Milagros Socorro
En 1948, Venezuela tuvo en la Presidencia de la República a Rómulo Gallegos, entonces uno de los novelistas más prestigiosos de la lengua y maestro que había sido de varias generaciones, a quienes inculcó los más altos valores civiles. En 2008, Venezuela tiene en la Presidencia de la República a Hugo Chávez.
El primero estuvo nueve meses en el poder y el segundo lleva diez años, buena parte de ellos empeñado en trocar esa década en perpetuidad. La diferencia es abismal, catastrófica. Vergonzante. Cómo es que los venezolanos de 1947 eligieron a Gallegos para que condujera su destino; y los de 1998 colgaron sobre un militar golpista, ignorante y folklórico, adornos que no tenía, como se echan sobre un pino bambalinas y luces para convertir un humilde arbolito en destellante decoración.
Aquellos venezolanos salían de larga dictadura y de una sucesión de gobiernos militares.
Por fin podían elegir al presidente por voto popular, directo y secreto, (que, además, incluía el sufragio femenino). Contaban con vías de comunicación infinitamente inferiores a las que tenemos hoy. Había menos población y muchísimo menos escuelas, liceos, universidades, institutos de investigación, bibliotecas, museos y editoriales. Ahora contamos con más centros de educación superior, más profesionales con diplomas de tercer y cuarto nivel, pero mucho menos aprecio de las masas también de las élites económicas y tecnocráticas- por la educación, la cultura y el uso sobrio del lenguaje y sus normas.
En Internet circula una fotografía donde aparece Chávez de espaldas, uniformado de verde oliva, naturalmente, escribiendo en un mural uno de esos mensajes maniqueos, que confirman su inanición moral, su permanente manipulación de un país al que debería respetar y gobernar con austeridad y decoro, así como su inverosímil irresponsabilidad.
El mensaje pone que quienes quieran ser colonia y vasallos del imperialismo, que se vayan "con los pitiyanquis, con la burguesía"; y que quienes quieran ser libres y felicidad para sus hijos e hijas, que vayan con él.
Al margen de la estupidez del planteamiento, del flagrante silenciamiento del hecho de que el mayor obstáculo a la libertad de los venezolanos es la acechanza del hampa común y del hampa oficialista, es preciso mencionar que, al escribir su mensaje, el Presidente de la República incurrió en un error cada vez más extendido en el castellano de Venezuela, cual es el uso de un doble signo de exclamación o de admiración, como también se llama a la convención tipográfica empleada para enfatizar una afirmación o significar asombro.
Cae, incluso, en un doble error, puesto que omite el signo al abrir la frase y solo lo pone y de a dos- al cerrarla, como se hace, por cierto, en inglés. Desde luego, el uniformado presidente no es la única victima de esa inflación del lenguaje, culpable de tal abaratamiento de los signos que ya uno no basta para expresar las ideas o sentimientos, y entonces es preciso duplicar el monto.
Hay que decir que en el ajedrez un signo de admiración (!) indica que ha habido una buena jugada; y dos (!!), que más que buena, ha sido excelente.
Fuera de este contexto la duplicación del signo es un simple disparate, señal de desaliño al escribir o de irrespeto a las reglas del lenguaje.
En el caso de Chávez, los hechos demuestran su escasa valoración de los símbolos (a menos que pueda usarlos como felpudo para limpiarse el polvo de los caminos por donde se descarría, en vez de estar en su despacho buscando soluciones a las tragedias nacionales).
Prueba de esto es la imposición de recoger firmas en las oficinas oficiales, un gesto inútil puesto que la enmienda se hará con la mera aprobación de la Asamblea Nacional.
Y eso es pan comido. Como la obediencia del Legislativo no vale nada, porque es un apéndice del Ejecutivo. Y las firmas también son de a locha, puesto que se cosecharon con el revolver en la frente que implica la pérdida del empleo si se desacata la "sugerencia" de firmar, ni una ni otra valen medio. Entonces se hace la doble farsa a ver si con eso se compra una mingoña de credibilidad.
Estimados lectores, merecemos una Asamblea mejor, un Presidente con mejor educación. En suma, un año nuevo mejor. Que así sea.
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