Jorge Lanzaro
NUEVA SOCIEDAD ,217
Los partidos de la izquierda institucional en Brasil, Chile y Uruguay llegaronal poder nacional por dos vías diferentes: la acumulación de fuerzas como polo autónomo mediante la anexión de pequeños grupos, procurando lograr umbrales mayoritarios, tal cual lo ha hecho el FA; o las fórmulas de coalición,que a su vez difieren entre sí, como son los casos del PT y del PS.
Los distintos caminos generan consecuencias en el modo de gobernar. En todos,sin embargo, se produjo un revisionismo ideológico y programático que acompañala competencia al centro del espectro izquierda-derecha.
Estas izquierdas, que han vivido en hermandad con el movimiento obrero, abandonaron las pretensiones de impulsar una transformación en profundidad de la sociedad capitalista y desarrollaron la condición de partidos catch-all, de tipo electoral.
Por ende,perdieron espesor como partidos de masas y, aunque preserven el enlace conlos sindicatos, apuntan a una audiencia más amplia y diversificada.La prosperidadelectoral y la conquista del gobierno pasan a ser su leitmotiv central, procuradomediante empeños que fueron remodelando la organización de estospartidos y su membresía, los procesos decisorios y las estructuras de liderazgo.
Esas rutas condujeron a la instalación de los gobiernos socialdemocráticosque, aunque tienen peculiaridades propias, muestran los rasgos típicos de lasexperiencias de este género, y en particular dos características definitorias.
Por un lado, son gobiernos compuestos por partidos de izquierda de filiaciónsocialista, reformista o revolucionaria, que al influjo de la competencia políticaen sistemas relativamente institucionalizados asumieron las reglas de lademocracia representativa de raigambre liberal y respetan los parámetros dela economía capitalista bajo sistemas de mercados abiertos.
Por otro lado, en virtud de su matriz ideológica y movidos por la misma competencia inter- eintrapartidaria que los induce a ajustarse a dichas lógicas, estos gobiernos tratande impulsar orientaciones distintivas en políticas públicas estratégicas.
Para llegar al gobierno, y de modo aún más abierto una vez en él, estos partidos,sus jefes y sus diferentes sectores aceptaron, con diversa convicción, lasrestricciones políticas y económicas vigentes.En rigor, estas izquierdas tendierona acatar las restricciones económicas –derivadas fundamentalmente delos flujos de la globalización y de los cambios en las relaciones capitalistas enel ámbito nacional– no solo por el peso que ellas tienen, sino también en funciónde las condicionantes específicamente políticas y, en particular, del marcapasosdemocrático y la métrica rigurosa que prevalece en los sistemas competitivose institucionalizados
En efecto, estos fenómenos sobrevinieron en América Latina –como han ocurridoen Europa– una vez que las izquierdas descartaron los caminos más radicalesy aceptaron la restricción democrática, en sus dos dimensiones básicas:la competencia electoral como vía exclusiva para llegar al gobierno y, apartir de ello, el acatamiento de la normatividad republicana, mediante procesosde gobierno que transitan por las instituciones democráticas bajo regímenesde frenos y contrapesos.
Se construye, por ende, una ingeniería institucionaly política que sirve para articular mayorías y acotar disensos, mejorando las decisionesen términos de legitimación y estabilidad.No se trata solo de aceptar lavía electoral como medio instrumental de llegar al gobierno, algo que todas lasizquierdas de esta tercera ola han hecho.
Se trata, fundamentalmente, de incorporarla democracia representativa en tanto régimen de gobierno, en escenariosplurales y de competencia efectiva. Esto define el patrón incremental y el sistemade compromisos en el que se mueve el reformismo socialdemocrático, con efectospositivos sobre la calidad y la sustentabilidad de las innovaciones15.En sustancia, este temperamento político implica aceptar el capitalismo y sostenera la vez un designio reformista efectivo pero moderado.
En principio,se impone entonces cierta continuidad con respecto a las pautas vigentes y alparadigma neoliberal que cundió en la década de 1990.Cabría pues sostener que se perfila, en estos casos, un «régimen normativo» (policy regime)16: se tratade una situación en la cual los partidos principales, independientementede su inclinación ideológica, siguen pragmáticas similares, que resultan aceptablesy aceptadas por las elites políticas, de buen grado o con resignación, enfunción de las condicionantes que imperan, de los aprendizajes realizados yde los cálculos electorales.
Estamos entonces ante una circulación de modelos, similar a la que existiódurante la época keynesiana, pero que se reproduce ahora bajo el dominio delneoliberalismo. Experiencias que, en ambas fases históricas, se presentan tantoen los centros del capitalismo como en países de la periferia. Los desafíosque ha enfrentado la socialdemocracia europea en tiempos neoliberales sereplantean en América Latina, con las peculiaridades del caso, en virtud delos estrenos de Brasil, Chile y Uruguay.15.
Las democracias pluralistas no se mueven a grandes saltos, sino que tienden a cambiar sus políticasa través de ajustes incrementales, en compases de regulación del consenso y del disenso,acotando los agravios y las posibilidades de un vuelco revisionista. Bajo estas pautas, el reformismomoderado viene a ser de hecho radical por su calado político, la sintonía pluralista y sus posibilidadesde consolidación más allá del gobierno de turno.
16. Adam Przeworski: «How Many Ways Can Be Third?» en Andrew Glyn (ed.): Social Democracy inNeoliberal Times. The Left and Economic Policy since 1980, Oxford University Press, Nueva York, 2001.
Sin embargo, no necesariamente hay en este orden la uniformidad que a veces sepresume. Bajo este trasfondo de convergencia, el signo ideológico de los partidosno es indiferente y, en ancas de la competencia política, los gobiernos de izquierdatienden a cultivar la lógica de la diferencia respecto de los gobiernos anterioreso de sus rivales. Más allá de las continuidades y convergencias, cabe registrarinnovaciones de distinto calibre en áreas estratégicas para el desarrollo económicoy político: en particular, en la reforma del Estado y la regulación del mercado,las formas de inclusión y ciudadanía, cohesión social y equidad, derechos humanosy herencias autoritarias, valores culturales y progresos democráticos.
■ Recursos políticos
Las posibilidades de innovación están condicionadas por las estructuras económicasy sociales que ha ido labrando la historia de cada país, en la larga duracióny en el pasado reciente. Dependen también de factores coyunturales y del ciclo debonanza actual, marcado por elempuje favorable del comerciointernacional, los altos preciosde los commodities y la renta deciertos recursos naturales.
Pero la capacidad de innovaciónde un gobierno deriva,más allá de las determinaciones económicas, de su conformación política y delos recursos de poder de que dispone. En función de esta variable decisiva, losgobiernos de Brasil, Chile y Uruguay, que tienen similitudes básicas, presentansin embargo diferencias significativas en su textura política y, por ende, ensu potencial socialdemocrático.Conviene repasar brevemente los artículos más significativos que integran lacanasta de recursos políticos de los tres casos analizados. Haremos referenciaa Brasil pero sobre todo a Chile y particularmente a Uruguay, probablementeel que más se acerca a un modelo criollo de socialdemocracia.Legados políticos e institucionales. En lo que se refiere a las instituciones delEstado y las políticas públicas, los tres países tienen historias diversas.
Porañadidura, la transición liberal siguió en ellos derroteros distintos. En Chile,el modelo de cambio radical hacia un diseño neoliberal fue tramitado durantela dictadura. En el extremo opuesto, Uruguay delineó un modelo típicamentegradualista en una transición que –a semejanza de la de Brasil– se produjomayormente bajo la democracia, con iniciativas más centristas y moderadasLa capacidad de innovación deun gobierno deriva, más allá de lasdeterminaciones económicas,de su conformación política y de losrecursos de poder de que dispone
■por la competencia partidaria,
con la izquierda que hoy gobierna como fuerzade oposición y actor de veto.Los saldos son, por lo tanto, diferentes: en el grado de la liberalización y de lasprivatizaciones, en la organización y el nivel de mercantilización de los serviciossociales, en el desmontaje o la preservación de los modelos vernáculos de bienestar,en la matriz de las políticas públicas y en la fortaleza del Estado, sus capacidadesinstitucionales, la entereza de las burocracias y la formación de cuadros, lacentralización y la descentralización, la intervención en la producción directa debienes colectivos y en los procesos de regulación, el control nacional del capital yde los recursos naturales, el reparto de poderes en el conjunto de la sociedad y encada sector de actividad, con pasos que fueron modificando los ordenamientosjurídicos e incluso los estatutos constitucionales.Las herencias del pasado y las facturas del periodo neoliberal establecen restriccionespara la acción política.
Pero algunas de las adquisiciones de largo plazo ylos resultados de ciertas reformas recientes preservan, y a veces mejoran, la cajade herramientas de los gobiernos, lo que puede favorecer los propósitos de innovación,el realce del Estado y los cursos de repolitización que las izquierdas impulsen.En este sentido, operan la continuidad histórica y la acumulación progresivaque ha tenido, por ejemplo, el Estado desarrollista en Brasil desde las obrasfundacionales de Getúlio Vargas y Juscelino Kubitschek hasta los aportes de FernandoHenrique Cardoso.
Algo similar ocurre en Chile, con las burocracias estatales,las agencias de regulación y promoción o la red de saberes especializadosque nutre las políticas públicas. Uruguay tiene igualmente ciertas ventajas, graciasal mantenimiento en manos del Estado y la modernización de las empresasde servicios públicos más importantes, al influjo del patrón de reformas de losaños 90, que también moderó las privatizaciones y la descentralización en sectorestan estratégicos como la educación o la seguridad social17.Coeficiente de poder.
El potencial de producción política de un gobierno dependesobre todo de su coeficiente de poder, que referimos básicamente al caudal parlamentario,considerado en dos niveles: a) posición del partido de izquierda gobernanteen el conjunto de la izquierda (y dentro de las coaliciones de gobierno); b)posición del partido –o de la coalición de gobierno– en el sistema de partidos.17.
En el índice de privatizaciones de Eduardo Lora para el periodo 1985-1999, Uruguay ocupa ellugar más bajo entre 18 países de América Latina, con el menor valor de activos públicos privatizadosen proporción al PIB (no alcanza al 0,1%). Brasil se ubica en tercer lugar (más de 10% del PIB),seguido de Argentina (algo menos de 9%), en una lista encabezada por Bolivia (casi 20%) y Perú(cerca de 15%). E. Lora: «Las reformas estructurales en América Latina: qué se ha reformado y cómomedirlo»,DT 462, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D.C., 2001.
* Partidos con representación parlamentaria cuya autoidentificación ideológica está por debajo deen la escala izquierda-derecha 1-10. Brasil: PT, PDT, PPS, PSB, PCdoB; Chile: PS, PPD.Fuente: elaboración del autor a partir de Instituto de Ciencia Política – Banco de Datos.
A este respecto, las diferencias son apreciables. El FA es monopólico en la izquierda uruguaya y lleva adelante un gobierno mayoritario, de un solo partido,que por su génesis constituye en sí mismo un «partido de coalición», fragmentado pero unificado.
En Brasil y Chile hay en cambio gobiernos de coalición,que a su vez difieren entre sí, como difiere el lugar que tienen dentro deellos los respectivos partidos de izquierda.Ambos se encuentran en situacionesminoritarias (10% a 18% de la Cámara de Diputados), no cubren el universoentero de las izquierdas y comparten poderes con socios de otros linajes,en relaciones complejas. Sea desde el lugar de pívot, como partido formadorde una coalición bastante heterogénea que mantiene el PT, con distinto perfilen los sucesivos gobiernos.
Sea en el cuadro más paritario y homogéneo –establey densamente articulado– de una alianza de veinte años con la DemocraciaCristiana (DC), en el que está inserto el PS.Junto con la magnitud de la representación parlamentaria, hay que calibrar la polarización ideológica
18. En Chile, la distancia entre el PS y el bloque de la derechaes considerable (4,4), como lo es también, dentro de la Concertación, ladistancia entre el PS y la DC. No es de extrañar, pues, que la innovación sea moderada.En Brasil y Uruguay, la distancia ideológica del PT y el FA con respectoa los partidos de oposición es en cambio menor (2,2 y 2,7 respectivamente).
Sin embargo, la producción política resulta en ambos casos diferente, dadoque el PT es minoritario y gobierna en base a una coalición heterogénea, mientrasque el FA lleva adelante un gobierno mayoritario.Partido de gobierno (PT, PS, FA), izquierdas y coalición de gobierno:bancas en la Cámara de Diputados (en porcentaje)Cuadro 3Lula 1 Lula 2 Lagos Bachelet VázquezPartido de gobierno 18 16 10 13 53Partidos de izquierda* 31 33 32 29 53Coalición de gobierno 60 70 52 49 --18. Cálculos estimativos de distancia ideológica en base a datos de autoidentificación partidaria,tomando en cuenta el tamaño de los partidos (bancas en la Cámara de Diputados, presidencias deLagos, Lula –primer periodo– y Vázquez).
Ver Manuel Alcántara Sáez: ¿Instituciones políticas o máquinasideológicas? Origen, programa y organización de los partidos políticos latinoamericanos, ICPS, Barcelona,2004.
Evolución partidaria.
Los tres partidos han experimentado una evolución semejanteque los ha llevado a la moderación ideológica y a transformacionesde sus estructuras. Este proceso ha tenidosin embargo características y consecuenciasdistintas, que repercuten en losemplazamientos como partidos de gobierno,la competencia interna y las relacionesexternas.
El PS chileno parece más afincado en sucondición de partido electoral de elites,al servicio del gobierno y en su rol deengranaje de la Concertación. Ha tenidoconstreñimientos fuertes que lo han llevadoa una mayor convergencia con elstatu quo, tras un proceso de reunificación trabajoso, que dio lugar a unamarcada conversión ideológica y política19. De ahí su aversión al riesgo macroeconómicoy al riesgo político, la voluntad de evitar la polarización y lasmovilizaciones populares, con posturas que inciden en su relación con lossindicatos y con la izquierda comunista, lo que a su vez moldea la «transversalidad» dentro de la Concertación y el trato con la derecha.
El FA también ha acentuado su perfil de partido electoral, pero preservó encierta medida su militancia, sus redes de organización y prácticas de movilización,conectadas con los sindicatos y los grupos sociales, lo que le permitióconservar márgenes de autonomía en su vínculo con el gobierno. En la bregaque franqueó su llegada a la Presidencia, supo conjugar una estrategia a dospuntas: fue incorporando los cambios programáticos que exigía la competenciaelectoral, pero mantuvo una firme oposición ante la agenda de reformasobrando como actor de veto (veto player). Con esas trazas, las variacionesideológicas fueron más limitadas que en otros países; para prosperar, debieronpasar por un contencioso interno incesante, con sectores y dirigentes queexhiben diverso grado de asimilación o de resistencia ante la revolución culturalque generó el neoliberalismo.19. Pasó por la experiencia conflictiva del gobierno de Salvador Allende y por la dictadura de AugustoPinochet, que fue muy severa y protagonizó el empuje fundacional más decidido de la región.La transición democrática y los procesos consecutivos se ven marcados por estos «traumas»,acumulando otros efectos «moderadores»: fuerza remanente del establishment autoritario y del propioPinochet, «candados» institucionales y caudal político de la derecha, particularidades de laoposición democrática y de la alianza con la DC.Los tres partidos han experimentado una evoluciónsemejante que los ha llevadoa la moderación ideológicay a transformacionesde sus estructuras.
Esteproceso ha tenido sinembargo características y consecuencias distintas
■Las diferencias entre los partidos
se cruzan con las diferencias en el liderazgo presidencial.
Vázquez suma la jefatura del gobierno y la jefatura del partido,que logró afirmar en una forja política de quince años. Con un apronte igualmente prolongado, Lula también desempeña los dos papeles y ha sido ademásel jefe neto de sus coaliciones de gobierno, proyectándose como una figuranacional relativamente despegada del PT.
Estos logros se alcanzaron conmayores condicionamientos en el mandato de Lagos y resultaron aún más trabajosospara Bachelet.
Las ecuaciones de poder dan lugar a pragmáticas de gobierno distintas. La Concertación ha cultivado una política de consensos con el bloque de la derechaaun disponiendo de la mayoría parlamentaria (que mantuvo durante lapresidencia de Lagos y perdió durante la de Bachelet).Los dos mandatos deLula han combinado el presidencialismo de coalición, una práctica consuetudinariaen Brasil, con un presidencialismo de compromiso, que implica buscarmayorías parlamentarias caso a caso, en arreglos de geometría variable.
El FA tiene el coeficiente de poder más grande en tanto titular de un gobiernomayoritario, llevado adelante por un solo partido, con disciplina casi perfecta.No está obligado a formar coaliciones ni a celebrar compromisos parlamentariosy ha optado por prescindir tajantemente de la oposición.Conexión sindical y ciudadanía social.
En la canasta de recursos políticos pesaparticularmente la complexión del movimiento sindical y el tipo de vínculoque mantiene con el gobierno y el partido de gobierno. La articulación entreestos dos pilares –partidos y sindicatos– es una de las marcas típicas de lasconfiguraciones socialdemocráticas.
Tal entronque asume en los tres países características diferenciales. En todoslos casos existe una hermandad histórica entre partidos y movimiento obrero.En todos los casos, también, el empuje neoliberal resultó en una mala temporadapara los sindicatos.
En aquella etapa, se registraron flujos de descentralizacióny flexibilización de las relaciones laborales, debilitamiento organizativoy bajas en la afiliación, cambios en el balance entre el sindicalismo del sectorpúblico y del sector privado. Estos cambios acompañaron las reformas económicas,la reestructuración del trabajo y de las clases trabajadoras, las nuevassegmentaciones, la formidable expansión de la informalidad, la desocupacióny la marginalidad.
En términos generales, cuanto más se sostiene el centralismo gremial y su proyecciónpolítica, la disciplina y la lógica militante, mayor es la fuerza de lossindicatos en los respectivos gobiernos de izquierda: como grupos de apoyoy como vector de influencia, que va desde la integración del gabinete y deotros cuadros dirigentes hasta la orientación en las distintas áreas políticas,particularmente en las relacioneslaborales, campo en el cual –salvoen Uruguay– se registraron máscontinuidades que cambios.
En este aspecto, el caso uruguayoes probablemente el que mejor expresauna ecuación socialdemocrática.Los gremios, que fueron actoresmuy relevantes en la recuperacióndemocrática, padecieron los embates de la transición neoliberal de los 90.
Aunque se debilitaron en la negociación laboral, lograron no obstante preservarla central única y reciclar el sindicalismo político en la militancia contralas reformas de esa década –en especial, en la presentación de recursos de referéndumcontra las leyes de privatizaciones– aportando sus energías al crecimientodel FA.
Acuden así al plebiscito de las urnas en vez de insistir con elplebiscito de las calles, mediante ejercicios ciudadanos que cambian la pautade movilización y articulan vetos eficientes o un potencial de amenaza, de caraa las iniciativas de liberalización y sobre todo a las privatizaciones.
Tales prácticas reforzaron el enlace estratégico con el FA, aunque manteniendo a lavez un grado de autonomía. Los sindicatos, particularmente los del sector público,pudieron obrar así como núcleos de reclutamiento y de movilización yse convirtieron en actores coadyuvantes en la construcción de una alternativade izquierda.Este esquema plasmó en la integración del elenco del gobierno y en su agenday dio paso a una política que contempló a las clases trabajadoras a travésde medidas de salario y seguridad social, regulación del trabajo y fueros sindicales,combate a la informalidad, reforma impositiva, sistema de salud, etc.De paso, se asignaron bienes de poder a los sindicatos, lo que favoreció elejercicio de sus funciones e incrementó los niveles de afiliación. La reposiciónde las instituciones tripartitas de negociación laboral es una pieza decisiva eneste cuadro y delinea un esquema neocorporativo, que no se traduce, sin embargo,en una concertación al máximo nivel.Junto a las cuestiones referidas a los trabajadores y a los sindicatos, están losproblemas específicos de los desocupados y de la población ubicada bajo laEn términos generales, cuantomás se sostiene el centralismogremial y su proyección política,la disciplina y la lógica militante,mayor es la fuerza de lossindicatos en los respectivosgobiernos de izquierda ■línea de la pobreza.Las alternativas socialdemocráticas latinoamericanas seencuentran aquí ante un desafío de inclusión mayúsculo y muy peculiar, queconstituye uno de los elementos que distinguen a estas nuevas experienciasde sus congéneres europeos. Tal desafío implica, antes que nada, un esfuerzodiferenciado de integración y de expansión de la ciudadanía.En primer lugar, esto remite a la implementación de políticas económicas ysociales adecuadas, que se debaten entre opciones estratégicas encaradas comoalternativas dicotómicas o en forma complementaria (focalización y universalidad,transferencia de ingresos y programas centrados en el empleo,distintas reglas contributivas y fórmulas de financiamiento).En segundo lugar,el objetivo del desarrollo inclusivo supone también la afirmación de institucionesespecializadas –eventualmente paralelas a los circuitos corporativos yal relacionamiento sindical– que establezcan, en términos democráticos y através de redes públicas, el vínculo sistemático del Estado con los gruposde pobres y excluidos, que por definición no están encuadrados en los procesosy las organizaciones del mundo del trabajo. En una tarea propiamentesocialdemocrática, ambos vectores –acción con los sindicatos y políticasdirigidas a los sectores excluidos– pueden contribuir al diseño de modalidadesactualizadas de Estado de Bienestar, que tienen necesariamente implicacionespolíticas.
■ Palabras finales: compromiso socialdemocráticoEl estreno de versiones criollas de la socialdemocracia es una novedad significativay plantea interrogantes acerca de la naturaleza de estas especies y deltipo de iniciativas que impulsan.Hemos consignado las características fundamentales de estas experiencias. Enparticular, subrayamos que su potencial de cambio depende de la conformaciónde cada gobierno y de los recursos políticos con que cuenta.En Brasil,Chile y Uruguay se registran las variantes más cercanas a los modelos socialdemocráticos,en virtud de los legados históricos y el coeficiente de poder, laevolución política de los partidos de izquierda y los parámetros ideológicosen que se insertan.La conexión con los sindicatos y los vínculos con otros actoressociales terminan de definir estas configuraciones. Ese potencial resultatambién de la temporalidad política –que es en sí misma un componente depoder–, ya que se trata de ejercicios presidenciales de distinto perfil y de diferenteduración, que están sujetos a la alternancia.
Por tratarse de gobiernos que por definición operan en democracias competitivas,sabemos que sus iniciativas dependen de procesos específicos de regulacióny autorregulación política, ajustándose en consecuencia al patrón incrementaly al «cálculo de consenso» que suele predominar en los sistemaspluralistas.En esa tecla, y también por definición, la gestión de los gobiernos de este géneroapela a un compromiso socialdemocrático hecho de contradicciones yequilibrios complejos.
Tal como ocurrió en las experiencias europeas clásicasy tardías, pero con los rasgos propios de los tiempos actuales y de nuestracondición periférica, hay aquí un balance entre capitalismo y democracia, quebusca conjugar la lógica de mercado con una reconducción del Estado y de lapolítica, tratando de compaginar los requerimientos del progreso económicocon las aspiraciones de equidad social
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