Simón Alberto Consalvi
"Yo venía envuelto con un manto del iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al dios de las aguas". Así comenzaba el gran Padre su delirio. También yo he navegado el caudaloso río. Yo también he delirado. Yo vengo de Sabaneta de Barinas y de otros ríos turbulentos. ¡Todo lo hago por amor! Bolívar me habla: "Yo soy el padre de los siglos; soy el arcano de la fama y del secreto; mi madre fue la eternidad; los límites de mi imperio los señala el infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la muerte; miro lo pasado; miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente".
Me miro en este espejo. Yo me miro en la historia de los grandes hombres. Me aprendí de memoria las páginas de Venezuela heroica, y prometo dejarlas como tiras cómicas. Cuando los historiadores dialécticos analicen mis portentos, después de 33 años de revolución, reconocerán que yo preparé a Venezuela para ser una gran potencia en el siglo XXII. Yo tenía que destruir todo para echar las bases del futuro. Nadie me negará el éxito que he tenido. Ahí está el petróleo, ahí está el Ejército. Mi petróleo y mi Ejército.
Éste se siente orgulloso de mí, y yo de ellos. Todos para uno: ¡saben que mis glorias les pertenecen! Yo pienso que debo cambiarle el nombre a Venezuela, porque de ahí, de los impostores italianos que bautizaron esta tierra, de ahí partieron nuestras desventuras. Los pobres de espíritu se contentaron porque nos llamaron "pequeña Venecia". Eran tan ignorantes que no sabían que Venecia, la europea, era, sí, tan pequeña que apenas flota en el mar como una mariposa a la que se le meten las aguas por todas partes.
No le daré descanso a mi brazo hasta borrar este nombre.
¿Por qué Venezuela? La mentalidad imperialista penetró nuestra historia. Yo lo juro, yo no aflojaré el poder hasta que la historia me consagre como el Presidente de la República del Orinoco. (Ya para entonces lo de "bolivariana" será demasiado anticuado, y Bolívar, hablando con franqueza, estará más exprimido que una naranja en un dormitorio de elefantes).
De estos planes no puedo hablar porque me vigilan los paecistas de la Academia de la Historia. Son los cancerberos de Páez, porque se entregó a la oligarquía y porque a ellos la oligarquía los seduce con el cuento de que son más grandes que don Eduardo Blanco. Díganme, honestamente, ¡cuánto le falta a ese Pino Iturrieta para calzar las botas de don Eduardo! No sé dónde va a encontrar el zapatero milagroso. (Lo tengo en la mira).
Uno de estos días nombraré al general Pérez Arcay como el "único autorizado para interpretar la historia". Yo sé que la historia es arma delicada y que no puede estar en manos de paganos. Si el general Gómez no hubiera tenido bien controlados a Gil Fortoul, a González Guinán y a don Laureano, el mejor de todos (por favor, no confundir con un cierto politólogo que cada vez que escribe me dan ganas de prohibir los viernes), no lo habrían dejado llegar al 17 de diciembre de 1935, porque había magnicidas hasta debajo de las piedras.
Por ahí andan ahora unos filósofos de la ociosidad, que me recuerdan la obra Una cortesana en el Limbo, que no podía ver lápiz romo porque se lanzaba a sacarle punta. Estos filósofos no duermen tratando de interpretarme y han dado en llamarme "fenómeno".
El fenómeno tal por cual, y la ambición de poder del tal por cual. No entienden que yo lo que quiero es que la patria no se desvíe. Conspiradores, niegan el peligro de que "yo no esté al mando". Yo podría irme a Sabaneta a vivir de la caza y de la pesca, a pensar y a pintar.
¡Sobre todo a pintar! Pero si yo me voy Venezuela cae en manos del enemigo.
No, yo no me puedo ir. Yo soy yo, pero el que manda es el pueblo. Esto es lo que no entienden estos filósofos. Yo sólo obedezco al pueblo, y el pueblo me grita, Uh, ah, y yo le contesto, Su majestá baila p' acá, baila p' allá. Esto es tan simple que no veo por qué tienen que andar buscando claves en los pergaminos apergaminados de Carlyle, Marx, Plejánov. Que si yo soy un caudillo, que si yo soy un dictador. Señores filósofos, por Dios, yo soy yo, y conmigo se rompieron todos los "arquetipos". Conmigo no hay filósofo que valga, ni ese señor Carlyle, ni ese señor Marx, ni qué Plejánov de mis tormentos.
Vayan, filósofos, a Sabaneta de Barinas, quédense mirando la luna y comprenderán por qué yo soy yo.
Vendrá febrero y seré el Aclamado de los Pueblos. Yo sé que la República Soberana del Orinoco será mi propio Panteón.
Haré un atalaya en las cumbres del Guaraira Repano, y desde allí divisaré los mares y controlaré las tormentas y los vientos huracanados. Bolívar dijo: "Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior".
Posdata: Hoy es el Día de los Santos Inocentes, y cualquiera puede escribir su "Delirio sobre el Chimborazo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario