Tiempo de Palabra
Si gana y si pierdeA la cirugía que practica Chávez sobre Bolívar se le ven demasiado las costuras. Hasta ahora, el Libertador parecía que decía cosas que acomodaban a las necesidades de la locuacidad presidencial. Hay frases para cada ocurrencia del Comandante. La oficina de corte y costura de Miraflores produce citas como chorizos, y el hombre no vacila en apelar a ellas. El general Pérez Arcay, el que busca las citas, trabaja a marchas forzadas y está a punto de denunciar este socialismo que lo explota sin parar, sobre todo ahora que el Presidente tiene la urgencia reeleccionista.
Con lo que no contaban los personajes envueltos en esta sastrería de la palabra bolivariana era que al Libertador se le ocurrieron otras cosas que no se avienen al delirio de poder que se hincha en Miraflores.
A Bolívar le pareció, en un momento de su vida, que era detestable que los que mandan quisieran perpetuarse; escribió sobre lo terrible que es para un pueblo que un hombre se acostumbre a mandar y los ciudadanos a obedecer. El resultado es que ahora no es Bolívar, en la integralidad de sus discursos y proclamas, el que debe ser citado y al cual debe reconocerse, sino una parte de él, porque la otra parte más bien sirve para desenmascarar el hambre de poder. Bolívar le ha echado una gran broma, una irreparable broma, al señor Presidente.
Poco a poco se verá cómo el Libertador desaparece de las invocaciones presidenciales, como desapareció el Soberano hace años. SI GANA. Chávez, a pesar de la polémica con Bolívar, podría ganar por las buenas o por las malas. Aunque hoy la mayoría del electorado está en contra de su ansia de perpetuarse en el poder, pudiera volver a infundir temor en un sector que se le ha alejado; que puede temer represalias o que puede ser susceptible a alguna forma de lisonja. Sin embargo, los datos no parecieran favorecer esta opción. El hombre pierde y pierde apoyo, no porque lo gane necesariamente la oposición, sino porque el desencanto vuelve a cundir entre los suyos.
La idea de que Chávez sólo habla y no hace, se apodera de más gente, lo cual conduce a un hastío terminal en muchos que no son de oposición pero, tal vez, quieren ver sus novelas o no desean tener ese ronroneo eterno en sus tímpanos.Supóngase por un momento que con las buenas y las malas artes se impone con su ambición reeleccionista. En este caso, el país vería como amenaza concreta la consolidación de un orden cuyo diseño excluye a los que no son rojos; el nuevo apartheid se ampliaría y es muy probable que un gran sector del país viera como muy lejana o difícil la sustitución de Chávez en un poder que ya habría logrado controlar no sólo en forma completa, sino con aspiración de eternidad.
Sin embargo, por donde las lágrimas podrían rodar con más tristeza es en las familias bolivarianas que verían sus oportunidades políticas reducidas y sólo tendrían como salida pegarse de modo incondicional al costillar del Comandante, el cual podría transformarse en el Juan Vicente Gómez del siglo XXI. Si Pierde. Supóngase que se tenga como seria la posibilidad contraria, de que Chávez pierda su juguete reeleccionista eterno.
Es decir, que para todos se haga evidente que el No triunfaría en el referéndum. En este caso, Chávez tiene la opción de apelar a toda trampa posible, como ha hecho en diversas oportunidades, y ganar de modo ilegal y arbitrario. Sin embargo, también tendría una opción menos difícil que la del fraude, que es aplazar la consulta. Dadas las dificultades que tiene el proceso, éstas podrían invocarse para demorarlo hasta que las condiciones fuesen favorables.
Tales opciones tienen el gravísimo problema de que deterioran más su apoyo social porque sería visto como avorazado por el deseo de poder personal; su imagen como adicto al mando por el mando mismo, podría ser irrevocable para grupos más amplios entre sus partidarios. Cabe imaginar que Chávez pierde y, aunque le entre esa rabia incontenible e inocultable, las condiciones nacionales e internacionales podrían no permitirle el zapateo y el arrebato; aunque descalificara la victoria ajena con los dicterios que afloran después que ha pasado la pasiflorina, habría una victoria opositora, la cual tendría que encajar. En caso de perder, una opción es que asuma un comportamiento institucional.
Una larga despedida y, mientras tanto, se dispara la dinámica de su sucesión. Chávez podría cambiar el tercio y aspirar a ser algo así como el general Gómez, en su retiro de Maracay o Barinas, jefe del poder administrado por algún presidente marioneta, que le guardaría la poltrona hasta que se hiciese propicio su regreso.
Una variante de la aceptación del resultado negativo del referéndum por parte de Chávez, sería desbordarse en insultos, pero de todos modos, retroceder con prudencia -conducta que suele adoptar cuando tiene el agua bordeándole el labio inferior- para preparar una nueva ofensiva dentro de algún tiempo, en la espera de que la actitud de los dioses cambie. Como el respeto a su Constitución no es algo que le importe mucho, violarla las veces que sea necesario no es un problema especial, por lo tanto se harían los referendos que quiera sin importar su legalidad.
Baste que dé la instrucción para que el CNE actúe. Impacto Político. Algunas de las posibilidades y consecuencias de lo señalado más arriba son meramente teóricas e, incluso, retóricas. El problema real es que Venezuela puede estar en las proximidades de dilucidar el conflicto que no se terminó de esclarecer el pasado 23 de noviembre. Si Chávez gana, aunque tal circunstancia no elimina las elecciones programadas en los años venideros, le daría una nueva y más densa estabilidad al régimen; los engranajes del sistema se harían más consistentes y la exclusión también.
Los actores planificarían en un escenario maluco pero relativamente estable, con Chávez al mando. Si Chávez pierde, sea como sea que adorne el discurso, su gobierno se convertiría en un gobiernito. La oposición tendría la casi certeza de su victoria electoral futura y los aspirantes a la sucesión del Presidente se lanzarían sin contención a lograr la representación unitaria del antichavismo, lo cual será, cuando sea que ocurra, de las jornadas más duras de las que tendrá memoria el país.
Por su parte, los que han guardado silencio y ambiciones al lado del jefe, no dudarían en comenzar a asomar sus naricillas para que éste les otorgue su reconocimiento.
El país que ha estado más o menos contenido en materia de precandidaturas presidenciales se descosería, tanto del lado del Gobierno como de la oposición. Diera la impresión de que la pérdida del referéndum por parte de Chávez desataría una lucha política en los dos grandes sectores en los que se divide el país y que, posiblemente, genere una crisis inmediata de legitimidad en el mandato presidencial existente. carlos.blanco@comcast.net
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