historia es una condición necesaria aunque no suficiente para perfilar, colectivamente, las creaciones, las configuraciones, las articulaciones que se manifestarán como las nuevas marcas, los nuevos rostros, los nuevos paisajes teóricos y normativos, los impulso de las nuevas y diversas prácticas sociales que coadyuven a la belleza de nuestra creación conjunta.

En otras palabras, la autocomprensión de nuestro andar, de nuestro quehacer, será la brújula de nuestras decisiones institucionales. El vocablo autocomprensión, como reapropiación estética de nuestra historia, tiene un sentido similar a la práctica que tiene un artista, en el sentido restringido de las bellas artes, un pintor, por ejemplo. El artista reflexiona sobre su práctica incesantemente, haciendo miles de bocetos, donde el tribunal interior se transforma en un termómetro regulador de lo que hace. La inconformidad consigo mismo es el motor que lo impulsa a hacerlo una y otra y otra vez, con el horizonte puesto en la ataraxia.

El criterio estético está engranado con un componente ético que se configura como norte: el estar conforme con lo que se está haciendo, en el momento de su hacer, la tranquilidad interior. El dormir tranquilo es la metáfora utilizada por Séneca. Tal tranquilidad siempre es momentánea, aunque funciona como un telos. La inconformidad, por el contrario, se transforma en lo que lubrica el accionar diario.

El aceite de ese motor incesante, la inconformidad, que conlleva a repetir el boceto de forma inacabada, donde toda creación, siempre es una obra inconclusa, es fruto de la interacción consigo mismo, como un cuidado de sí en términos foucaultianos y con los otros, con sus críticas, con sus miradas, con sus sentires, con sus aproximaciones e incomprensiones, con sus valoraciones, con sus percepciones, con sus empatías, con sus interpretaciones, con sus silencios… Obviamente el símil puede funcionar como referente de la metodología institucional que nos cobijará. La interacción consigo mismo alude a la interlocución al interior del CIPOST, entre nosotros, y, a su vez, nosotros como cuerpo en el concierto institucional de la Universidad y el país.

Se trata de una evaluación permanente de nuestro quehacer con la finalidad de hacer de nuestra obra lo que queremos que sea, en su momento del hacer. De allí que la inconformidad la entendemos como un valor importante que nos motoriza. Precisamente, porque somos una obra viva deseante.La riqueza de la obra construida tiene, como una de sus caras más preciadas, las biografías intelectuales de todos y cada uno de los miembros del Comité, cada uno de diversas formas tiene una historia de su propia obra, su peso específico en un área del saber y en el mapa de relaciones institucionales nacional e internacionalmente.

Será un sueño de esta dirección, e invertirá para ello múltiples esfuerzos de seducción y de voluntad creativa, en todo orden, empático, epistémico, administrativo y gerencial, para que tengamos por lo menos un fruto polifónico, con disonancias y fugas, con armonías y desacuerdos, un todo mezclado, que se materialice en una puesta en escena, como tradicionalmente se hace en la academia, a manera de evento o en lógica de seminario o en clave de publicación o en donde todas las “O” se transformen en “Y”, donde no exista disyunción sino conjunción, donde un eje o unos asuntos o una condición epocal o un fragmento de lo social, lo que en la tradición sociológica se conoce como hecho social, pueda ser pensado, investigado, analizado, desde la pertinencia y con la autonomía de cada programa.

Tal cosa, que funcione como puente de unión, quizás ahora pueda parecer un continente difuso, una mancha en un horizonte, un gesto cuya descripción resulta difícil de narrar.

Pero el lanzamiento de dados, el juego, la apuesta es intentarlo y aproximarnos a ese continente donde la sinergia sea creación y producción colectiva y de altura, como siempre lo ha sido en CIPOST. El naufragio siempre es una posibilidad, obviamente.

Pero el navegante, como el artista, es un hombre obsesivo y con valor. Y como decía Platón “El valor es el puente que une la razón con el deseo.” El sueño es que ese puente, que hoy día es a lo sumo una fugaz silueta que se configura como horizonte de sentido de la aventura que se inicia, pueda ser descrita, algún día, desde sus prácticas y sus representaciones sociales, dando cuenta de sus producciones de subjetividades, que de forma crítica se interpele las estructuraciones normativas, que podamos nadar en las transfiguraciones de su quehacer político, indagar en sus máscaras gerenciales, que se retrate el clima de diversas formas y estilos, que las miradas y maneras de abordar y decir, se muevan y se disloquen, donde la otredad, los receptores de esta obra, perciban, en el fruto polifónico, desde asuntos estrictamente epistemológicos hasta cuestiones prácticas.

Esa es la ilusión y el reto que embarga a un grupo de relevo que no quiere relevar sino, por el contrario, entretejer nuestras manos con las de los fundadores, para darle más belleza a la extraordinaria obra de arte donde nos hemos formado.He aquí el espíritu, el diseño, la arquitectura, el boceto, el arjé, “el como si”, el sueño de la obra que queremos hacer y estamos haciendo, de nuestra obra colectiva, de CIPOST, y que culminará de seguro, con sus logros y desaciertos; pero que también, de seguro, será abierta e inacabada, para que otros la rehagan desde otros horizontes y con otras perspectivas.

Finalmente, profesores, maestros, amigos, quisiera expresarles que sé y que estoy feliz de no sentirme solo en esta empresa. He contado y sé que cuento con los sabios consejos de todos y cada uno de ustedes; pero hoy, con vehemencia, con pasión, con entusiasmo, los exhorto a emprender una aventura más, un reto más, los invito a la construcción de esta obra conjunta, que no tiene un artista porque la creación es colectiva. Los exhorto a la realización de nuestra escultura, de nuestra pintura, de nuestro happening ético y epistémico. Los invito a darle belleza a esta obra de arte llamada CIPOST.

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