JORGE LANZARO
El actual giro a la izquierda en América
Latina trae una novedad absoluta:
el estreno de gobiernos de tipo
socialdemocrático en Brasil, Uruguay
y Chile, que aunque asumen rasgos
propios guardan semejanzas con sus
congéneres europeos. En estos países
gobierna una izquierda institucional,
que opera en sistemas de partidos
relativamente institucionalizados,
plurales y competitivos, asumiendo las
reglas de la democracia representativa
y las restricciones de la economía
capitalista en mercados abiertos, pero
impulsando un reformismo moderado.
Los tres gobiernos tienen un potencial
socialdemocrático diverso, en función
de sus recursos políticos, cultivando
el compromiso entre capitalismo
y democracia, en busca de nuevas
formas de desarrollo que compaginen
progreso económico y cohesión social.
En América Latina se registra un acontecimiento histórico. Agrupamientos
políticos de izquierda o centroizquierda –progresistas, en un sentido
más amplio– acceden al gobierno en un amplio arco de países que incluye a
algunos de los más importantes de la región.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD No 217,
septiembre-octubre de 2008, ISSN: 0251-3552,.
NUEVA SOCIEDAD 217
La socialdemocracia criolla
41
El giro a la izquierda tiene el carácter de una «ola». No obstante, estos gobiernos
muestran una marcada diversidad. Entre ellos hay nuevas composiciones
populistas (Venezuela, Bolivia, Ecuador) y también gobiernos que recrean las
manifestaciones precedentes del nacionalismo popular (Argentina y, eventualmente,
Panamá). Ambas figuras presentan singularidades relevantes, pero
se inscriben en el viejo tronco del populismo, un fenómeno recurrente en
América Latina en distintas fases históricas y que ha asumido distintos signos
políticos1.
Al mismo tiempo, esta temporada registra una gran novedad: el estreno de
gobiernos de tipo socialdemocrático2 en Brasil, con Luiz Inácio Lula da Silva;
en Chile, con Ricardo Lagos y Michelle Bachelet; y en Uruguay, con Tabaré
Vázquez3. Se trata de fórmulas inéditas en nuestra región, que presentan rasgos
propios de su condición periférica, específicamente latinoamericana, pero
que pueden compararse con los referentes europeos clásicos. En particular,
encuentran similitudes con las experiencias socialdemocráticas tardías que
surgieron a partir de los 70 en España, Portugal y Grecia, las cuales sobrevinieron
–como las nuestras– al paso de una doble transición: luego de las respectivas
transiciones democráticas y en el surco de la transición liberal, fuera
de los círculos virtuosos de la era keynesiana y a la hora de un nuevo empuje
de la globalización.
Las experiencias de esta socialdemocracia criolla, que trata de encontrar su camino
en Brasil, Chile y Uruguay, tienen diferencias palpables. Las tres son resultado
de rutas políticas diferentes y muestran configuraciones gubernamentales
1. La senda que va del populismo clásico al populismo moderno despunta con las manifestaciones
desarrollistas que dejaron rastros duraderos (México, Brasil, Argentina), pasa por varias experiencias
abortadas (Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, etc.), para llegar luego a un populismo
de «afinidades inesperadas», que se anota en la fajina neoliberal (Alberto Fujimori en Perú).
Actualmente, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa han puesto en marcha un populismo de izquierda, que se inscribe en esa tradición latinoamericana, aunque cada uno muestra sin dudas
rasgos diferentes, entre sí y con respecto a sus ancestros.
2. Se utiliza en este texto el adjetivo «socialdemocrático» o «socialdemocrática» (en lugar de «socialdemócrata
») en tanto alude a una forma política, mientras que «socialdemócrata» se refiere a
una corriente política. Las experiencias aquí analizadas son socialdemocráticas, aunque los partidos
no necesariamente lo sean, se llamen o se reconozcan como tales.
3. En América Latina ha habido otras experiencias de apelación socialdemocrática (por ejemplo,
los gobiernos del Partido de Liberación Nacional en Costa Rica, de Acción Democrática en Venezuela
y del Partido de la Socialdemocracia Brasileña de Fernando Henrique Cardoso). A su vez, la
posibilidad de una alternativa socialdemocrática o de «tercera vía» en nuestra región ha sido planteada
por algunos intelectuales (como Helio Jaguaribe; Maravall, Bresser-Pereira y Przeworski, o
Castañeda y Mangabeira) y también por actores políticos (en particular, fue desarrollada en el
«Consenso de Buenos Aires», labrado por líderes de izquierda del continente, incluidos Lula y
Ricardo Lagos). No obstante, es la primera vez que se concretan efectivamente gobiernos de este género con las características que definimos.
42
muy diversas, con posibilidades variadas de continuidad e innovación:
transitan una senda posneoliberal y enfrentan el desafío de labrar un nuevo
paradigma, que no viene diseñado de antemano sino que –como es usual
en los recodos de la historia– se forja sobre la marcha, sin que medie un libreto
acabado.
■ La izquierda institucional
Para clasificar a los gobiernos de izquierda atendemos a su naturaleza política:
fundamentalmente, el tipo de partido o movimiento en el poder y, como
variable basal, la fisonomía de cada sistema de partidos, su nivel de competitividad
y su grado de institucionalización, lo cual remite a su vez a rasgos
diferenciales en el gobierno presidencial, los estilos de liderazgo y la calidad
de la democracia4. En el arco que va de los populismos a las figuras socialdemocráticas,
observamos las estructuras políticas, el balance de poderes partidarios
y la efectividad de la competencia como condicionantes principales de
la forma de llegar al gobierno y de la forma de gobernar.
De manera muy esquemática, cabe decir que en América Latina encontramos
izquierdas sin partidos o con partidos, que actúan en sistemas de partidos relativamente
fuertes o en sistemas débiles o en colapso, y en el marco de democracias
que exhiben distintos grados de competencia efectiva. Todo esto
genera consecuencias importantes en los procesos electorales, las prácticas de
gobierno y la consistencia de la oposición.
Por definición, los gobiernos socialdemocráticos están protagonizados por
una izquierda que cabe considerar institucional en dos sentidos.
El primero
es el grado de institucionalización que presentan los partidos de izquierda
que forman el gobierno: el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, el Partido
Socialista (PS) en Chile y el Frente Amplio (FA) en Uruguay.
El segundo es
que tales partidos están integrados a la competencia electoral y al régimen
democrático republicano, en el seno de sistemas de partidos plurales y competitivos,
más o menos institucionalizados.
El primer punto –la institucionalización de cada partido– responde desde
luego a los trazos generales del sistema de partidos, pero tiene una dinámica
4. Jorge Lanzaro: «La ‘tercera ola’ de las izquierdas latinoamericanas: entre el populismo y la social
democracia» en Las izquierdas latinoamericanas y el gobierno, Pablo Iglesias, Madrid, 2006. 43
5. El PS chileno es el mayor. Creado en 1933, tenía 73 años cuando Bachelet llegó a la Presidencia y
cuatro menos al asumir Lagos, que antes de la formación del Partido por la Democracia (PPD) también
pertenecía al PS. El FA llegó a la Presidencia con 33 años, dos décadas después del fin de la
dictadura: aunque nació en 1971, en su fundación participaron grupos con trayectoria anterior,
incluidos dos veteranos de la izquierda uruguaya: el Partido Socialista (inaugurado en 1910) y
el Partido Comunista (en 1921). El PT brasileño fue creado en 1980 y tenía 22 años cuando Lula llegó
a la Presidencia.
propia y características específicas. A su vez, los tres partidos mencionados
tienen formatos políticos distintos, que llevan la marca de su modelo genético
y que reflejan los cambios suscitados ulteriormente por la competencia
inter- e intrapartidaria.
Se trata, en los tres casos, de partidos bien establecidos, que llegaron al gobierno
con más de 20 años de antigüedad y tras sobrevivir a las vedas autoritarias5.
Son partidos muy estructurados, que se foguearon en la oposición y en la
conducción sindical, que han mantenido su representación parlamentaria
por periodos relativamente prolongados y que compitieron en varias elecciones
presidenciales. Todo esto posibilitó acumulación de experiencia y responsabilidad
en base a un aprendizaje democrático. Este aprendizaje, que viene de la
historia, se desplegó en las fases de transición y está marcado por las lecciones
que dejaron las dictaduras y los sucesos críticos que condujeron a ellas. En
la fase siguiente, ya en democracia, se fueron desarrollando las elites partidarias
y construyendo liderazgos que se afirmaron primero en las filas del partido
para adquirir luego reconocimiento nacional.
La longevidad, asociada a la continuidad y la aptitud de adaptación frente a
los cambios, es un indicador del grado de institucionalización partidaria. Se
trata de un factor que contribuye a delinear distinciones entre las actuales izquierdas
gobernantes, como se sintetiza en el cuadro 1, donde se aprecia que
los partidos de izquierda de Chile, Uruguay y Brasil se encuentran entre los
más longevos y los que enfrentaron un mayor número de elecciones antes de
acceder al poder.
Los tres partidos viven en sistemas de partidos plurales y competitivos, relativamente
institucionalizados. Esto constituye otro factor definitorio, que delinea
una pauta de evolución política que resulta positiva para el conjunto del
sistema y para el propio partido de izquierda en carrera. La institucionalización
significa que los sistemas adquieren estabilidad y son valorados como tales,
por sus propios integrantes y la ciudadanía, de modo que los partidos y
las contiendas electorales gozan de reconocimiento y legitimidad, como resortes
de representación política y arbitraje democrático. Ello implica también
cierta continuidad en los patrones de competencia y los alineamientos políticos,
con volatilidad electoral moderada.
Los estudios en la materia muestran que la institucionalización es alta en Chile
y Uruguay.
En Brasil ha sido comparativamente más baja, pero en la última década
ha mejorado de manera sostenida. La izquierda institucional ha contribuido
a cultivar estos logros debido a su participación activa en las transiciones democráticas
y sus desempeños posteriores, integrando la coalición de gobierno
en el caso de Chile o como fuerza de oposición en Brasil y Uruguay6.
6. En Europa occidental, los partidos de izquierda han actuado como pace setters de la institucionalización,
con repercusiones importantes para el sistema y efectos de emulación en los demás partidos,
que ante la emergencia de esos actores debieron reorganizarse para competir. Algo similar
ocurre con el PT en Brasil, cuyo desempeño contribuyó a dotar de cierta estabilidad a los patrones
de competencia partidaria y a los alineamientos políticos, lo que redujo la volatilidad electoral. Por
su parte, el FA uruguayo creció como partido desafiante en el seno de un sistema ya institucionalizado,
pero atravesó una coyuntura crítica y cambió fuertemente, manteniendo sin embargo su
consistencia. Ver J. Lanzaro (ed.): La izquierda uruguaya, entre la oposición y el gobierno, Fin de Siglo,
Montevideo, 2004.
Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
Partidos de izquierda en el gobierno:
edad y trayectoria electoral
País Partido Año de Edad al llegar Elecciones
formación al gobierno presidenciales
en el ciclo actual al llegar al gobierno
en el ciclo actual
Argentina Partido
Justicialista (PJ) 1945 57 5
Bolivia Movimiento
al Socialismo (MAS) 1997 8 2
Brasil Partido de
los Trabajadores (PT) 1980 22 6
Chile Partido Socialista (PS) 1933 73 14
Ecuador Alianza Patria
Altiva y Soberana (PAIS) 2005 1 1
Panamá Partido Revolucionario
Democrático (PRD) 1979 25 4
Uruguay Frente Amplio (FA) 1971 33 6
Venezuela Movimiento Quinta
República-Patria
para Todos (MVR-PPT) 1997 1 1
Jorge Lanzaro
La volatilidad electoral, medida por la variación en el número de bancas
que obtienen los partidos en elecciones para la Cámara de Diputados, es un
indicador apropiado de la institucionalización de los sistemas de partidos.
Chile y Uruguay exhiben una volatilidad relativamente
baja, inferior a 20 puntos y similar a las de las democracias avanzadas7.
En Brasil, la volatilidad, que era alta, ha ido descendiendo sensiblemente;
en las últimas elecciones, bajó a la mitad de la que existía en la
década de 1980.
En cambio, en Bolivia y Ecuador la volatilidad ronda los 30 puntos y en Venezuela
llega a 408. En Argentina, la volatilidad mostraba marcas intermedias
durante las décadas de 1980 y 1990 y aumentó en forma significativa a partir
de 2001, para disminuir en las elecciones más recientes (2003-2007) gracias a
la performance del peronismo frente a una oposición desperdigada9.
La institucionalización prospera en sistemas de partidos plurales y de competencia
efectiva, donde los saldos electorales y la representación política
7. Mientras que en Chile la volatilidad descendió, en Uruguay ha aumentado algunos puntos con
la elección de 2004, en la que el FA amplió su representación y el Partido Colorado llegó a su mínimo
histórico.
8. En Venezuela, el sistema de partidos surgido del Pacto de Punto Fijo (1958) se desplomó antes
de la llegada de Chávez a la Presidencia, sin que haya construcciones de relevo. Bolivia vio esfumarse
vertiginosamente los avances en la materia que había logrado desde la transición democrática,
a partir de 1985. En Ecuador el sistema de partidos está «pulverizado».
9. En Argentina, el sistema de partidos –tradicionalmente débil, aunque con partidos relativamente
robustos– presenta una importante fragmentación, que afecta a sus integrantes más veteranos
(Unión Cívica Radical, PJ). Vuelve a plantearse una franca asimetría, que ha sido recurrente en la
historia argentina y que favorece una vez más al peronismo.
Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
Volatilidad en elecciones para la Cámara de Diputados
mantienen cierto balance de poderes, con equilibrios partidarios que favorecen
los equilibrios institucionales. Así ocurre en Chile y Uruguay. Sin embargo,
ambas características no necesariamente corren parejas.
En Brasil la institucionalización
viene progresando, pero ha sido más débil y no obstante el sistema
de partidos es marcadamente plural y competitivo10.
La competencia efectiva –que es una característica fundamental en un sistema
democrático– puede medirse por las alternancias en el gobierno y, sobre
todo, por el «margen de victoria» en una elección determinada, es decir,
el porcentaje de votos que obtiene el ganador en relación con el de sus contendientes.
En esta relación a dos puntas cuentan pues el peso del gobierno
y el peso de la oposición11. La fuerza de uno y otro bloque está en relación
con la magnitud de cada contingente, pero también con la densidad
de su organización partidaria y el grado de unidad o fragmentación que
presentan.
El índice de competencia efectiva de David Altman y Aníbal Pérez Liñán12
mide el poder relativo del gobierno y la oposición en base al número de bancas
con el que cuentan en la Cámara de Diputados13.
Aplicando esa fórmula
para el periodo 1989-2007, Brasil, Chile y Uruguay,
1, presentan los índices de competencia efectiva más altos, seguidos de
Bolivia, Argentina, Panamá y Venezuela14.
Al agrupar los casos se evidencia que los países con gobiernos de
tipo socialdemocrático mantienen un grado de competencia efectiva alto y
relativamente constante, aun después de la instalación de presidentes de izquierda.
En cambio, los demás países considerados presentan un grado menor
de competencia.
10. Al revés, puede haber sistemas institucionalizados que no sean competitivos, como lo fue por
muchas décadas el de México, mientras duró la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional
(PRI).
11. El poder político depende de la representación parlamentaria a nivel del gobierno central. Pero
cabe asimismo tener en cuenta otras instancias y en particular, la distribución regional de autoridad:
en los regímenes unitarios y más marcadamente en los regímenes federales. El federalismo
«robusto» de Brasil es un ejemplo resaltante.
12. D. Altman y A. Pérez-Liñán: «Assessing the Quality of Democracy: Freedom, Competitiveness
and Participation in Eighteen Latin American Countries» en Democratization vol. 9 No 2, 2002.
13. La representación en la Cámara de Diputados se pondera tomando en cuenta la cantidad de
partidos que integran cada bloque, en el entendido de que tanto el gobierno como la oposición
tienen distinta potencialidad, según estén formados por un solo partido o por varios.
14. No incluimos Ecuador ya que la extrema fragmentación política vuelve poco confiable la
aplicación de este índice.
Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
Evolución de la competitividad en países seleccionados, 1989-2007. Gobiernos
socialdemocráticos versus otros gobiernos de izquierda
Socialdemocracia
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda
Eduard Bernstein (1850-1932): Político socialdemócrata alemán y fundador de la teoría evolucionaria del socialismo mediante reformas parlamentarias.
La socialdemocracia es una ideología política que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX del seno del marxismo, creían que la transición a una sociedad socialista podía lograrse mejor mediante una evolución dentro de la democracia representativa que mitigara los efectos del capitalismo antes que por algún otro método. Los socialdemócratas pretenden reformar el capitalismo democráticamente mediante la regulación estatal y la creación de programas y organizaciones patrocinados por el Estado para aliviar o quitar las injusticias que ellos piensan son inflingidas por el sistema capitalista de mercado.
Con anterioridad, se describía a los socialdemócratas como socialistas reformistas (dado que abogaban por el desarrollo del socialismo a través de reformas parlamentarias graduales) en contraste con los socialistas revolucionarios, que pretendían alcanzar el socialismo mediante una revolución obrera o caso contrario por medio de una evolución extraparlamentaria no estatal. La socialdemocracia también aborda los temas valóricos desde un prisma progresista. Es el sector de la izquierda partidista más importante del mundo contemporáneo.
A menudo se utilizan los términos "socialismo" o "socialista" en referencia a la socialdemocracia y los socialdemócratas, aunque el concepto "socialismo" es más amplio, ya que en diferentes países pueden incluir a socialistas democráticos, marxistas, comunistas y anarquistas. Mientras algunos consideran a la socialdemocracia una forma moderada del socialismo, otros, definiendo el socialismo en el significado tradicional o marxista, rechazan esta designación.
El actual giro a la izquierda en América
Latina trae una novedad absoluta:
el estreno de gobiernos de tipo
socialdemocrático en Brasil, Uruguay
y Chile, que aunque asumen rasgos
propios guardan semejanzas con sus
congéneres europeos. En estos países
gobierna una izquierda institucional,
que opera en sistemas de partidos
relativamente institucionalizados,
plurales y competitivos, asumiendo las
reglas de la democracia representativa
y las restricciones de la economía
capitalista en mercados abiertos, pero
impulsando un reformismo moderado.
Los tres gobiernos tienen un potencial
socialdemocrático diverso, en función
de sus recursos políticos, cultivando
el compromiso entre capitalismo
y democracia, en busca de nuevas
formas de desarrollo que compaginen
progreso económico y cohesión social.
En América Latina se registra un acontecimiento histórico. Agrupamientos
políticos de izquierda o centroizquierda –progresistas, en un sentido
más amplio– acceden al gobierno en un amplio arco de países que incluye a
algunos de los más importantes de la región.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD No 217,
septiembre-octubre de 2008, ISSN: 0251-3552,
NUEVA SOCIEDAD 217
La socialdemocracia criolla
41
El giro a la izquierda tiene el carácter de una «ola». No obstante, estos gobiernos
muestran una marcada diversidad. Entre ellos hay nuevas composiciones
populistas (Venezuela, Bolivia, Ecuador) y también gobiernos que recrean las
manifestaciones precedentes del nacionalismo popular (Argentina y, eventualmente,
Panamá). Ambas figuras presentan singularidades relevantes, pero
se inscriben en el viejo tronco del populismo, un fenómeno recurrente en
América Latina en distintas fases históricas y que ha asumido distintos signos
políticos1.
Al mismo tiempo, esta temporada registra una gran novedad: el estreno de
gobiernos de tipo socialdemocrático2 en Brasil, con Luiz Inácio Lula da Silva;
en Chile, con Ricardo Lagos y Michelle Bachelet; y en Uruguay, con Tabaré
Vázquez3. Se trata de fórmulas inéditas en nuestra región, que presentan rasgos
propios de su condición periférica, específicamente latinoamericana, pero
que pueden compararse con los referentes europeos clásicos. En particular,
encuentran similitudes con las experiencias socialdemocráticas tardías que
surgieron a partir de los 70 en España, Portugal y Grecia, las cuales sobrevinieron
–como las nuestras– al paso de una doble transición: luego de las respectivas
transiciones democráticas y en el surco de la transición liberal, fuera
de los círculos virtuosos de la era keynesiana y a la hora de un nuevo empuje
de la globalización.
Las experiencias de esta socialdemocracia criolla, que trata de encontrar su camino
en Brasil, Chile y Uruguay, tienen diferencias palpables. Las tres son resultado
de rutas políticas diferentes y muestran configuraciones gubernamentales
1. La senda que va del populismo clásico al populismo moderno despunta con las manifestaciones
desarrollistas que dejaron rastros duraderos (México, Brasil, Argentina), pasa por varias experiencias
abortadas (Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, etc.), para llegar luego a un populismo
de «afinidades inesperadas», que se anota en la fajina neoliberal (Alberto Fujimori en Perú).
Actualmente, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa han puesto en marcha un populismo de izquierda, que se inscribe en esa tradición latinoamericana, aunque cada uno muestra sin dudas
rasgos diferentes, entre sí y con respecto a sus ancestros.
2. Se utiliza en este texto el adjetivo «socialdemocrático» o «socialdemocrática» (en lugar de «socialdemócrata
») en tanto alude a una forma política, mientras que «socialdemócrata» se refiere a
una corriente política. Las experiencias aquí analizadas son socialdemocráticas, aunque los partidos
no necesariamente lo sean, se llamen o se reconozcan como tales.
3. En América Latina ha habido otras experiencias de apelación socialdemocrática (por ejemplo,
los gobiernos del Partido de Liberación Nacional en Costa Rica, de Acción Democrática en Venezuela
y del Partido de la Socialdemocracia Brasileña de Fernando Henrique Cardoso). A su vez, la
posibilidad de una alternativa socialdemocrática o de «tercera vía» en nuestra región ha sido planteada
por algunos intelectuales (como Helio Jaguaribe; Maravall, Bresser-Pereira y Przeworski, o
Castañeda y Mangabeira) y también por actores políticos (en particular, fue desarrollada en el
«Consenso de Buenos Aires», labrado por líderes de izquierda del continente, incluidos Lula y
Ricardo Lagos). No obstante, es la primera vez que se concretan efectivamente gobiernos de este género con las características que definimos.
42
muy diversas, con posibilidades variadas de continuidad e innovación:
transitan una senda posneoliberal y enfrentan el desafío de labrar un nuevo
paradigma, que no viene diseñado de antemano sino que –como es usual
en los recodos de la historia– se forja sobre la marcha, sin que medie un libreto
acabado.
■ La izquierda institucional
Para clasificar a los gobiernos de izquierda atendemos a su naturaleza política:
fundamentalmente, el tipo de partido o movimiento en el poder y, como
variable basal, la fisonomía de cada sistema de partidos, su nivel de competitividad
y su grado de institucionalización, lo cual remite a su vez a rasgos
diferenciales en el gobierno presidencial, los estilos de liderazgo y la calidad
de la democracia4. En el arco que va de los populismos a las figuras socialdemocráticas,
observamos las estructuras políticas, el balance de poderes partidarios
y la efectividad de la competencia como condicionantes principales de
la forma de llegar al gobierno y de la forma de gobernar.
De manera muy esquemática, cabe decir que en América Latina encontramos
izquierdas sin partidos o con partidos, que actúan en sistemas de partidos relativamente
fuertes o en sistemas débiles o en colapso, y en el marco de democracias
que exhiben distintos grados de competencia efectiva. Todo esto
genera consecuencias importantes en los procesos electorales, las prácticas de
gobierno y la consistencia de la oposición.
Por definición, los gobiernos socialdemocráticos están protagonizados por
una izquierda que cabe considerar institucional en dos sentidos.
El primero
es el grado de institucionalización que presentan los partidos de izquierda
que forman el gobierno: el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, el Partido
Socialista (PS) en Chile y el Frente Amplio (FA) en Uruguay.
El segundo es
que tales partidos están integrados a la competencia electoral y al régimen
democrático republicano, en el seno de sistemas de partidos plurales y competitivos,
más o menos institucionalizados.
El primer punto –la institucionalización de cada partido– responde desde
luego a los trazos generales del sistema de partidos, pero tiene una dinámica
4. Jorge Lanzaro: «La ‘tercera ola’ de las izquierdas latinoamericanas: entre el populismo y la social
democracia» en Las izquierdas latinoamericanas y el gobierno, Pablo Iglesias, Madrid, 2006. 43
5. El PS chileno es el mayor. Creado en 1933, tenía 73 años cuando Bachelet llegó a la Presidencia y
cuatro menos al asumir Lagos, que antes de la formación del Partido por la Democracia (PPD) también
pertenecía al PS. El FA llegó a la Presidencia con 33 años, dos décadas después del fin de la
dictadura: aunque nació en 1971, en su fundación participaron grupos con trayectoria anterior,
incluidos dos veteranos de la izquierda uruguaya: el Partido Socialista (inaugurado en 1910) y
el Partido Comunista (en 1921). El PT brasileño fue creado en 1980 y tenía 22 años cuando Lula llegó
a la Presidencia.
propia y características específicas. A su vez, los tres partidos mencionados
tienen formatos políticos distintos, que llevan la marca de su modelo genético
y que reflejan los cambios suscitados ulteriormente por la competencia
inter- e intrapartidaria.
Se trata, en los tres casos, de partidos bien establecidos, que llegaron al gobierno
con más de 20 años de antigüedad y tras sobrevivir a las vedas autoritarias5.
Son partidos muy estructurados, que se foguearon en la oposición y en la
conducción sindical, que han mantenido su representación parlamentaria
por periodos relativamente prolongados y que compitieron en varias elecciones
presidenciales. Todo esto posibilitó acumulación de experiencia y responsabilidad
en base a un aprendizaje democrático. Este aprendizaje, que viene de la
historia, se desplegó en las fases de transición y está marcado por las lecciones
que dejaron las dictaduras y los sucesos críticos que condujeron a ellas. En
la fase siguiente, ya en democracia, se fueron desarrollando las elites partidarias
y construyendo liderazgos que se afirmaron primero en las filas del partido
para adquirir luego reconocimiento nacional.
La longevidad, asociada a la continuidad y la aptitud de adaptación frente a
los cambios, es un indicador del grado de institucionalización partidaria. Se
trata de un factor que contribuye a delinear distinciones entre las actuales izquierdas
gobernantes, como se sintetiza en el cuadro 1, donde se aprecia que
los partidos de izquierda de Chile, Uruguay y Brasil se encuentran entre los
más longevos y los que enfrentaron un mayor número de elecciones antes de
acceder al poder.
Los tres partidos viven en sistemas de partidos plurales y competitivos, relativamente
institucionalizados. Esto constituye otro factor definitorio, que delinea
una pauta de evolución política que resulta positiva para el conjunto del
sistema y para el propio partido de izquierda en carrera. La institucionalización
significa que los sistemas adquieren estabilidad y son valorados como tales,
por sus propios integrantes y la ciudadanía, de modo que los partidos y
las contiendas electorales gozan de reconocimiento y legitimidad, como resortes
de representación política y arbitraje democrático. Ello implica también
cierta continuidad en los patrones de competencia y los alineamientos políticos,
con volatilidad electoral moderada.
Los estudios en la materia muestran que la institucionalización es alta en Chile
y Uruguay.
En Brasil ha sido comparativamente más baja, pero en la última década
ha mejorado de manera sostenida. La izquierda institucional ha contribuido
a cultivar estos logros debido a su participación activa en las transiciones democráticas
y sus desempeños posteriores, integrando la coalición de gobierno
en el caso de Chile o como fuerza de oposición en Brasil y Uruguay6.
6. En Europa occidental, los partidos de izquierda han actuado como pace setters de la institucionalización,
con repercusiones importantes para el sistema y efectos de emulación en los demás partidos,
que ante la emergencia de esos actores debieron reorganizarse para competir. Algo similar
ocurre con el PT en Brasil, cuyo desempeño contribuyó a dotar de cierta estabilidad a los patrones
de competencia partidaria y a los alineamientos políticos, lo que redujo la volatilidad electoral. Por
su parte, el FA uruguayo creció como partido desafiante en el seno de un sistema ya institucionalizado,
pero atravesó una coyuntura crítica y cambió fuertemente, manteniendo sin embargo su
consistencia. Ver J. Lanzaro (ed.): La izquierda uruguaya, entre la oposición y el gobierno, Fin de Siglo,
Montevideo, 2004.
Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
Partidos de izquierda en el gobierno:
edad y trayectoria electoral
País Partido Año de Edad al llegar Elecciones
formación al gobierno presidenciales
en el ciclo actual al llegar al gobierno
en el ciclo actual
Argentina Partido
Justicialista (PJ) 1945 57 5
Bolivia Movimiento
al Socialismo (MAS) 1997 8 2
Brasil Partido de
los Trabajadores (PT) 1980 22 6
Chile Partido Socialista (PS) 1933 73 14
Ecuador Alianza Patria
Altiva y Soberana (PAIS) 2005 1 1
Panamá Partido Revolucionario
Democrático (PRD) 1979 25 4
Uruguay Frente Amplio (FA) 1971 33 6
Venezuela Movimiento Quinta
República-Patria
para Todos (MVR-PPT) 1997 1 1
Jorge Lanzaro
La volatilidad electoral, medida por la variación en el número de bancas
que obtienen los partidos en elecciones para la Cámara de Diputados, es un
indicador apropiado de la institucionalización de los sistemas de partidos.
Chile y Uruguay exhiben una volatilidad relativamente
baja, inferior a 20 puntos y similar a las de las democracias avanzadas7.
En Brasil, la volatilidad, que era alta, ha ido descendiendo sensiblemente;
en las últimas elecciones, bajó a la mitad de la que existía en la
década de 1980.
En cambio, en Bolivia y Ecuador la volatilidad ronda los 30 puntos y en Venezuela
llega a 408. En Argentina, la volatilidad mostraba marcas intermedias
durante las décadas de 1980 y 1990 y aumentó en forma significativa a partir
de 2001, para disminuir en las elecciones más recientes (2003-2007) gracias a
la performance del peronismo frente a una oposición desperdigada9.
La institucionalización prospera en sistemas de partidos plurales y de competencia
efectiva, donde los saldos electorales y la representación política
7. Mientras que en Chile la volatilidad descendió, en Uruguay ha aumentado algunos puntos con
la elección de 2004, en la que el FA amplió su representación y el Partido Colorado llegó a su mínimo
histórico.
8. En Venezuela, el sistema de partidos surgido del Pacto de Punto Fijo (1958) se desplomó antes
de la llegada de Chávez a la Presidencia, sin que haya construcciones de relevo. Bolivia vio esfumarse
vertiginosamente los avances en la materia que había logrado desde la transición democrática,
a partir de 1985. En Ecuador el sistema de partidos está «pulverizado».
9. En Argentina, el sistema de partidos –tradicionalmente débil, aunque con partidos relativamente
robustos– presenta una importante fragmentación, que afecta a sus integrantes más veteranos
(Unión Cívica Radical, PJ). Vuelve a plantearse una franca asimetría, que ha sido recurrente en la
historia argentina y que favorece una vez más al peronismo.
Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
Volatilidad en elecciones para la Cámara de Diputados
mantienen cierto balance de poderes, con equilibrios partidarios que favorecen
los equilibrios institucionales. Así ocurre en Chile y Uruguay. Sin embargo,
ambas características no necesariamente corren parejas.
En Brasil la institucionalización
viene progresando, pero ha sido más débil y no obstante el sistema
de partidos es marcadamente plural y competitivo10.
La competencia efectiva –que es una característica fundamental en un sistema
democrático– puede medirse por las alternancias en el gobierno y, sobre
todo, por el «margen de victoria» en una elección determinada, es decir,
el porcentaje de votos que obtiene el ganador en relación con el de sus contendientes.
En esta relación a dos puntas cuentan pues el peso del gobierno
y el peso de la oposición11. La fuerza de uno y otro bloque está en relación
con la magnitud de cada contingente, pero también con la densidad
de su organización partidaria y el grado de unidad o fragmentación que
presentan.
El índice de competencia efectiva de David Altman y Aníbal Pérez Liñán12
mide el poder relativo del gobierno y la oposición en base al número de bancas
con el que cuentan en la Cámara de Diputados13.
Aplicando esa fórmula
para el periodo 1989-2007, Brasil, Chile y Uruguay,
1, presentan los índices de competencia efectiva más altos, seguidos de
Bolivia, Argentina, Panamá y Venezuela14.
Al agrupar los casos se evidencia que los países con gobiernos de
tipo socialdemocrático mantienen un grado de competencia efectiva alto y
relativamente constante, aun después de la instalación de presidentes de izquierda.
En cambio, los demás países considerados presentan un grado menor
de competencia.
10. Al revés, puede haber sistemas institucionalizados que no sean competitivos, como lo fue por
muchas décadas el de México, mientras duró la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional
(PRI).
11. El poder político depende de la representación parlamentaria a nivel del gobierno central. Pero
cabe asimismo tener en cuenta otras instancias y en particular, la distribución regional de autoridad:
en los regímenes unitarios y más marcadamente en los regímenes federales. El federalismo
«robusto» de Brasil es un ejemplo resaltante.
12. D. Altman y A. Pérez-Liñán: «Assessing the Quality of Democracy: Freedom, Competitiveness
and Participation in Eighteen Latin American Countries» en Democratization vol. 9 No 2, 2002.
13. La representación en la Cámara de Diputados se pondera tomando en cuenta la cantidad de
partidos que integran cada bloque, en el entendido de que tanto el gobierno como la oposición
tienen distinta potencialidad, según estén formados por un solo partido o por varios.
14. No incluimos Ecuador ya que la extrema fragmentación política vuelve poco confiable la
aplicación de este índice.
Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
Evolución de la competitividad en países seleccionados, 1989-2007. Gobiernos
socialdemocráticos versus otros gobiernos de izquierda
Socialdemocracia
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda
Eduard Bernstein (1850-1932): Político socialdemócrata alemán y fundador de la teoría evolucionaria del socialismo mediante reformas parlamentarias.
La socialdemocracia es una ideología política que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX del seno del marxismo, creían que la transición a una sociedad socialista podía lograrse mejor mediante una evolución dentro de la democracia representativa que mitigara los efectos del capitalismo antes que por algún otro método. Los socialdemócratas pretenden reformar el capitalismo democráticamente mediante la regulación estatal y la creación de programas y organizaciones patrocinados por el Estado para aliviar o quitar las injusticias que ellos piensan son inflingidas por el sistema capitalista de mercado.
Con anterioridad, se describía a los socialdemócratas como socialistas reformistas (dado que abogaban por el desarrollo del socialismo a través de reformas parlamentarias graduales) en contraste con los socialistas revolucionarios, que pretendían alcanzar el socialismo mediante una revolución obrera o caso contrario por medio de una evolución extraparlamentaria no estatal. La socialdemocracia también aborda los temas valóricos desde un prisma progresista. Es el sector de la izquierda partidista más importante del mundo contemporáneo.
A menudo se utilizan los términos "socialismo" o "socialista" en referencia a la socialdemocracia y los socialdemócratas, aunque el concepto "socialismo" es más amplio, ya que en diferentes países pueden incluir a socialistas democráticos, marxistas, comunistas y anarquistas. Mientras algunos consideran a la socialdemocracia una forma moderada del socialismo, otros, definiendo el socialismo en el significado tradicional o marxista, rechazan esta designación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario