por Jonatan Alzuru
Chávez jugó con veintidós metras y terminó con diecisiete. De allí su molestia. Ojala el análisis se limitara a números. O tal vez, todo sería más fácil si el asunto se tratara de gerencia, de una calle limpia, de un alumbrado, de una conserjería eficiente… El presidente es un jugador a tiempo completo.
Lleva dos inning recibiendo palos, en el 2007 y ahora. Sin embargo, en política, un revés puede significar la posibilidad de un avance. La reelección es una necesidad práctica, porque sus delfines son unos bates quebrados, pareciera ser la conclusión del máximo dirigente.En el discurso de toma de posesión del Gobernador de Vargas, el líder manifiesta que cuando ve las derrotas de líderes fundamentales como Diosdao y Aristóbulo es cuando entiende la consigna popular “Uh Ah, Chávez no se va”.
La reelección no es un deseo sino una necesidad, un costo, la crucifixión que el Supremo está dispuesto a sufrir, por eso es un salvador.Por otro lado, los que celebran del equipo del PSUV, tanto alcaldes como gobernadores, saben que su éxito no tienen como sostenerlo por sí mismos. Ellos le deben todo al Supremo, desde su postulación hasta el último voto de algún rincón del pueblo. El líder tuvo que durar horas hablando, levantando mano, gritando, cantando, repartiendo títulos, casas y hasta lágrimas… Él podrá decir no sólo que dirigió la campaña en los estados, sino que se echó encima a todos. ¿Quién tiene esa capacidad? Ninguno.
Por lo tanto, el único que queda en pie: El Supremo.El Supremo, cuya experiencia le dice que no tiene líderes que colaboren con él, sabe desde el primer día de toma de posesión de los traidores de la patria, de los pitiyanquis, de los golpistas que tiene que oponérseles… Quienes votaron por las crápulas no son pueblo, ni venezolanos, esos votantes son los oligarcas que viven en el país…
En la zona Metropolitana hay más de setecientos mil multimillonarios que tienen relaciones estrechas con la familia Bush, algunos son agentes encubiertos de la CIA, por lo tanto, él tiene que dejar de gobernar y empezar el trabajo de oposición a esos gobiernos foráneos que de forma inescrupulosa empezarán a gobernar en el país, porque quienes deberían hacerle oposición, quienes deberían iniciar la batalla, su partido y sus militantes, son demasiado mediocres, demasiado torpes, demasiado ignorantes, sin liderazgo, sin personalidad, son poca cosa, son vulgares peones que ni siquiera tienen esperanzas de ser torres, alfiles o caballos, es por eso que El Supremo ha iniciado su batalla. Entramos en guerra. La manera de iniciar la guerra. Es usando el siguiente argumento: ahora vienen por mí, que soy el pueblo. Vienen contra el pueblo que soy yo. Por lo tanto, defenderé al pueblo. Para ello le quitaré los recursos, las instituciones, los servicios porque con eso conspiran. Al otro pueblo, ese otro mediocre, que no puede hacer nada sin el Supremo, se le tendrá que explicar que no tendrán servicios públicos ni misiones ni dinero porque los irresponsables hijos del imperialismo yanqui se lo quitaron. Es obvio que fueron ellos, porque de tener dinero, instituciones, capacidad en los servicios, todo lo pondrán al servicio de los más oscuros intereses.
El Supremo se adelantó porque es un sabio. Ellos tendrán que gobernar sin recursos porque ese es su destino. La guerra es contra ellos. Claros y sin vista, los de la oposición no saben si luchar contra la ficción del Supremo o plantearse un plan de trabajo.
Si gobiernan, tendrán una huelga al día siguiente porque no tienen recursos para gobernar, si luchan por los recursos, se transformarán en unos conspiradores. Al parecer no tienen escapatoria. Quiéranlo o no, están en batalla.Como la unidad entre la oposición siempre es con saliva de loro, permanecen en una condición de fragilidad.
Tienen partido de votos, sin organización ni ideología. Están en el campo de batalla el mismo día que soñaban con celebrar y no hay un rumbo definido. Mientras ordenan su estrategia el Supremo los tiene contra las cuerdas. La batalla tiene nombre: reelección indefinida. ¿Cuándo se descansará de la mediocridad de esta telenovela política?
Jonatan Alzuru Aponte
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