Libertad!

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miércoles, 31 de diciembre de 2008

Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer-RIMA LXX


¡Cuántas veces,

al pie de las musgosas paredes

que la guardan,

oí la esquila

que al mediar

la noche

a los maitines llama!

¡Cuántas veces

trazó mi silueta

la luna plateada,

junto a la del ciprés,

que de su huerto

se asoma por las tapias!

Cuando en sombras

la iglesia se envolvía,

de su ojiva calada,

¡cuántas veces temblar

sobre los vidrios

vi el fulgor de la lámpara!

Aunque el viento

en los ángulos oscuros

de la torre silbara,

del coro entre las voces

percibía su voz vibrante y clara.

En las noches de invierno,

si un medroso

por la desierta plaza

se atrevía a cruzar,

al divisarme

el paso aceleraba.

Y no faltó una vieja

que en el torno dijese a la mañana,

que de algún sacristán

muerto en pecado

acaso era yo el alma.

A oscuras conocía

los rincones del atrio y la portada;

de mis pies las ortigas

que allí crecen las huellas

tal vez guardan.

Los búhos, que espantados

me seguían con sus ojos de llamas,

llegaron a mirarme con el tiempo

como a un buen camarada.

A mi lado sin miedo

los reptiles se movían a rastras;

hasta los mudos

santos de granito

creo que me saludaban.

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